domingo, 10 de marzo de 2019

El 8-M: una reflexión personal

La oca de la fuente de la plaza de la Oca, en el Clot, pintada de violeta tras la última manifestación feminista. Foto: Ricard Fernández Valentí

El pasado día 8 de marzo se celebró una vez más el Día Internacional de la Mujer. La fecha en concreto fue establecida por la ONU en 1975 y conmemora una huelga iniciada en la ciudad de Nueva York el 8 de marzo de 1857 convocada por miles de mujeres del ramo del textil que decidieron salir a la calle a reivindicar una reducción del horario laboral, mejoras salariales y la supresión del trabajo infantil. Simbólicamente se usa el color violeta, de cuyo origen existen dos versiones. Por un lado se atribuye a las sufragistas inglesas de 1908 que decidieron adoptar este color como símbolo de lucha, y por otro se cuenta que en el trágico incendio sucedido en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York donde perecieron 123 mujeres y 23 hombres (la mayoría inmigrantes de entre 14 y 23 años), estaban trabajando con telas violetas e incluso el humo del incendio fue de ese color.
El Barcelona el feminismo ha sido contemporáneo. A finales del siglo XIX surgió este fenómeno como un movimiento de carácter social y cultural que cuestionaba la exclusión de las mujeres del mundo de la cultura y a la marginación femenina en general. Por ello se centró en la promoción de sus derechos en los ámbitos educativo, cultural y laboral, carente de signo político. Entre 1889 y 1891 se fundó la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona, la primer organización feminista y reivindicativa creada por Teresa Claramunt, Ángeles López de Ayala y Amalia Domingo Soler, con sede en la calle de la Cadena, en el barrio del Raval.

Manifestación de mujeres por las susbsistencias en Santa María del Mar en enero de 1918. Foto: La Hormiga de Oro

Tras la intensa jornada reivindicativa y en base al contexto social actual que estamos viviendo el 8-M me lleva a hacer algunas reflexiones personales, consciente de que algunas de ellas o todas no serán del agrado de todo el mundo. Sin embargo, apelo a la libertad de pensamiento y de expresión en la misma medida que respeto a quienes discrepan de mis postulados y defienden distintas tesis.
En general, más que un día para celebrar es un día para reivindicar o para ambas cosas a la vez. Aunque la exaltación de las cualidades del sexo femenino así como los logros alcanzados hasta ahora son sobradamente motivo de celebración, en este día se reivindican unos derechos encaminados a alcanzar la anhelada igualdad de derechos y oportunidades. No es objetivo que la mujer sea un calco del hombre, sino que ellas deben conservar y fomentar su propia identidad diferenciada como una virtud y una potencialidad libre de los cánones masculinos. Es así como podrán desarrollarse los criterios de género femenino históricamente tan restringidos y complementar a los masculinos, generando así una interrelación en que hombres y mujeres se enriquezcan mutuamente, alcancen la plena igualdad y a la vez aprendan y disfruten de sus diferencias naturales. Por encima de todo, es fundamental que el feminismo sea una herramienta real y eficiente de transformación social, de transmisión de valores y de democratización social. Igualmente deberían serlo aquellas corrientes sociales que reivindican la igualdad de otros colectivos.

Manifestación feminista durante la Transición, el 17 de septiembre de 1977.
Foto: Manel Armengol

Sin embargo, la realidad nos dice que el feminismo no es un movimiento unificado y uniforme en el cual todas las mujeres se entiendan entre ellas, sino que los diferentes colectivos actúan distinto en función de cómo lo conciben, y ello queda reflejado en acciones tanto moderadas como radicales. Para alcanzar el objetivo del anterior punto, el feminismo debería ser apolítico, pues de lo contrario quedaría secuestrado por unas tendencias políticas determinadas que criminalizarían y coaccionarían aquellas personas que discreparan del dogma impuesto. Cuando algo se politiza deja de ser democrático porque deja de ser de todos y para todos y pasa a ser propiedad de un colectivo que dicta y fija las normas a modo de acatado obligatorio. Las cosas o son de todos o no son de nadie, pero nunca de unos pocos. Desgraciadamente vivimos tiempos en los cuales absolutamente todo se politiza, por activa o por pasiva. Sin embargo, a pesar de la apropiación que algunos hacen a conveniencia y a intereses particulares, el feminismo no es ni de derechas ni de izquierdas, ni capitalista ni antisistema, sino un movimiento transversal en tanto que todo el mundo tiene cabida. En ese sentido, en el camino hacia la igualdad cualquier mujer tiene derecho a elegir poder ser la mujer que desee y definir su propia feminidad. Desde el ámbito educacional es necesario hacer pedagogía, nunca adoctrinamiento.

Manifestación feminista el pasado 8 de marzo. Foto: Lluis Gene (AFP)

Para que el feminismo funcione en su totalidad y pueda extenderse como herramienta de cambios debe evitarse el hembrismo y la discriminación selectiva. El primero a menudo se confunde con el feminismo (incluso algunas hembristas se hacen llamar feministas) y que en realidad pretende imponer políticas y acciones revanchistas mediante la apología de la misandria, es decir, de odio hacia el sexo masculino e incluso intentando establecer un modelo que aliente al hombre al autoodio. En cuanto a la segunda, es un fenómeno irracional e incomprensible consistente en denunciar el machismo y la discriminación de la mujer en unos contextos determinados mientras que se silencian otros. El caso más célebre es el de los países islámicos, en el cual existe un extraño e irracional recelo a pronunciarse. No es una cuestión de racismo, de islamofobia o de prejuicios hacia otras razas y culturas. Al contrario, se trata de extender esa igualdad de derechos y oportunidades a todas las mujeres con independencia de su procedencia o de su condición racial y cultural. Igualmente deberíamos referirnos a aquellas mujeres cuyas ideas políticas o creencias religiosas no compartimos. Nadie vale más o menos por sus ideas y todos formamos parte de un gran equipo y viajamos en el mismo barco rumbo a la construcción de un modelo social mejor.

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