El final del mes de junio viene marcado por la Verbena de San Juan, una fiesta popular de gran arraigo celebrada entre la noche del día 23 y la madrugada del 24. Se suele decir que es la noche más corta del año, si bien ello no es cierto porque en realidad es el día 21, fecha en la cual se produce el cambio al solsticio de verano. La noche que precede la festividad de San Juan es también llamada Noche del Fuego o Noche de las Brujas. Aunque hay cierta discusión acerca de su verdadero origen, ha heredado una serie de rituales, prácticas y costumbres paganas basadas en celebraciones precristianas como el culto al Sol y el alargamiento del día por el solsticio de verano, incluso las fiestas en honor a la diosa Palas, la divinidad del fuego. Dichas celebraciones las adaptó el cristianismo y la Iglesia Católica las hizo coincidir con la fecha de nacimiento de San Juan Bautista.
En Barcelona hay constancia de la celebración de la Verbena de San Juan al menos desde el siglo XII como una fiesta oficial. Los consejeros municipales desfilaban por las calles de la ciudad montados a caballo desde la Casa de la Ciudad hacia el Born recorriendo la muralla en una multitudinaria procesión acompañada de músicos. Cuando pasaban por los baluartes, los cañones disparaban salvas, y lo mismo hacían las galeras ancladas en el puerto. La última cabalgata sucedió en 1635.
A nivel popular se practicaban la recogida de hierbas terapéuticas, los baños de mar, el encendido de hogueras y la diversión en las calles. Por aquellos entonces los barceloneses acudían a la montaña de Montjuïc a buscar hierbas medicinales consideradas capaces de curar todo mal. Incluso se solían comer las frutas de los árboles para adquirir gracia y salud al creerse que en aquella noche éstos estaban bendecidos por la mano de San Juan Bautista.
Los baños de mar en Can Tunis, la Barceloneta y la Mar Bella fueron muy populares como puntos de congregación para la celebración de rituales de renovación y purificación. En las playas barcelonesas la gente cogía agua del mar con conchas grandes y se la echaba encima y entre un grupo de personas. Cuanto más mojado quedaras mejor y si era por una persona de tu sexo contrario entonces mucho mejor. Había la creencia de que bañase antes de San Juan no era bueno porque las aguas todavía no tenían virtudes milagrosas, por eso era necesario esperar a las 0:00h de la noche para proceder, pues ya estaban bendecidas. La gente más anciana aseguraba que en las playas de la Barceloneta y la Mar Bella las aguas se volvían transparentes para poder contemplar bien el fondo del mar y los tesoros que allá tenía.
Se cuenta que en un punto impreciso de la playa de la Mar Bella existía una escalera de 7.000 escalones que conducía hacia un paraíso subterráneo donde todo era de oro y se fabricaban los tesoros que yacían al fondo del mar. El acceso a esta escalera estaba vigilado por gaviotas y era visible porque era el lugar que estas aves frecuentaban en manadas. Por este motivo matar gaviotas era considerado un pecado. También se creía en la existencia de unas conchas luminosas de oro macizo que brillaban solo durante esa noche del año, y que incluso un pescador de la playa del Gasómetro encontró un sistema para descubrir estas conchas y que gracias a ello se hizo rico. Los viejos pescadores de la Mar Bella hablaban del llamado hombre del mar, una extraña criatura que se dejaba ver durante esta festividad y en tierra era igual que los humanos pero al tirarse al mar se convertía en hombre pez. Por esa razón, al ser capaz de vivir tanto en tierra como en mar se sabía todos los secretos del mundo.
El agua dulce si era bendecida también tenía sus propiedades milagrosas. Por ello era costumbre en esa fecha acudir a tres iglesias recoger el agua bendita de cada una de ellas cuya mezcla curaba todas las enfermedades. Igualmente algunas fuentes de Barcelona como la de San Juan y los surtidores de los paseos de Sant Joan y de Gràcia y de la plaza del Duc de Medinacelli eran lugares para remojarse la cabeza a modo de bautizo y así librarse todo el año de los dolores de cabeza.
De hecho encender hogueras estaba prohibido por el culto cristiano según se decretó en el Concilio de Constantinopla del año 680, pero debido al fuerte arraigo de esta tradición no fue posible y también se integró. La mejor manera de asimilarlo al cristianismo fue acogerse al relato de la Biblia, la cual narra en los evangelios que Zacarías mandó encender una hoguera para anunciar el nacimiento de su hijo Juan. Era tradición encender una hoguera y proceder al ritual de saltar al menos tres veces por encima de ella para tener un buen año de salud y felicidad. Las llamas alejaban y asustaban a los seres imaginarios que sólo campaban durante esta noche e incluso los que lo hacían durante el resto del año, y las cenizas curaban las enfermedades cutáneas.
