Las generaciones nacidas antes del año 1990 recordamos la existencia en el puerto de Barcelona de un singular barco de madera pintado de rojo y negro que fue la delicia no solo de niños y niñas sino también de adultos y turistas. Era una reproducción de la nao Santa María, con la que Cristóbal Colón hizo sus descubrimientos. Tuve la ocasión de visitarla al menos dos veces, con mi padre y mi hermano Tomás, cuando éramos pequeños.
Esta réplica, según los expertos en historia poco fiel a la auténtica Santa María, fue construida en unos modestos astilleros de la playa del Cabañal, en Valencia, bajo planos y dirección del capitán de navío Julio Guillen Tato, director del Museo Naval, para formar parte de la película 'Alba de América' (1951), dirigida por Juan de Orduña y protagonizada por Antonio Vilar en el papel de Cristóbal Colón. Este film en realidad no era otra cosa que una respuesta triunfalista del régimen franquista a la película americana 'Christopher Columbus' (1949), dirigida por David MacDonald y protagonizada por Frederic March en el papel de Cristóbal Colón.
La Santa María en una escena de "Alba de América" (1951)
Terminado el rodaje de la película, el Instituto de Cultura Hispánica la cedió al Museo Marítimo de Barcelona como atracción turística con motivo de la celebración en la capital catalana del XXV Congreso Eucarístico Internacional, a modo de homenaje a la Sagrada Eucaristía, por lo que se preveía su estancia temporal mientras durara el certamen. Para ello, desde el puerto del Cartagena fue remolcada por el buque auxiliar de la Armada española “Argos” y llegó al puerto de Barcelona el 7 de mayo de 1952, quedando amarrada de popa en las escaleras de la Puerta de la Paz, frente al monumento a Colón y al lado de la zona de salida y llegada de las Palomas y Golondrinas. El cascarón, con estructura de tres palos y forma panzuda, medía 22 metros de largo y 8 metro de ancho. Carecía de camarotes, y disponía de cubierta, sollado, toldilla y gávea o cofa mayor. La llamada «cámara de Colón» disponía de una reproducción de un arca con ropas y enseres de uso personal, una litera y, colgada en la pared, una copia de la espada que Cristóbal Colón llevó siempre colgada del cinturón. En otras secciones del barco, había distribuidos armaduras, clarines, arcas de marinero con ropas, jarras y vasos de barro cocido, utensilios y pertrechos diversos reproducidos a imitación de los usados en aquella época. Como curiosidad, el principal material de construcción usado fue la fibra vegetal, en base a las normativas navales del siglo XV.
En el puerto de Cargtagena, poco antes de partir hacia Barcelona
Durante su permanencia en Barcelona estuvo bajo el mando del teniente de navío de la Comandancia Militar de Marina, José María Martínez Hidalgo, ayudado por una brigada de la Marina mercante para efectuar los servicios de a bordo. Terminado el Congreso Eucarístico Internacional y en vistas del notable éxito de público que tuvo la nao por su carácter singular, finalmente se optó por su permanencia definitiva, previa adquisición por parte de la Diputación de Barcelona. Sin embargo, la cesión oficial por parte de la Armada española no se produjo hasta el 1 de octubre (Día del Caudillo) del año 1957.
De este modo, la réplica de la nao Santa María pasó a ser una atracción turística más de la ciudad, potenciándose la faceta cultural y pedagógica mediante visitas escolares concertadas. La visita al Museo Marítimo daba derecho con la misma entrada a acceder a la nao. Las tarifas nunca fueron elevadas y variaron muy poco con el paso de los años, oscilando entre las 25 y las 60 pesetas dependiendo de si eran niños, adultos, jubilados o grupos numerosos. Los horarios de visita eran de 10:00h a 13:30h y de 16:00h a 18:00h excepto los lunes que permanecía cerrada al público.
El 12 de octubre de 1955 se celebró una representación en castellano del poema de Paul Claudel “El libro de Cristóbal Colón”. Para el público asistente se construyó una gradería desmontable en la Puerta de la Paz y frente a la nao, la cual se usó como escenario para los actores, hecho que implicó moverla y amarrarla de costado para ofrecer mayor visibilidad a los espectadores.
El 5 de octubre de 1959 sufrió una primera modificación, cuando por razones de seguridad se le colocó un nuevo palo mayor, con su cofa y aparejos, en sustitución del antiguo.
Periódicamente, requería como cualquier otro barco ordinario una revisión de mantenimiento en el astillero para restregar los desperfectos que el salitre, las algas y la contaminación marina inferían sobre el casco de madera.
Durante algunos años, era costumbre que para la celebración de la festividad de la Inmaculada Concepción, cada 8 de diciembre, la procesión organizada por la Real Archicofradía de la Inmaculada finalizara ante la nao, llegando a subir en ella las principales autoridades para proceder a los correspondientes discursos, sin faltar entre ellos uno dedicado a la exaltación de la gran “gesta” que supuso para el “Imperio español” el descubrimiento del continente americano. Igualmente, la atracción fue objeto de visita por parte de oficiales de la marina, cónsules y embajadores de los diferentes países americanos, a modo de acto simbólico de concordia y hermanamiento entre España y las Américas. Y por supuesto, era el objeto de mira cada 12 de octubre para conmemorar el Día de la Hispanidad, junto con el monumento a Colón que recibía ofrendas florales. Solían visitarlo especialmente los participantes del Congreso Histórico Municipal Interamericano que se celebraba en el Salón de Ciento.
