Recibo la triste noticia del reciente traspaso del dibujante historietista Francisco Ibáñez Talavera a la edad de 87 años el pasado día 15. Más allá de haber sido un artista y un maestro del cómic humorístico, fue un icono de una época de nuestra historia contemporánea de estos últimos 70 años. Genio y figura, artista único e irrepetible, su obra lo convirtió en un referente ineludible en la evolución de los cómics no sólo a nivel nacional sino también internacional, marcando un estilo humorístico de fuerte personalidad. Nada tenía que envidiar la calidad de su trabajo con los artistas extranjeros europeos más prestigiosos del momento. Tanto por la forma como por el contenido, con el paso de los años terminó creando escuela, llegando incluso a ser imitado. Nacido en Barcelona en 1936, su vocación artística le vino de muy pequeño. Con tan solo once años de edad, en octubre de 1947 se publicó su primer dibujo en la revista “Chicos” por lo que cobró 5 pesetas. Sin embargo, inicialmente su ámbito profesional nada tuvo que ver con el cómic. Tras estudiar contabilidad, banca y peritaje mercantil empezó trabajando de botones en el Banco Español de Crédito y luego como ayudante de cartera y riesgos en la banca. Paralelamente a su profesión como principal medio para ganarse la vida se dedicó al dibujo de historietas, donde se fue dando a conocer progresivamente a medida que fue tomando más encargos.
Su estilo artístico evolucionó desde los trazos más simples a las viñetas más elaboradas, desde las historietas cortas de una sola página a las tramas largas, del estilo clásico más similar al mítico TBO a la influencia de los cómics franco-belgas. En sus prematuros inicios con tan solo 16 años sus trabajos se asemejaban más bien a lo que se estilaba en los años veinte, treinta y cuarenta. Ello se puede apreciar en su etapa en las editoriales Marco (de 1952 a 1955 con “Kokolo”, “Melenas”, “Don Usura” y “Haciendo el Indio”; de 1956 a 1957 con “La Familia Repollino”, “Curiosidades y rarezas de todo el mundo”, “Furgensio” y “Pie sucio”), Nueva (1995 con “Dreson”) y Ediciones Generales (en 1957 con “Pepe Roña”, “El Caballero Buscabollos”, “El tío Tranca” y “Loony”). Sin duda la etapa que lo catapultó a la fama fue la que tuvo al servicio de la editorial Bruguera, convirtiéndose en el personaje más famoso y representativo de la empresa.
De hecho fue a partir de 1957, con 21 años de edad, que se dedicó profesionalmente al cómic de manera plena, ganándose la vida en lo que realmente le gustaba. Entre 1958 y 1983 creó “Don Adelfo”, “Ellas y…”, “Mortadelo y Filemón” (hasta el presente año 2023), “La Familia Trapisonda, un grupito que es la monda”, “Felisa y Colás”, “La historia esa, vista por Hollywood”, “Increíble, pero mentira”, “Claro que…”, “Ríase…”, “El Escudero Bartolo o ¡qué calor hace, Manolo!”, “Ande, ríase usté con el Arca de Noé”, “13 Rue del Percebe” (hasta el año 2002), “Godofredo y Pascualino viven del deporte fino”, “Polito, tipo duro”, “Cabeza de Ajo, el penúltimo navajo”, “Kitín, el amigo de los niños”, “Balín y balón”, “El botones Sacarino” (hasta el año 1982), “Yo”, “Rompetechos” (hasta el año 2009), “Uhu y el niño Prudencio”, “Don Pedrito, que está como nunca”, “El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo”, “El Sheriff de Porra City”, “Policarpo”, “Pepe Gotera y Otilio”, “Pepsi-Cola presenta a Pepsiman”, “Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera”, “Kina San Clemente presenta a Kinito” y “Tete Cohete”. En su última etapa, de 1986 a 1990, con las editoriales Grijalbo y Ediciones B creó “Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo” y “Rebolling Street”.
