“Dada la proverbial cortesía catalana, huelga decir que en mis compañeros de facultad hallé sentimientos de consideración y respeto. Pasa el catalán por ser un tanto brusco y excesivamente reservado con los forasteros; pero le adornan dos cualidades preciosas: siente y practica fervorosamente la doble virtud del trabajo y de la economía; y acaso por esto mismo evita rencillas y cometerías, y respeta religiosamente el tiempo de los demás”. Eso dijo el ilustre Don Santiago Ramón y Cajal durante su estancia en Barcelona entre los años 1887 a 1892, donde desempeñó sus funciones como catedrático de Histología e Histoquímica y Anatomía Patológica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. A los 160 años de su nacimiento, merece la pena recordar su breve paso por la capital catalana, muy fructífero e intensivo porque los resultados obtenidos de su labor propiciarían la concesión del Premio Nobel en Fisiología en 1906.
De la citada especialidad, se convocaron en toda España un total de siete plazas para optar a la cátedra, cada una de ellas en una ciudad distinta. Sin embargo, Cajal decidió ir a Barcelona porque sabía que allí tendría mayores facilidades para el desarrollo de su investigación, dada además la calidad científica de los miembros del claustro universitario. Tomó posesión oficial el 12 de diciembre de 1887, habiendo sido designado catedrático el día 2 de noviembre anterior, cuando contaba entonces con 35 años de edad. La Facultad de Medicina estaba ubicada en el antiguo Hospital de la Santa Cruz, edificio gótico del siglo XV sito en el número 56 de la calle del Hospital, que actualmente acoge la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya. A pesar de trabajar en un pequeño laboratorio e ir algo justo de instrumentación, en su autobiografía llegó a afirmar que 1888 fue su “año cumbre”, pues descubrió los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso cerebroespinal. Dicho más sencillo, descubrió la unidad celular o individualidad de las células del sistema nervioso. Coincidiendo con el certamen de la Exposición Universal, Cajal participó como expositor de preparaciones micrográficas, lo que le valió recibir como reconocimiento una medalla de oro y un diploma. En octubre de 1889 viajó a Berlín para exponer los resultados de sus investigaciones en las jornadas del Congreso de la Sociedad de Anatomía Alemana, que le fueron aceptados. Y en 1891 expuso la ley de polarización dinámica de las neuronas, capaz de explicar la transmisión unidireccional del sistema nervioso. Dicha ley estaba integrada dentro de la llamada doctrina de la neurona, que explicaba como la estructura del sistema nervioso es un aglomerado de unidades independientes y definidas.
Finalmente, después de un intenso período de trabajo y especialmente marcado en el ámbito familiar por el nacimiento de su hija Pilar y de su hijo Luís y el desgraciado fallecimiento de su otra hija Enriqueta, en abril de 1892 se trasladó definitivamente a Madrid. Su paso por Barcelona dejó una agradable imprenta digna de ser recordada, pues fue el lugar donde se ganó a pulso el reconocimiento de la comunidad científica internacional. Cajal llegó a la capital catalana justo en el momento en que la ciudad iniciaba su historia contemporánea, con el derribo de las antiguas murallas medievales y la construcción del Eixample, con la celebración de la Exposición Universal de 1888, con un marcado crecimiento de la economía que hizo de Cataluña el principal motor económico de España y con una expansión artística, científica y cultural conseguida gracias a toda una generación de personas ilustres e intelectuales que convirtieron el principado en un referente nacional e internacional. Es por ello que pudo arroparse con las personas apropiadas, a la vez que dejó a jóvenes discípulos que continuaron su trabajo con el cual se derivaron nuevas investigaciones en el ámbito de la medicina. Como reconocimiento a su labor científica durante su estancia en Barcelona, Cajal fue nombrado socio de la Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas de Cataluña (1892) y socio de la Real Academia de Ciencias y Arte de Barcelona (1914).
El legado escrito durante su etapa barcelonesa se compone de un total de 48 trabajos, publicados entre 1888 y 1892 en su revista que él mismo fundó (Trabajos del Laboratorio de Histología de la Facultad de Medicina de Barcelona, posteriormente llamada Revista trimestral de Histología Normal y Patológica), más otras revistas en las que periódicamente colaboró, así como en libros y manuales varios que escribió en relación con sus investigaciones. Actualmente, la Facultat de Medicina de la Universitat de Barcelona conserva en sus archivos documentos varios como actas de exámenes, listado de materiales y notas administrativas. Se tiene constancia de que tuvo hasta cuatro domicilios en Barcelona: en la calle de la Lluna nº 1, en la calle del Notariat nº 7, en la calle del Consell de Cent nº 304 y en la calle del Bruc. Además de mantener una intensa vida laboral, también tuvo una importante vida social con sus compañeros de universidad, con quienes solía hacer animosas tertulias en locales frecuentados habitualmente por médicos, abogados, catedráticos, libreros, veterinarios, artistas y profesionales liberales, entre otros. Eran los años del despegue de la Barcelona bohemia y cosmopolita que mezclaba gentes de todas clases, cantera de artistas, científicos e intelectuales y de personas llenas de inquietudes. Los lugares que Cajal acostumbraba a frecuentar eran el Café Pelayo (en la calle de Pelai), el Gran Café del Siglo XIX (conocido como “La Pajarera”) y el Círculo Ecuestre (ambos ubicados en la plaza de Catalunya).
En septiembre de 1907, el barrio de Gràcia le dedicó una calle a Don Santiago Ramón y Cajal que nos ha llegado hasta nuestros días, un humilde recuerdo que atestigua el paso de un gran científico universal de nuestro país por la ciudad de Barcelona.
Está bien que la ciudad haya sido generosa con él, reconociéndole. Me gusta pensar que vivo en una ciudad que es generosa con sus huéspedes ilustres, porque también ellos la enriquecieron con su presencia.
ResponderEliminarY me gustaría pensar que los catalanes seguimos siendo como dice el maestro en la frase que copias al principio. Pero ya lo dudo un poco: nos veo menos trabajadores que lo que reza el tópico. Como si hubiéramos perdido un poco en el camino... Ay, espero que no sea que la mezcla nos haya hecho perder valores.
Este señor es uno de mis mitos personales. No sé si somos todavía tan trabajadores y economizadores,me temo que todo ha cambiado.
ResponderEliminarLa Barcelona de Cajal ya no es la que hoy día conocemos. Antes esta ciudad fue cantera de artistas, científicos e intelectuales, pero ahora todo ha cambiado. La clase política creo que es en buena parte responsable de ello, de ahí que muchos tengan que marchar a otra ciudad para desarrollar su vocación.
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