miércoles, 13 de febrero de 2013

Juan XXIII - Pablo VI - Juan Pablo I: la mejor etapa papal de la historia (1958-1978)


Sin lugar a dudas, la renuncia del Papa Benedicto XVI de su cargo ha sido la dimisión más sonada de estos últimos meses y probablemente lo será del presente año salvo sorpresas de última hora. Solo existen en la historia los precedentes de Celestino V (en 1296) y Gregorio XII (en 1417) como Papas dimisionarios. El actual alega agotamiento debido a su avanzada edad, incluso se rumoreó que fue operado del corazón bajo el más estricto secreto. La decisión es buena teniendo en cuenta el triste precedente de Juan Pablo II, cuyo estado personal de degradación en sus últimos actos públicos sobrepasaba el patetismo. El actual Jefe de la Iglesia católica ha preferido no correr la misma suerte y retirarse a tiempo manteniendo la dignidad.
Ahora se debate quién sucederá a Joseph Aloisius Ratzinger, una cuestión siempre embarazosa por la presencia de diferentes sectores ideológicos en el seno del catolicismo, algo que resulta absurdo y carente de sentido si tenemos en cuenta que el mensaje bíblico y las enseñanzas de Jesucristo son iguales y objetivos para todos. Solo la perversión humana y los intereses particularistas han tergiversado un mensaje universal y adaptable a todos los tiempos de la historia.
Ante la etapa conservadurista y regresiva de Juan Pablo II y de Benedicto XVI merece la pena recordar la etapa más progresista de la Iglesia católica llevada a cabo por los Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I, que de haber tenido continuidad habría supuesto una modernización y adaptación al siglo XXI del clero, a la vez que hubiese ofrecido una imagen más cercana, abierta, amable y social de la Iglesia.


Angelo Giuseppe Roncalli, conocido como Juan XXIII, es el Papa que abrió esta nueva etapa, después de suceder tras su muerte en 1958 al no menos reaccionario y filofascista Pio XII, recordado por su bendición a los tanques de Mussolini y sus guiños hacia la España de Franco. Consciente del nuevo papel que debía desempeñar la Iglesia católica en un mundo abocado a grandes cambios y a una rápida modernidad, expresó su pensamiento en las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963). Sin embargo, su gran trabajo por el cual ha sido recordado es gracias a la convocatoria del Concilio Vaticano II, donde fijó sus objetivos basados en renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos, buscando los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, tomando lo bueno de la época presente y estableciendo puentes de diálogo con el mundo moderno centrándose primero en aquello que une y no en lo que separa. Todo ello era precisamente contrario a lo que anteriormente se practicaba, como era definir nuevas verdades y condenar errores. Asimismo, consideró que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. En su posición conciliadora, invitó a observadores de las diferentes religiones así como a los miembros de todas las Iglesias cristianas, incluidos por primera vez aquellos que no estaban presentes en Roma desde el tiempo de los grandes cismas. El llamado “Papa bueno” también destacó por reducir la imagen suntuosa del clero, por recomendarles que vistiesen de paisano fuera de sus labores eclesiásticas, por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano (que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios) y por nombrar por primera vez en la historia a cardenales indios y africanos.


Tras la muerte de Juan XXIII en 1963 le sucedió Giovanni Battista Montini, conocido como Pablo VI. Continuista del anterior, se mostró favorable a buscar el diálogo con el mundo, con otros cristianos, otras religiones e incluso con los ateos, sin excluir a nadie. Él mismo se vio como un humilde servidor de la humanidad y exigió cambios significativos en Estados Unidos y en Europa a favor de los pobres en el Tercer Mundo. Su pontificado estuvo marcado por la concreción del espíritu del Concilio Vaticano II para proseguir con la renovación y modernización de la Iglesia católica y de sus enseñanzas. Como metas pontificias se propuso la reforma al Derecho canónico y la búsqueda de la paz social y la justicia en el mundo, siendo fundamental para sus actividades la unidad del cristianismo. En su reapertura del Concilio vaticano se fijó como prioridades mejorar la comprensión de la Iglesia católica, reformar la misma Iglesia, avanzar en la unidad de la cristiandad y entablar diálogo con el mundo. Tratando de mejorar la condición de los cristianos en los países comunistas, participó en un diálogo con autoridades de estos países, y como resultado de ello mejoró considerablemente la situación de la Iglesia en Polonia, Hungría y Rumania. Asimismo, fomentó las relaciones ecuménicas con las Iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, lo que dio lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos. Subrayó la íntima vinculación entre el arte y la religión, y ofreció a los artistas una alianza de amistad, lo que supuso un gran cambio pastoral en el diálogo contemporáneo entre los artistas y la Iglesia. Pablo VI se convirtió en el primer Papa que visitó los cinco continentes, siendo el más viajero de la historia hasta aquel momento, ganándose el apodo de “el Papa peregrino”. Mostró gran interés por las condiciones de trabajo y cuestiones laborales, teniendo contacto personal con sindicatos, asociaciones y dando discursos relacionados con el tema. Todo ello le hizo ganarse fama de liberal, especialmente cuando pidió a los laicos amar no sólo a los católicos, sino también a cismáticos, protestantes, anglicanos, indiferentes, musulmanes, paganos y ateos. Sus posiciones sobre el control de la natalidad fueron controvertidas. En su encíclica Humanae Vitae, a pesar de mantener posturas tradicionales y conservadoras acerca del aborto y el uso de métodos anticonceptivos, indicaba que el control natal artificial no tenía por que ser visto como un mal y que las parejas católicas deberían de poder escoger entre los distintos métodos de planificación familiar.


Al morir Pablo VI en 1978, le sucedió Albino Luciani, conocido como Juan Pablo I. A pesar de su efímero papado, de tan solo 33 días, el llamado “Papa de la sonrisa” pretendió ofrecer una imagen más humana y cercana de la figura del Santo Padre, siendo el primer Papa moderno en hablar en singular utilizando "yo" en lugar del plural mayestático “nos”. No quedó exento de polémica su afirmación de que "Dios es Padre, y más aún, es madre", comparando a Dios con una madre que no olvida a su hijo. Como reformista, lanzó algunas iniciativas como la devolución del 1% de los ingresos de cada Iglesia para destinarlo a las iglesias del Tercer Mundo. Su imagen de hombre amable, cercano y bondadoso enseguida cautivó al mundo entero. Además, era buen comunicador, escritor y orador. Alrededor de su inesperada muerte se plantearon diversas hipótesis al respecto, siendo una de ellas la del asesinato. Se dice que determinados sectores conservadores y ultraconsevadores no les interesaba esa línea “progresista” que iba tomando la Iglesia, peligrosa para sus propios intereses, y que por ello se conspiró para eliminarlo poniendo así punto y final a dos décadas de acercamiento, entendimiento y concordia entre la Iglesia y la sociedad.
Actualmente, viviendo bajo tiempos difíciles e inciertos, convendría que el nuevo Papa recuperara nuevamente ese espíritu aperturista y renovador que supondría una inyección de moral en la lucha contra la crisis y por un mundo mejor. No convienen líneas duras, posturas excesivamente conservadoras e intransigentes ni discursos populistas. La sociedad debe resucitar aquella actitud renovadora de la década de los años 1970 en la que la Iglesia también acompañó, con la diferencia de que nada ni nadie la vuelva a interrumpir, porque cada vez más se confirma aquello de que “otro mundo es posible”.


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