La pirotecnia con fines festivos y no militares empezó a usarse a partir del siglo XV. Una norma del Ayuntamiento de Barcelona de 1780 prohibía específicamente las hogueras dentro de las murallas de la ciudad para esta celebración, por lo que pasaron a encenderse en los alrededores del exterior del recinto fortificado, por el llano de Barcelona. Ello atraía a muchos ciudadanos a pasearse por el cinturón amurallado. Era muy tradicional que niños y niñas fuesen a recoger maderas, muebles y trastos para construir las hogueras. Esta materia prima a quemar una vez conseguida se vigilaba celosamente para evitar su sustracción, ya que se rivalizaba para ver quién hacía la hoguera más grande. Era costumbre coger brasas y lanzarlas en los pozos como un ritual para purificar el agua. Y desgraciadamente, a menudo se sacrificaban gatitos recién nacidos lanzándolos al fuego, pues el gato en aquél entonces simbolizaba el espíritu del mal y la encarnación del diablo. Afortunadamente esta práctica no prosperó.
Testigo de la Verbena de San Juan fue Rafael de Amat de Cortada, barón de Maldà, en sus crónicas conocidas como Calaix de Sastre, donde narraba que poco antes del derribo de las murallas medievales los hortelanos de extramuros y los vecinos del Raval participaban en el montaje de hogueras cercanas al portal de Sant Antoni.
Los niños jugaban al juego del Sol y de la Luna. Se dividían en dos grupos de igual número cada uno, dirigidos por un miembro. Uno simulaba ser el Sol y el otro la Luna. El grupo del Sol se situaba a la luz de dicho astro y el de la Luna a la sombra. Cada grupo se pelaba entre sí a ver quién cogía más miembros para su grupo y en su campo propio. Ganaba quien lograba dominar al grupo contrario. Entonces se decía que había ganado el Sol o bien la Luna. En Barcelona se creía que en esta noche cada estrella que se veía caer auguraba siete años más de vida al mundo o bien cien años más. Los abuelos barceloneses explicaban que durante esta noche las brujas podían bendecir a los perros para que durante un año no se volviesen rabiosos, mientras que las abuelas, más pesimistas, vaticinaban que un día el cielo se hundiría, caerían las estrellas y el mundo quedaría aplastado.
Ya en el siglo XIX las celebración evolucionó prácticamente a la manera tal y como la conocemos en la actualidad, pues la prohibición de encender hogueras y usar pirotecnia decretada en 1820 nunca fue acatada por los barceloneses. Desde 1854 los Campos Elíseos fueron escenario de la fiesta y en 1863 la prolongación del paseo de la Explanada se rebautizó como paseo de Sant Joan porque en el tramo comprendido desde la plaza de la Aduana hasta el Portal Nou las familias tras una buena cena acudían masivamente a este lugar para pasear y disfrutar de las orquestinas, los bailes y los puestos de comida.
La tradición se desarrolló a lo largo del siglo XX de modo más multitudinario con motivo del aumento progresivo de la población. A partir de los años veinte las clases sociales más acomodadas acudían a espacios cerrados como eran los restaurantes, cafés, casinos (como el de la Rabassada y el de San Sebastián), hoteles y salas de fiesta, mientras que las clases populares eran las que encendían las hogueras de las calles y disfrutaban en sus barriadas de las orquestas y las carpas para bailar. Otros lugares de encuentro eran los parques, las terrazas al aire libre, los miradores, el parque de atracciones del Tibidabo, Vallvidrera, las plazas de toros, el rompeolas y las playas. En la Rambla era tradición los concursos de flores.
A partir de la Exposición Universal de 1929 en adelante, el recinto ferial de Montjuïc se convirtió en un punto neurálgico de encuentro social. Hasta allí subían las clases populares para hacer las verbenas y posteriormente para disfrutar de la noche en el parque de atracciones Maricel y Miramar, desde donde tenían unas vistas privilegiadas de la ciudad. El Pueblo Español era otro punto importante para orquesta y baile. Otros puntos eran las entrañables Font Trobada y la Font del Gat. Tras estallar la Guerra Civil española la Verbena de San Juan quedó inevitablemente interrumpida durante los años 1937 y 1938. Durante el franquismo se restableció a partir de 1939, pudiendo celebrarse bailes y fiestas callejeras siempre bajo permiso municipal. Los bares, restaurantes y cafeterías podían permanecer abiertos sin limitación de horario de cierre. En cuanto a la pirotecnia, esta sólo se podía usar únicamente en los lugares expresamente indicados bajo severa sanción en caso de incumplimiento.
