martes, 19 de septiembre de 2017

A los 125 años del Zoo de Barcelona: una mirada al pasado, al presente y al futuro


Se cumplen 125 años de la apertura del entrañable Zoo de Barcelona, un lugar de referencia de la ciudad que nació con la adquisición de una primera colección de animales, multiplicó el número de especies, vivió una etapa de plenitud, decayó y actualmente necesita redefinirse y replantear su futuro para ponerse al día.
Su origen respondió a la necesidad de recuperar el recinto de la antigua Ciudadela para uso ciudadano tras la Exposición Universal de 1888. El Ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso y los más prestigiosos arquitectos propusieron sus proyectos. Además del enjardinado y la reutilización de algunos de los antiguos palacios del citado certamen internacional, se planteó la instalación de un jardín zoológico. Para ello se adquirió la colección privada de animales del empresario y banquero Lluís Martí i Codolar que tenía ubicada en la Granja Vella del entonces municipio de Sant Joan d'Horta. Estaba integrada por 160 animales, de los cuales 117 eran aves, 41 mamíferos y los otros 2 reptiles. Ante el interés por parte de otra ciudad extranjera de adquirir dicha colección, el municipio movió ficha y el 29 de marzo de 1892 inició los trámites de compra, lo cual fue aprobado en Pleno municipal el 26 de abril siguiente.


El 19 de mayo siguiente empezaron las obras de adecuación del nuevo recinto sito en la antigua Ciudadela, proyecto llevado a cargo del arquitecto municipal Pere Falqués i Urpí. Finalmente, tras cuatro meses de obras, el sábado 24 de septiembre del citado año 1892, festividad de la Mercè, a las 9:00h. se abrió al público y sin ninguna clase de ceremonia oficial la nueva sección zoológica del parque. El primer director del recinto fue el médico, taxidermista y veterinario Francesc Darder i Llimona. Un hecho destacado era la venta de comida para que los visitantes la ofrecieran a los animales, implicándolos de ese modo en su alimentación. Sin embargo, el mal uso y el vandalismo que ocasionó daños e incluso muerte por envenenamiento de varias especies obligó a suprimir y prohibir terminantemente esta práctica. La entrada era gratuita, de modo que un sistema de financiación era la venta de crías, la venta de especies excedentes e incluso la venta de huevos de aves, además de pieles, plumas y estiércol. Un año más tarde de su apertura se creó la Junta Técnica del Museo de Ciencias Naturales, del Jardín Zoológico y del Jardín Botánico de Barcelona, encargada de dirigir los citados jardines del parque de la Ciudadela e integrada por representantes municipales y de la sociedad civil, cultural y científica. En 1897 se creó el primer catálogo para dar a conocer las especies del zoológico, y en 1899 se organizó con la división del recinto en tres grandes secciones: primates, especies acuáticas y cuadrúpedos.


En 1906 la anterior Junta Técnica fue sustituida por la nueva Junta de Ciencias Naturales de Barcelona y en 1907 se decidió colocar ante cada instalación de animales un cartel informativo de cada especie con su nombre científico y su lugar de origen con el propósito de atraer más público y ampliar el conocimiento de la diversidad natural de los visitantes. En 1909 se inauguró el Laboratorio Ictiogénico en las dependencias del antiguo acuario de la cascada monumental del parque de la Ciudadela, cuyo trabajo contribuyó a la repoblación de ríos y lagos con especies marinas.
En 1914 murió el animal más emblemático del recinto: el elefante conocido como l'Avi. Su desaparición fue muy sentida y en 1915 fue reemplazado por Júlia, una elefanta regalada por el virrey de Marruecos el sultán Muley Hafid. Posteriormente fueron otros los animales que se convirtieron en instituciones para el deleite del público.
Tras la muerte de Francesc Darder i Llimona en 1917, el cargo fue a parar a manos de su hijo Geroni Darder i Rodés, el cual planteó la construcción de un nuevo jardín zoológico mejor y más moderno, por lo que se barajaron varios emplazamientos. Sin embargo, los problemas económico lo impidieron. En 1923 la dirección pasó a ser bifuncional, de modo que Geroni se encargó de la cría y venta de animales mientras que el veterinario Pere Màrtir Rossell i Vilar se dedicó a la conservación de la fauna del parque.


A partir de 1927 el acceso al zoológico dejó de ser gratuito y pasó a ser de pago, con lo cual se lograron notables beneficios para mejorar las instalaciones. La entrada valía 60 céntimos de peseta.
El año 1929 fue importante y beneficioso en cuanto a número de visitantes debido al certamen de la Exposición Internacional. Numerosas especies de animales se habían adquirido gracias a la existencia de un mercado internacional de intercambio, sobretodo en Europa y el norte de África. Otros llegaron como regalos y obsequios de aristócratas, y también procedentes de circos ambulantes. Además, se mejoraron las instalaciones.
Durante la Segunda República Geroni dejó el cargo por jubilación en 1931, el cual fue a parar a Pere Màrtir hasta su marcha en 1932, siendo sustituido por el conservador de zoología Ignasi de Sagarra i de Castellarnau. Fueron años en los que, debido al mal estado de las instalaciones, se plantearon proyectos de renovación más ambiciosos, principalmente su traslado al parque de Montjuïc, donde ocuparía 30 hectáreas de terreno. El objetivo era concebir el zoológico no como una colección de animales sino como un jardín moderno de estudio de la naturaleza, con una clara función social y científica, y con carácter urbano, público, científico y conservacionista.