De todos sus personajes, sin duda los más míticos y carismáticos fueron “Mortadelo y Filemón”, una parodia de los agentes secretos que empezaron en pequeño formato de historietas breves hasta terminar a partir de los años setenta en la elaboración de extensas aventuras de acción, siempre con ese humor inteligente y avispado acompañado de alusiones indirectas y sutiles a temas de actualidad. El éxito de la serie la convirtió en la más popular de la historia del cómic español. Incluso en los últimos años, tras haber adquirido Ediciones B los derechos, se continúan publicando nuevas historias con guiones y dibujos de otros autores que han seguido el estilo de Ibáñez. De Mortadelo y Filemón se creó merchandising, películas y series de dibujos animados e incluso dos películas con actores de carne y hueso.
Cada personaje creado por Ibáñez representaba una visión humorística y satírica pero nunca mordaz de niños y niñas, hombres y mujeres, ancianos, gordos y flacos, gentes de otras razas y países e incluso de animales. Incluso el mismísimo Ibáñez se autocaricaturizó en algunos cómics haciendo pequeños cameos. Jamás buscó el realismo en personas, animales o cosas, lo cual no excluía a la vez cierto perfeccionismo global capaz de atraer a primera vista las masas de lectores. Los guiones de las historias eran sencillos, carentes de cualquier complejidad y al alcance comprensivo de (casi) cualquier edad. La irracionalidad, el absurdo y lo imposible eran ideas siempre presentes cuyo objetivo principal era no engañar a nadie, pues desde el principio los lectores ya sabían lo que había y a qué se atenían. Obviamente, a pesar de tratar aspectos de nuestra realidad, los personajes de Ibáñez se hallan en un mundo paralelo donde lo imposible es posible. Su humor trataba en clave humorística aspectos de la vida cotidiana, tópicos sociales e incluso temas de actualidad, algunos de ellos complejos pero presentados bajo la máxima sencillez para todos los públicos. A menudo ciertos puristas han querido ver en personajes e historietas incorrecciones políticas o incluso ofensas hacia determinados colectivos, pero en realidad solo existen en la imaginación de las generaciones de cristal y en el pensamiento victimista de la (in)cultura woke o de la cancelación.
La popularidad de sus personajes fue tan fuerte que, en cierto modo, acabó por arrinconar lentamente al resto de dibujantes y personajes de Bruguera, casi hasta el punto de asociar la citada editorial con las creaciones de Ibáñez. Ello en parte se debió al hecho de que mientras éste supo evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos, renovándose aun manteniendo su inconfundible estilo, los demás dibujantes, sin pretender desmerecerlos o desvalorarlos ni muchísimo menos, terminaron obsoletos a pesar de la calidad de sus historietas. Actualmente cuenta con más de 100 millones de álbumes vendidos, convirtiéndose así en el humorista gráfico más prolífico y comercial de nuestra historia.
No solo los niños sino también los adultos disfrutamos de su obra, abarcando a millones de personas de distintas generaciones. En ese sentido, ayudó sobre todo a sobrellevar mejor los tiempos difíciles de nuestro país con una sonrisa e incluso con una carcajada, desde el franquismo hasta la democracia. España necesitaba ocio para los niños y la historieta era un producto barato y fácil de serializar.
Su trayectoria artística se reconoció con numerosos premios: Gran Premio del Salón Internacional del Cómic de Barcelona (1994); Premio Haxtur al Autor que Amamos (2000; compartido con Quino); Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de 2001 (2002); Premio Notario del Humor de la Universidad de Alicante (2008); Premio “El Chupete” al Mejor Comunicador con el Público Infantil (2013); Creu de Sant Jordi (2021); Premio Entrañables de APEI-Cataluña (2014) y Ramblista d’Honor 2016. Fue una auténtica lástima que no se le otorgara el premio Princesa de Asturias a pesar del apoyo logrado y las numerosas reivindicaciones incluso de prestigiosas personalidades de distintas disciplinas. En la ciudad de Barcelona, como catalán y barcelonés ilustre sería un detalle que al menos le dedicaran una calle, unos jardines o una plaza, pues no siempre tienen que ser para políticos o activistas tal y como sucede últimamente, porque él también se lo merece y eso también es memoria histórica.
Fotos: Bruguera / PRH, El Periódico, https://mortadelo-filemon.es, Ricard Cugat, Twitter.