Sin lugar a dudas, el Chalet del Moro ha sido uno de los prostíbulos históricos más conocidos de Barcelona. El edificio fue proyectado en el año 1873 por el arquitecto Jaume Brossa i Mascaró, en el número 3 del pasaje de la Pau. En sus inicios funcionó como una casa de baños contemporánea de los Baños Orientales de la Barceloneta. El interior estaba lujosamente decorado y disponía de suntuosas bañeras. El edificio, de planta baja y un piso, estaba estructurado en tres cuerpos: dos laterales simétricos y un cuerpo central, de estilo arquitectónico neomudéjar. Todas las puertas y ventanas estaban coronadas por arcos de herradura angrelados (siendo geminados los de las ventanas superiores de los cuerpos laterales) y cenefas de cierre. La cornisa estaba decorada con remates de terracota.
Según un anuncio publicitario del año 1914, el establecimiento ofrecía “baños sulfurosos, rusos, turcos, hidroeléctricos, duchas con agua natural, calefacción a vapor y tratamientos para la curación radical del reuma, gota y artritis”.
El estallido de la Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia una bonanza económica para Barcelona a causa de su comercio con los países beligerantes. Se dice que por ello, a iniciativa de un empresario e industrial alemán emigrado a la ciudad, decidió convertir esta casa de baños en un prostíbulo. La prostitución barcelonesa por aquél entonces se caracterizaba por su extremada miseria y marginalidad, de ahí su idea de abrir una mancebía de máxima calidad aprovechándose así de la etapa de europeización que vivía la capital catalana. De apariencia elegante y de servicio limpio y esmerado, el interior del edificio fue completamente reformado para imitar un palacete árabe con toda clase de detalles.
Rebautizado como el Chalet del Moro, allí se llevaron a cabo muchos de los grandes negocios que aportó a Barcelona la guerra europea. Así, por ejemplo, el mismo magnate alemán cuya identidad se desconoce atendía sus negocios en algunos de los lujosos salones que conformaban el interior del prostíbulo, obsequiando a sus clientes con grandes fiestas en las que participaban las pupilas de la casa. Estas prostitutas que ofrecían sus servicios iban vestidas como odaliscas y ensayaban danzas del vientre para atraer y hacer decidir a los clientes que esperaban en el salón principal. Su nacionalidad era variada, la gran mayoría extranjeras procedentes de Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y Polonia, venidas con motivo de la citada guerra europea y la Exposición Internacional de 1929. Había también empleados masculinos, camareros catalanes destinados para los servicios auxiliares, ataviados con trajes moriscos, pantuflas y turbantes, incluyendo incluso unos músicos, en realidad unos tercetos barceloneses caracterizados de turcos que animaban interpretando a todas horas melodías orientales. A diferencia de otros burdeles, se incluía un servicio de lavajes y desinfecciones para evitar la expansión de epidemias de transmisión sexual.
El local tuvo bastante éxito de público durante la década de los años 1920 y principios de los años 1930. A partir de 1935, cuando el Gobierno de la República suprimió el reconocimiento oficial de la prostitución en España, empezó a entrar en una lenta y progresiva decadencia que se acentuó con el estallido de la Guerra Civil y en especial durante los años de posguerra, época en que se convirtió en un burdel vulgar barato y sucio sin el lujo y el esplendor de años atrás. El salón y las habitaciones se encontraban destrozados y los elegantes muebles y otros elementos decorativos habían desaparecido. La mayoría de las prostitutas extranjeras que allí trabajaban regresaron a sus países de origen y otras huyeron por miedo a represalias. Una de las razones por las cuales se reabrió el Chalet del Moro fue para evitar las violaciones masivas de prostitutas por parte de legionarios y marroquíes que formaban parte de las tropas entrantes a la ciudad del bando vencedor. A cambio de la reapertura, un requerimiento era que las trabajadoras sexuales dispusieran de una Cartilla de Sanidad (en realidad un “carnet de putas”) que garantizara una revisión higiénica semanal para evitar enfermedades venéreas.
Finalmente, el 3 de marzo de 1956 se publicó un decreto ley por el cual España pasaba a prohibir la prostitución, según lo establecido por la Convención de Ginebra de 1949. Desde entonces, el llamado “trato carnal” pasó a ser considerado como “trato ilícito” y quedaron prohibidas las mancebías y las casas de tolerancia. En total se cerraron 98 prostíbulos en Barcelona, uno de ellos el Chalet del Moro.
El edificio pasó a tener otros usos mediante arrendamiento, siendo el más duradero un taller de reparación de automóviles que mutiló parte de la fachada original y modificó completamente su interior, justo donde antes había un lujoso salón. Las habitaciones restantes del edificio pasaron a ser alquiladas por marroquíes y argelinos, posiblemente atraídos por la arquitectura de la casa con la que se sentían identificados. Luego la casa quedó completamente abandonada hasta que finalmente, después de no estar catalogada, fue derribada el año 1991 para construir en su lugar un bloque de viviendas protegidas de nueva planta promovido por PROCIVESA, dentro del llamado “Pla Especial de la Rambla amb el carrer Rull”, para la implantación de la Universitat Pompeu Fabra. Ello también afectó a otro edificio del siglo XVIII.
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