En el barrio del Raval, concretamente en el sector llamado de Santa Madrona, cuna del mítico Barrio Chino barcelonés, se halla el pasaje de Gutenberg, cuyo acceso principal se efectúa por la calle del Arc del Teatre y desemboca en la calle de Cervelló, detrás de la Torre Colón. Se trata de un callejón estrecho, gris, solitario, triste y feo. Apenas hay alma alguna que lo cruce, a menudo perfuma a orines y al oscurecer impone respeto. Aparentemente carece por completo de interés y resulta muy normal que casi nadie quiera pasearse por allí, mucho menos un turista, o incluso molestarse en dedicarle un artículo. Aparentemente, claro, porque si una cualidad tiene Barcelona es que incluso el rincón más vulgar contiene una historia interesante.
Anteriormente a la existencia de este pasaje, hasta mediados del siglo XIX en los terrenos que ahora ocupa solo habían huertos cuya extensión limitaba con la antigua muralla medieval. En el mismo lugar llegó a instalarse un circo e incluso se efectuaron pruebas de navegación aérea con un primitivo globo que tuvo notable éxito de público.
Al cabo de pocos años los huertos dieron paso a un conjunto fabril en forma de "U" que constaba de un edificio principal de cinco plantas con sótano más una agrupación de almacenes y cubiertos anexos. Quedaba delimitado por las calles de Monserrate (Montserrat), Trentaclaus (Arc del Teatre), Mediodía (desaparecida) y Portal de Santa Madrona. Este complejo dio lugar a un pequeño pasaje particular sin salida cuyo único acceso se efectuaba a través de la calle del Arc del Teatre por una entrada cubierta de arco integrada en el edificio principal, muy similar a las que hoy día podemos encontrar en los pasajes de Bernardí Martorell o de Sert. Carecía de nombre, pero fue popularmente conocido como el pasaje de Tasso.
El nombre se debió al impresor menorquín Lluís Tasso Gonyalons nacido en Mahón en 1817 y que, tras haber aprendido el oficio en los talleres mahoneses de Pedro Antonio Serra y haber contraído matrimonio con la hija de éste, decidió trasladarse a Barcelona en 1834 e instalar su propia imprenta. Habiéndola ubicado en distintos lugares de la ciudad en función de las necesidades y del crecimiento del negocio, en 1862 la asentó definitivamente en el citado conjunto. Sin embargo, allá ya había instalado otro impresor, un tal Francisco Sánchez, con el cual convivió y del que no se han podido hallar más referencias. Al poco tiempo adquirió la "Librería Histórica" y abrió otra llamada “El Plus Ultra”. El prestigio de la Imprenta Tassó se equiparó a la Imprenta Barcelonesa, de la familia Piferrer y ubicada en la calle de les Tàpies, considerada entonces la más importante de Barcelona. El mérito más destacado del señor Tasso fue la unificación del oficio de impresor con el de editor, pues antes ambos trabajaban por separado a modo de dos empresas. Tras esa unidad, surgió el término "casa editorial".
Debido a que era una persona con elevado poder adquisitivo, adquirió una manzana del Eixample en propiedad comprendida por las calles del Consell de Cent, Roger de Flor, Diputació y el paseo de Sant Joan. Allá se abrió en 1871 un pasaje bautizado con el nombre de Tasso, cuya denominación fue oficial a diferencia del pasaje donde se hallaba su imprenta, de modo que en realidad no existía duplicidad. Sin embargo, para establecer diferencias, al pasaje del Raval pasaron a llamarlo popularmente como el pasaje de la Imprenta Tasso.
En 1880 Lluís Tasso Gonyalons falleció en Barcelona tras padecer una larga enfermedad, motivo por el cual su hijo su hijo Lluís Tasso Serra ya se había hecho cargo del negocio tres años antes, capitalizándolo con adelantos técnicos que lo dotaron de una estructura técnicamente moderna. Precisamente en el mismo año de fallecimiento de su padre, fundó la revista semanal "La Ilustración", publicación con la cual contribuyó a transformar la prensa española dando importancia a la fotografía no como una mera ilustración sino como un reflejo de la realidad. Para ello mantuvo una estrecha colaboración y amistad con el fotógrafo y retratista Miguel Aragonés, cuyo estudio fotográfico se ubicaba justo al lado de la Imprenta Tassó. Desde entonces, Lluís Tassó Serra pasó a la historia de las artes gráficas como uno de los editores de álbumes que introdujo la imprenta con procedimientos de copiado fotográfico y con procedimientos como la autotipia, el heliograbado o el fotograbado directo del natural.
Al fallecer en 1906 dejó la imprenta a manos de su yerno o hijo político Alfons Vilardell Portuondo (marido de Magdalena Tasso Matamala) el cual lo convirtió en uno de los negocios más importantes de edición e impresión y sus industrias derivadas de Barcelona, pues contaba con grandes talleres para composición, tipografía, fotograbado, máquinas de imprimir, encuadernación y fondo editorial.
Paralelamente a este negocio, en 1889 constaba la existencia en el pasaje de la Imprenta Tasso de una academia de esgrima para hombres y mujeres, llamado Gimnasio Higiénico, que funcionaba de las 8:00h. de la mañana a las 23:00h. de la noche. El director técnico del centro era Luís R. Borés, el profesor de armas Lorenzo A. García y el director facultativo Enrique Blasco. Impartían además clases especiales para personas enfermas, y puntualizaban que el sistema de enseñanza utilizado evitaba la aparición de dolores intensos producidos por los ejercicios gimnásticos. De este equipamiento deportivo no se han podido obtener más datos al respecto.