Sin embargo, los problemas financieros y el estallido de la Guerra Civil impidieron llevar a cabo la iniciativa. Los bombardeos tuvieron como consecuencia la muerte de numerosos animales del zoológico por inanición y destrucción de instalaciones, además de fallecimientos a consecuencia de enfermedades, dejadez y hambre ante la falta total de cualquier apoyo económico. La mítica elefanta Júlia murió en 1938.
Ya en plena postguerra el proceso de regeneración del jardín zoológico fue muy largo y lento. En 1940 se disolvió la Junta de Ciencias Naturales. En 1941 reabrió el recinto y se creó el Instituto Municipal de Ciencias Naturales. En 1942 reabrió el acuario y a partir de 1944 se incorporaron nuevas especies. A pesar de las reparaciones de los daños causados por los bombardeos, la sensación de dejadez se prolongó durante poco más de una década y media. entre 1946 y 1953 presidió el zoológico el veterinario Antoni Riera Adroher, siendo sustituido en dicho año por el veterinario Joan Plana Rubí. No fue hasta 1955 con el nombramiento del zoólogo y farmacéutico Antoni Jonch i Cuspinera como nuevo director del recinto que empezó una nueva etapa de modernización. Así, a finales de 1956 se aprobó un plan de reforma basado en la mejora del confort de los animales mediante la supresión de las clásicas jaulas y la reproducción para cada especie de sus hábitats naturales, lo cual supuso una notable mejora de la calidad de vida de todos ellos. Ello obligó a ampliar la superficie del recinto que llegó hasta las 13 hectáreas.


En 1958 con la aprobación de un nuevo estatuto del Servicio Municipal del Zoo y la constitución de un nuevo Consejo de Administración el recinto fue adquiriendo mayor vocación científica y educativa que llevó a la creación del Centro de Adaptación y Experimentación Animal de Ikunde, dirigido por el etólogo y primatólogo Jordi Sabater Pi, en Guinea Ecuatorial. El objetivo fue materializar un programa internacional de investigación científica continuada, crear reservas y parques naturales, así como vincular el desarrollo científico y cultural con un turismo de calidad.
La gran nevada de 1962 no solo produjo estragos en toda Barcelona sino también en particular dentro del parque zoológico, pues la gran cantidad de nieve afectó a las instalaciones y algunos animales murieron a consecuencia del frío y la nieve. Tras este paréntesis, al año siguiente las mejoras de las instalaciones se reflejaron con la inauguración de la instalación llamada Gran Fauna Africana, de 8.000 metros cuadrados destinada a numerosas especies de la sabana africana.


El 1 de octubre de 1966, procedente del citado Centro de Ikunde y de manos de Jordi Sabater Pi, llegó a Barcelona el animal más famoso del zoológico de Barcelona y que contribuyó a otorgar a este recinto fama y prestigio mundial: Copito de Nieve (Floquet de Neu), un gorila albino, único en el mundo, que pasó a ser la principal atracción de los visitantes.
La modernidad del recinto quedó también reflejada en 1968 con la inauguración del pabellón de delfines y el aquarama, que constaba de un pabellón cubierto de invierno más una piscina descubierta de verano formada por un tanque central más dos plantas de acuario para diferentes especies de peces. Para la nueva instalación se importaron delfines amaestrados procedentes del Seaquarium de Miami. En ese mismo año el zoológico pasó a depender del Servicio Municipal de Parques y Jardines de Barcelona. En 1972 se inauguraron el aviario y el terrario, modernas instalaciones destinadas para aves y para anfibios y reptiles, respectivamente.


En 1975 se inauguró el Departamento de Educación, el primero de España y uno de los primeros de Europa, destinado a estudiantes con el propósito de fomentar el estudio de la zoología en diferentes ámbitos y niveles, desde infantil hasta universitario.
Ya en plena democracia, en 1983 llegó la orca Ulisses procedente de Islandia y trasladada a una empresa zoológica del Vendrell, y que se convirtió en otra institución más conviviendo con los delfines. En 1985 Antoni Jonch i Cuspinera se jubiló como director, lo cual coincidió con la conversión del zoológico en sociedad privada municipal, dejando de depender de Parcs i Jardins y permitiendo la entrada de financiación privada mediante patrocinio. Durante la década de 1989 a 1999 se produjo un proceso de renovación progresiva con la construcción de nuevas instalaciones y la remodelación de otras. Y coincidiendo con el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992 celebró su centenario con varias celebraciones. En 1994 la orca Ulisses fue trasladada al Sea World de San Diego (EE.UU.) debido a que las instalaciones acuáticas del Zoo no eran adecuadas para la calidad de vida para un cetáceo tan grande como aquél.