Durante la gran nevada de 1962
Desde 1964, durante algunos años la nao fue el lugar simbólico donde solían retratar a los ganadores del Premio Cristóbal Colón, un concurso de historia, arte, cultura y literatura hispánica destinado a estudiantes e investigadores. A modo de curiosidad, el 28 de septiembre de 1967, en unos trabajos de mantenimiento, la imprudencia de un soldador ocasionó un pequeño incendio al contactar el fuego del soplete con pintura derramada, que rápidamente pudo ser sofocado. Fue un pequeño presagio de lo que sería su trágico final.
El éxito de público quedó claramente reflejado en el hecho de que a finales de año, en el momento de hacer balance económico, la nao era la atracción museística que recibía más visitas, por encima de casi todos los museos municipales de la ciudad, únicamente superado por el Museo Picasso.
En 1986 la Diputació de Barcelona puso en marcha un proyecto de reestructuración y modernización del Museu Marítim llamado “Marítim-92”, que debía estar a punto para el año 1992, coincidiendo con los Juegos Olímpicos y la conmemoración del V Centenario del descubrimiento de América. Ello contemplaba sacar definitivamente la nao de su emplazamiento e instalarla dentro de un dique seco del museo, en el mismo edificio de las Drassanes, donde igualmente se podría visitar. Las razones de este cambio eran económicas, pues aseguraban que el agua de mar desgastaba la madera del casco y que el mantenimiento era caro.
En 1990, la nao sufrió cuatro atentados por parte de militantes de la organización terrorista Terra Lliure por la simbología que para ellos representaba. Si bien los tres primeros intentos fueron frustrados, el cuarto, sucedido el 23 de mayo de 1990, afectó más severamente tanto el interior como el casco del barco. Para ello aprovecharon la precariedad del sistema de seguridad y vigilancia.
Una vez incendiada, la nao fue trasladada desde el Port Vell al dique flotante de los talleres Nuevo Vulcano de la Barceloneta para estudiar la viabilidad de su reconstrucción, presupuestada en unos 70 millones de pesetas. Finalmente, argumentando que el casco sufría serios desperfectos, costes de reparación excesivamente elevados, razones de inseguridad por posibles amenazas de nuevos atentados, que carecía de valor patrimonial y que tras varias reconversiones en su casco y arboladura a lo largo de los años se ajustaba sólo en un 60% a criterios documentales con valor histórico, se optó o bien por venderla o bien por desguazarla.
Ante la falta de interesados, en abril de 1991 un remolcador la llevó aguas adentro a la altura de Arenys de Mar para proceder a su hundimiento. Ello no resultó fácil, pues previamente se tuvieron que desmontar los palos y los castillos de proa y popa, dejando intacto el cuerpo y la cubierta. Una vez en mar abierto, tardó algunos días en hundirse definitivamente a 60 metros bajo el agua. Actualmente allí reposa el pecio, para siempre, recubierto de vegetación marina y redes de pescadores, siendo objeto de visita por parte de submarinistas profesionales.
La decisión final de no restaurar ni sustituir la nao no estuvo precisamente exenta de fuertes polémicas, llegándose a acusar a las instituciones catalanas de carecer de sensibilidad y de hacer prevalecer sus intereses de partido. Los motivos de la inviabilidad de su recuperación antes expuestos fueron cuestionados asegurando que en realidad su eliminación se debió por tratarse de un símbolo de la hispanidad. Posiblemente así sea, pues las decisiones políticas prevalecen muy a menudo sobre el interés común. Quienes tuvimos el privilegio de haberla conocido en nuestra infancia nos llevaremos para siempre el recuerdo de haber disfrutado a bordo de un pequeño e inocente viaje virtual al pasado de lo que una vez fue el mundo de la navegación. Los niños y niñas que alguna vez estuvimos en la réplica de la nao Santa María no entendíamos de identidades ni de prejuicios, solo queríamos divertirnos ante algo nuevo en un mundo todavía por descubrir.
Un triste final y mucha política de por medio, una lástima.
ResponderEliminarArtículo muy bien documentado. Mi padre me llevo varias veces a verla, pero por desgracias, nunca subimos a bordo. Hoy estoy con mi hija pequeña estudiando los viajes de Colón y me he sentido huérfano al saber del trágico final de la Nao. Me hubiera hecho feliz llevarla a bordo. Es una manera divertido de aprender. Como dice el epílogo, por desgracia intereses ajenos a la cultura terminaron por hundirla ¿Cuánto rendimiento sacaríamos hoy con tanta visita americana en cruceros de lujo? ¿Cuánto costaría una nueva réplica?
ResponderEliminarEstimado Ricard:
ResponderEliminarMi nombre es Javier Montoro Lacomba y acabo de leer la extensa documentación publicada en tu blog acerca de la Carabela Santa María que había en el puerto de Barcelona.
Me he emocionado recordando porque como bien dices se construyó en la playa del Cabañal de Valencia.
En realidad te escribo para decirte que bajo la dirección de D. Julio Guillén, que fué quien se la encomendó, la construyó mi abuelo D. Vicente Lacomba Llorens en los Astilleros Lacomba en 1951 en unos 5 meses, que fue un tiempo récord. Mi abuelo (murió en 1989 con casi 89 años) fue el dueño de los astilleros y era calafate, trabajando en ello desde los 7 años de edad. Se construyeron en sus astilleros muchos más barcos, algunos de gran tamaño como el Cruz del Sur, que hasta hace una década le pude seguir la pista por centroamérica.
Muchas gracias por esa información y la documentación fotográfica.
Un cordial saludo
Que barbaridad!!! Que deshumanización!!! Así termina todo, siento ser tan pesimista
ResponderEliminarGracias por este buen artículo,