El 29 de marzo de 1922, el Ayuntamiento de Barcelona decidió bautizar al pasaje de la Imprenta Tasso como pasaje de Gutenberg, en homenaje al impresor y grabador alemán Johannes Gutenberg (Maguncia 1398-1468), inventor de la prensa de imprenta con tipos móviles moderna. A modo de curiosidad, pues pocos lo saben, el verdadero nombre de este inventor era Johannes Gensfleisch, pero debido a que su apellido tenía semejanza con "gänsefleisch" (carne de ganso) decidió cambiárselo para evitar las mofas.
En 1936, al estallar la Guerra Civil, la Imprenta Tasso fue incautada por el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, por lo que Alfons Vilardell Portuondo se vio obligado a abandonar la gerencia y exiliarse con su esposa. Tras finalizar el conflicto bélico, regresó a Barcelona, vendió el edificio y la maquinaria, quedando la empresa desmantelada y la imprenta definitivamente inactiva.
Durante la postguerra, el conjunto industrial fue adquirido por dos empresas que instalaron allí sus negocios: en el número 5 del pasaje se ubicó una fábrica de recambios para automóviles y en el número 6 una fábrica de lámparas. Sin embargo, el contexto era muy distinto al de la gloriosa etapa que marcó la Imprenta Tasso. El pasaje de Gutenberg pasó de ser un núcleo de producción cultural de primer orden a devenir lugar inhóspito donde eran habituales los atracos con arma blanca o incluso con arma de fuego por parte de bandas de atracadores que perseguían y acorralaban hasta allá a sus víctimas para sustraerles sus pertenencias. De ello hizo eco la prensa de la época. Los alrededores del pasaje y mucho menos el mismo pasaje no eran lugares aptos para el paseo. Además de los focos de miseria y prostitución, el panorama de degradación se completaba con la presencia de edificaciones en ruinas y solares vacíos a consecuencia de los bombardeos de la Guerra Civil.
Ello ofrecía mala imagen, por lo que el Ayuntamiento de Barcelona aprobó un plan urbanístico para construir una nueva avenida bautizada con el nombre de García Morato (actual avenida de les Drassanes). Así fue cómo se resucitó el antiguo e impopular Plan Baixeras, con la pretensión de abrir una vía de circulación desde Colón hasta la calle de Muntaner, partiendo el Raval en dos. En 1964 se inauguró el tramo comprendido entre Colón y la calle del Arc del Teatre, hecho que supuso el derribo de un tramo de las calles del Arc del Teatre y del Cid y la completa desaparición de las calles de Cirés y Migdia. Sin embargo, la fuerte oposición vecinal al plan tuvo como resultado que solo llegara hasta la calle del Conde del Asalto (actual Nou de la Rambla). Allá donde hubo casas en ruinas y solares vacíos transcurría un paseo con modernos bloques de viviendas y oficinas que cambiaron el paisaje de aquél Barrio Chino tradicional y popular. El conjunto fabril del pasaje de Gutenberg empezó a ser completamente derribado salvo las fincas de los números 1, 3 y 5, permitiendo abrir el callejón hasta la calle de Cervelló. Pero justo allí enfrente, entre 1967 y 1971 se edificó el rascacielos conocido como Torre Colón, un edificio singular de 25 plantas destinado a oficinas.
En 1975 se construyó un moderno bloque de viviendas llamado Apartamentos Gutenberg situado en el número 7 del pasaje y cuya fachada daba también a la calle de Cervelló. El lado correspondiente a los números pares pasó a ser ocupado por una pista polideportiva municipal y una escuela pública (actual CEIP Drassanes) de educación infantil y primaria cuya entrada principal es en el número 8-10 de la avenida de les Drassanes. Estos dos equipamientos fueron también inaugurados en 1975.
En noviembre de 1987 los Apartamentos Gutenberg acogieron temporalmente a un grupo de familias que fueron desalojadas de un bloque de viviendas de la calle de Tarros que, debido a su mal estado, tuvo que ser forzosamente derribado. Ese mismo año coincidió con el inicio de los primeros derribos, rehabilitaciones e higienización en el distrito de Ciutat Vella y que tendría especial incidencia en el Raval con el llamado "esponjamiento". Como resultado de ello en 1992 se erigió un nuevo bloque de viviendas y oficinas situado en el número 3 del pasaje.
En el año 2012 los Apartamentos Gutenberg fueron rehabilitados, reformados y reconvertidos en el Chic & Basic Ramblas, un hotel de diseño de tres estrellas cuya singularidad reside en el hecho de que su interior está decorado imitando a la Barcelona de los años sesenta, combinando la modernidad de sus servicios pero con un toque retro o de ambiente "cool", mediante fotografías, decorados, mobiliario y elementos de la época. La recepción del hotel está presidida por un Seat 600.
Esta es la historia del pasaje de Gutenberg, es decir, de un callejón estrecho, gris, solitario, triste y feo. Sin embargo, quien conozca su historia y decida pasar por allí, dejará de verlo con los mismos ojos porque las apariencias engañan y nunca nada es lo que parece, mucho menos en una ciudad como Barcelona. ¿Quién podrá decir ahora que el pasaje de Gutenberg es un vulgar callejón carente de interés?
Fotos: La Ilustración, La Vanguardia, Ricard Fernández Valentí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario