El pasado jueves día 23 a las 18:00h tuvo lugar el encendido oficial de las luces de Navidad de Barcelona. El acto se celebró en el paseo de Gràcia con motivo del 200 aniversario de esta arteria, la más importante y conocida de la ciudad. Esta tradición, pese al paso del tiempo, a los nuevos hábitos, a los cambios en las pautas de comportamiento y a la secularización de la cultura, tiene cada vez más fuerza y se ha adaptado a las transformaciones sociales y económicas.
Sus orígenes se remontan a finales de los años cincuenta en la calle de Petritxol. Allá en 1947 se fundó una asociación de comerciantes y vecinos (Junta de Vecinos de la calle Petritxol) destinada a defender sus intereses, siendo una de sus grandes iniciativas la de estimular las compras navideñas mediante promociones especiales, ofertas, concursos, sorteos de cestas de Navidad y la venta de participaciones de Lotería Nacional, entre otras cosas. Para ello los escaparates de los locales comerciales y las fachadas de algunos edificios, a partir del día 21 de diciembre, festividad del apóstol Santo Tomás, se engalanaban con motivos navideños con el fin de atraer al público, el cual podía votar y decidir qué decorado le parecía el mejor.
Sin embargo, fue en el año 1957 cuando se dispusieron a colocar luces para embellecer la calle y dar así una alegría adicional. Hay constancia de que la calle se cubrió con un techo a base de ramas de árbol en las cuales colgaban, además de las típicas guirnaldas de colores, más de mil bombillas que constituían el alumbrado navideño. Algunos historiadores atribuyen tal idea a la influencia que pudo tener la presencia de los marines norteamericanos de la VI Flota que desembarcaron a la ciudad por primera vez en 1951, pues eran personas económicamente solventes y un potencial cliente generoso a la hora de comprar. La decisión de iluminar la calle tuvo un notable éxito de público, por lo que en los años posteriores se repitió idéntica experiencia.
La respuesta ciudadana fue tal que otros comerciantes de importantes calles de la ciudad decidieron tomar ejemplo e imitar la experiencia. Para la financiación se efectuaba una derrama aparte de la cotización mensual de cantidades fijas. A pesar de la fuerte inversión económica el resultado sería rentable. Por este motivo, al año siguiente arterias como la Rambla, la Via Laietana y la avenida del Portal de l’Àngel se sumaron a engalanar con luces navideñas y en 1959 fue el turno de la calle de Pelai.
Vista la rentabilidad y ante la creciente y progresiva proliferación de alumbrado navideño en 1961 el Ayuntamiento de Barcelona decidió tomar partido en la ordenación, reunificación y regulación mediante la colaboración con las asociaciones vecinales y de comerciantes, unas entidades que años después fueron popularmente conocidas como “bombillaires” (bombilleros). A mediados de los años sesenta ya había más de 60 calles y plazas iluminadas. Decía una reseña publicada en el diario La Vanguardia Española del 19 de diciembre de 1965: “Las luminarias puestas en otros parajes urbanos han subrayado también aspectos íntimos y ocultos de ellos, que quizá permanecían ignorados a la luz del día. Existen, por ejemplo, algunas calles dotadas de eminente aspecto de salón isabelino, donde las luces actuales invitan a poner unos sofás en la calzada y montar una reposada tertulia. Así, por ejemplo, la de Fernando y, hasta hace algunos años, la Mayor de Gracia, donde había establecimientos y panoramas de encantador ochocentismo, perseguidos implacablemente por el prurito local de renovarlo todo cada cinco años. Estas iluminaciones ablandan, enternecen la dureza de la vía pública y le infunden toda la cordialidad posible, con lo cual hasta el propio asfalto parece más propicio y adecuado a las celebraciones que se acercan”.