En 1947 la Verbena de San Juan tuvo como protagonistas a Eva Perón y Carmen Polo que presidieron una cena en el Real Tenis Club Barcelona. En 1949 las restricciones fueron a menos quedando prohibido el lanzamiento de petardos en clínicas, hospitales y centros donde hubiese ingresadas personas enfermas. En 1951 se prohibieron los fuegos artificiales. En 1967 llegó por primera vez a Barcelona la Flama del Canigó, una tradición que forma parte de la Verbena de San Juan y que ha perdurado en la actualidad. En ese año fue excepcionalmente recibida incluso por las autoridades franquistas en la plaza de Sant Jaume, si bien en los años posteriores llegó de manera semiclandestina hasta el restablecimiento de la democracia. En 1955 un vecino de Arles de Tec, Francesc Pujades, encendió el primer fuego en la cima del Canigó inspirándose en el poema "Canigó" escrito por Mossèn Jacint Verdaguer. Entre 1962 y 1963 el ritual se popularizó en toda la Cataluña Norte y en 1966 cruzó por primera vez la frontera hasta Vic. Después continuaría por Valencia y las Islas Baleares. Durante los años sesenta y setenta las verbenas de barrio sirvieron de algún modo para promover reivindicaciones democráticas y políticas. Fue en este periodo cuando el número de hogueras permitidas empezó a declinar, pasando de más de 800 en 1970 a poco más de 20 en la actualidad.
El 4 de marzo de 1981 el grupo teatral Dagoll Dagom estrenó en el teatro Romea una obra musical llamada "La Nit de Sant Joan" protagonizada por Jaume Sisa y que está dedicada a tan popular festividad. El tema principal todavía suele usarse a modo de himno. Entre 1984 y 1991 los alrededores de la Font Màgica de Montuïc fue punto de organización municipal de la verbena. Sin embargo, tras los Juegos Olímpicos de 1992 dejó de celebrarse allí debido a la gran masificación de gente congregada que generaba problemas de seguridad. Desde hace poco más de 30 años las hogueras se encienden siempre bajo permiso municipal y en unos puntos concretos de la ciudad, generalmente espacios abiertos y alejados de los árboles. La tradición de los niños y niñas de ir a coger madera para montar la pira se puede considerar perdida y una costumbre perteneciente a otros tiempos, aunque no tan vieja.
Al margen histórico, el elemento gastronómico e ineludible más representativo que se consume durante esta festividad es la coca de San Juan, un postre del siglo XIII derivado del roscón con huevos que se comía antiguamente, de forma redonda, que era una reminiscencia del culto al Sol. Su nombre deriva del verbo latino cocere que significa cocer. Se cuenta que nació de la necesidad de aprovechar la masa restante del pan y que las amas de casa las cocían y azucaraban dando lugar a un nuevo dulce. Se elabora con masa de brioche y puede ser de mazapán, cabello de ángel, chicharrón, crema, nata, chocolate y fruta confitada la cual se usa como decoración de casi todas las anteriores modalidades. También las hay de saladas como la de crema de queso, verduras, atún y sobrasada. Se suele acompañar con cava, moscatel, mistela, malvasía, vino rancio, limonada, volados o bien horchata de chufas. En sus inicios, las cocas que se consumían en esta festividad se amasaban en casa y se llevaban a los panaderos para que las cocieran. Ya en el siglo XIX con el nacimiento de las primeras pastelerías la receta se endulzó con la aportación de cerezas y más frutas confitadas y se definió la coca moderna como la conocemos en la actualidad, sobretodo a partir del año 1860, siendo generalizado su consumo desde 1900.
Con bastante fuerza sigue celebrándose la Verbena de San Juan en la actualidad, ya no tanto por motivos religiosos sino por tradición cultural que congrega tanto a creyentes como a no creyentes, tanto a cristianos como a gente de otras culturas y confesiones. Una genuina expresión popular de la cultura mediterránea adaptada a todos los tiempos y que no deberíamos dejar perder.
Fotos: Arxiu Fotogràfic de Barcelona, Associació de Veïns del Congrés-Indians, Destino, Diabòlica de Gràcia, Eva Panadera (evapanadera.blogspot.com), Francesc Català Roca, Jacques Leonard, Nicolás González Albiach, Pérez de Rozas, Sender, Ricard Fernández Valentí, Xavier Miserachs.