Entrados al siglo XXI y hasta llegar a nuestros días han continuado las remodelaciones de las instalaciones que se habían quedado anticuadas con la apuesta por diseños innovadores decididos a garantizar bienestar de los animales y a la vez ofrecer al público una visión integradora del hábitat de las diferentes especies. El año 2003 fue especialmente triste con la muerte el 24 de noviembre de Copito de Nieve, tras haber vivido 37 años en el zoológico y haberse convertido incluso en un icono identitario de la ciudad de Barcelona.
Las últimas mejoras destacadas durante este siglo han sido la creación del Programa de Investigación y Conservación, que sigue directrices europeas de protección y conservación de especies; la creación de la Fundació Barcelona Zoo, para desarrollar los proyectos del anterior; y la reforma de la Granja del Zoo para fomentar su vertiente educativa.
El futuro del Zoo de Barcelona se presenta muy abierto y en parte incierto al barajarse distintas posibilidades desde la remodelación hasta su clausura definitiva. Para debatirlo se ha creado un equipo de trabajo de 40 personas entre las cuales se incluyen partidos políticos, asociaciones animalistas, científicos y expertos en el ámbito zoológico, así como representantes de las asociaciones vecinales de Barcelona, técnicos del Zoo y de los trabajadores.


Es una auténtica lástima que, finalmente, se haya descartado la construcción del Zoo marino al lado del Fòrum que hubiese permitido al antiguo recinto del parque de la Ciutadella remodelarse mejor, integrarse en el entorno urbano, eliminar densidad de población animal y especializarse exclusivamente en especies terrestres que ocuparían espacios más adecuados imitando su hábitat original. La oposición al nuevo recinto marino alegó argumentos medioambientales. Sin embargo, el proyecto se preveía bajo severos criterios de sostenibilidad con el aprovechamiento de recursos naturales, la minimización de materiales y de gasto energético e integración en el entorno. A cambio, se ha permitido en la costa mediterránea incluido en Barcelona hacer realidad otros proyectos muy agresivos contra el medio ambiente sin ninguna clase de inconveniente, los cuales mejor no citar. Todo un ejemplo de hipocresía y de intereses económicos. Desde el año 2017 el nuevo director, el biólogo Antoni "Sito" Alarcón pretende impulsar el Zoo en base a las conclusiones del Pla Estratègic y que se fundamenta en la conservación, la investigación y la educación como ejes fundamentales.
En el siglo XXI los parques zoológicos, incluido el de Barcelona, deberían abandonar su función de mero espacio de exhibición de animales a modo de museo viviente para convertirse en centros especializados en la protección de especies en peligro de extinción y en el desarrollo de la biodiversidad. Así, pues, la presencia de determinadas especies carecería de sentido en favor de las más vulnerables.


La bióloga y jefa de Conservación e Investigación de la Gerencia Científica de la Fundación Temaikén, Carina Righi, considera que los zoológicos en su función de conservación de las especies, de la naturaleza y de la biodiversidad deberían cumplir los siguientes requisitos: 1) Aumentar el compromiso con la conservación de la naturaleza como principal meta y objetivo; 2) Trabajar y aportar la investigación in y ex situ; 3) Llevar a cabo programas de educación que involucren problemáticas medioambientales; 4) Desarrollar instalaciones de animales atractivas y a la vez que contemplen el bienestar animal; 5) Utilizar el poder colectivo de asociaciones mundiales y/o regionales para informar e influir en el cambio político en relación al medioambiente; 6) Trabajar para la recaudación de fondos para la acción conservacionista; 7) Defender en todo momento el papel de los zoológicos ante el público en aspectos de enfrentamiento, y ser perseverantes en la persecución de la misión conservacionista; 8) Aumentar la cooperación entre instituciones para mejorar el uso de los recursos limitados y actuar de manera global; 9) Adoptar y usar los avances tecnológicos para reforzar la comunicación, investigación y  educación; 10) Promover estructuras de organización que potencien a todos los niveles los esfuerzos individuales, y adoptar planteamientos de equipo; y 11) Valorar, reclutar, formar y conservar el personal a todos los niveles.


Para ello, el Zoo de Barcelona debería remodelar su actual espacio en el parque de la Ciutadella con la opción de recuperar el proyecto del Zoo marino, o bien trasladarse definitivamente fuera de la ciudad y crear una gran reserva para que los animales disfrutaran de un ambiente lo más parecido posible a su hábitat natural, como podría ser en comarcas cercanas a la ciudad.

Fotos: Arxiu del Parc Zoològic de Barcelona, enarchenhologos.blogspot.com, Institut Municipal d'Història, J.Fàbregas, lameva.barcelona.cat, forgasarquitectes.com, Vertic, zoobarcelona.cat.

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