En la Navidad de 1971 consta que en Barcelona había alrededor de 500.000 bombillas iluminando 70 calles engalanadas, habiendo invertido un presupuesto de 7 millones de pesetas aportados por un total de 90 asociaciones de comerciantes y vecinos más 2.500.000 pesetas por parte del Ayuntamiento de Barcelona. A modo excepcional, en la navidad de 1973, debido a la crisis del petróleo y a la necesidad de ahorro de energía, tuvo como consecuencia que muchas calles barcelonesas no se iluminaran y las que lo hicieron restringieran tanto el volumen de decoración como las horas de encendido. Importantes arterias como por ejemplo la Rambla y las calles de Creu Coberta, Princesa y Gran de Gràcia carecieron de alumbrado. Esto se prolongó al año siguiente, en el cual se iluminaron quince calles menos por las mismas razones. A ello el Ayuntamiento de Barcelona debía 15 millones de pesetas a las asociaciones de comerciantes y vecinos, los cuales se vieron desanimados a poner luces. Sufragada la deuda durante los años 70 y 80 no hubo novedades destacadas y la tradición prosiguió con relativa normalidad, si bien el diseño de los decorados luminosos empezó a acusar obsolescencia ante una falta de renovación. Eran tiempos en los que las luces permanecían encendidas desde la media tarde hasta las 0:00h de la noche, incluso los días 24 y 25 de diciembre y el 5 de enero se prolongaban hasta las 2:00h de la madrugada.
En la Navidad de 1991, con motivo de la entrada en vigor del Impuesto de Actividades Económicas (IAE) numerosos comerciantes decidieron en señal de protesta apagar la decoración lumínica de sus establecimientos. A mediados de los años noventa el Ayuntamiento de Barcelona decidió avanzar el encendido de luces navideñas a finales del mes de noviembre con el claro propósito de promover el comercio y las campañas de Navidad, lo cual fue bien visto por las asociaciones y entidades comerciales en consorcio con Turisme de Barcelona, siendo una iniciativa que imitaba el modelo norteamericano. Con el fin de otorgarle a la Navidad barcelonesa un interés turístico, las luces tenían que convertirse en escenario fundamental de las actividades tanto tradicionales como culturales relacionado con este periodo del año. En 1996 las clásicas bombillas se sustituyeron por microbombillas de bajo consumo. A finales de la centuria los comerciantes solicitaron un cambio de diseño en las figuras luminosas porque la decoración de los últimos años, lejos de reinventarse, era muy repetitiva, monótona, clásica y obsoleta. Entre los años 1997 a 2001 fue una etapa de cierta decadencia. Igualmente, pidieron que el protagonismo no se centrara tanto en el centro histórico sino también en otros barrios más alejados, incluso periféricos.
Llegados al siglo XXI la iluminación ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos. Ante la citada etapa de decadencia y estancamiento instituciones como el Foment de les Arts Decoratives (FAD) se vieron obligadas a intervenir para materializar un cambio real en cuanto a calidad del diseño se refiere. Se apostó, además, por retirar progresivamente las clásicas bombillas incandescentes y sustituirlas por modernas luces de led de bajo consumo que ahorran energía y reducen la contaminación lumínica. Desde el 2004 se inició esta nueva experiencia con la instalación de hilo luminoso tipo led en la calle de Petritxol, extendiéndose posteriormente a otras calles y edificios emblemáticos. La crisis económica y financiera del año 2008 impulsó la idea de un cambio definitivo que garantizara, a su vez, mantener el máximo de arterias iluminadas posibles pero con un consumo reducido. Los nuevos diseños ya no respondían tanto a motivos religiosos sino más bien a comerciales, con iconografía universal, si bien inevitablemente algunos elementos clásicos han permanecido. De hecho, la proliferación y presencia de nuevas confesiones religiosas sumada a la laicidad han sido factores decisivos de este cambio. Con el transcurso de los años el alumbrado navideño se ha ido extendiendo hacia los bulevares y zonas comerciales de los distritos más alejados del centro histórico de la ciudad y el Eixample con el propósito de descentralizar, reequilibrar y representar a los barrios más periféricos.
El acto oficial de encendido de luces, que incluye un espectáculo temático, se realiza cada año desde un lugar distinto con la clara intención de no discriminar a los barrios populares. Mencionar que las luces del año 2017 recordaron a las víctimas del atentado terrorista perpetrado en la Rambla. Tras una breve etapa más gris provocada por la crisis sanitaria a causa de la pandemia de Covid-19, la capital catalana vuelve a recuperar progresivamente su esplendor con la incorporación de nuevas calles engalanadas. En la actualidad la iluminación navideña se reparte entre el alumbrado de iniciativa exclusivamente municipal y el alumbrado promovido por las asociaciones y ejes comerciales, en los que el Ayuntamiento de Barcelona abona un el 75% del coste total.
Fotos: Colita, Ferran Nadeu, Leopoldo Plasencia, Mané Espinosa, Pérez de Rozas, Ricard Fernández Valentí.
Este año se nota que no están los comunistas desgobernando la ciudad.
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