El turismo se ha convertido en fuente de polémica en Barcelona. Lo que antes se apreciaba positivamente a raíz de los Juegos Olímpicos de 1992 porque supuso la apertura de la ciudad al mundo y un motivo de orgullo que los forasteros se interesaran por conocernos, ahora se ha convertido para mucha ciudadanía en un lastre.
Borracheras, alborotos nocturnos, aglomeraciones, privilegios de los visitantes sobre los mismos barceloneses, proliferación de hoteles, proliferación de pisos turísticos, privatización del espacio público, desaparición de comercios tradicionales e históricos y pérdida de la identidad real son las principales consecuencias que se vienen denunciando durante estos últimos años. Pero la culpa no es del sector turismo porque éste es un gran generador de beneficios económicos, sino de la pésima gestión de un modelo ya obsoleto y que requiere de una urgente renovación. La Barcelona actual ya no es la de los Juegos Olímpicos ni mucho menos la de la Exposición Internacional de 1929. Debido a la crisis económica las administraciones se han apoyado excesivamente en este sector cuya rentabilidad lo convierte en una indiscutible gallina de los huevos de oro para la ciudad, pero todo y así el dinero deja anualmente no se ve suficientemente reflejado en mejoras urbanas y sociales como debería ser. Muchos se preguntan a dónde va a parar ese dinero que nos dejan los turistas. Aparte de evitar posibles casos de corrupción, enriquecimiento personal e inversiones en proyectos irreales es importante potenciar otros sectores de los cuales Barcelona los tenga como virtud.
Que el turismo dejara de ser la principal y casi única economía fuerte de Barcelona no debería significar la reducción de su potencial en favor de otros sectores porque ello no conllevaría a un incremento de la economía sino solamente a repartir distributivamente y uniformemente hacia las otras ramas económicas. En realidad se trataría de mantener ese nivel e intentar que sean los otros sectores quienes sumen y se coloquen a la misma altura del turismo, lo que repercutiría en un incremento de conjunto de la economía de la ciudad.
Sin embargo, una ciudad llamada a ser cosmopolita, abierta e integradora no puede destacar por igual en todos sus sectores y mantenerlos equitativamente. Toda ciudad es potente en unas especialidades concretas en base a sus características, a su identidad y a sus circunstancias. Es decir, la fortaleza de un sector puede funcionar en un modelo de ciudad contribuyendo a su prosperidad mientras que en otra ciudad resultaría un negocio ruinoso. Aunque el fenómeno de la globalización pretende uniformizar, a pesar de compartirse rasgos comunes siempre termina prevaleciendo la personalidad de cada una.
Para mejorar el modelo de ciudad que es Barcelona primero debe conocerse bien y saber qué aspectos la definen para luego decidir sus sectores económicos potenciables. Aunque todavía se mantienen parcelas agrícolas como la de Horta la Ponderosa en el barrio de Vallbona y algunos huertos urbanos, y en algunas zonas de Torre Baró se practica el pastoreo, el sector primario no puede ser una gran economía, lo que no significa que estos reductos deban ser eliminados sino más bien todo lo contrario puesto que la variedad supone un enriquecimiento. La industria tiene poco sentido dentro de una urbe postindustrial y de servicios como Barcelona, que además debería apostar más por la sostenibilidad y la mejora de su medio ambiente urbano. Es preferible que toda fábrica se localice en los grandes polígonos industriales del extrarradio, donde hay suelo abundante y barato para su desarrollo y buenas infraestructuras de comunicación.
Y lo mismo se podría decir de los llamados espacios-almacén, algunos de los cuales todavía se conservan activos en naves y edificios industriales situados por ejemplo en los barrios del Poblenou, Baró de Viver y Bon Pastor. En definitiva, del mismo modo que el progreso de las ciudades llevó a la expulsión de la agricultura, ahora debería expulsarse la industria salvo casos excepcionales que justifiquen una presencia mínima e integrada de este sector.
El nuevo modelo de crecimiento y promoción de la ciudad debería basarse en cinco directrices, a su vez cinco lemas a través de los cuales se ramificarían todas las variables que contiene una urbe como Barcelona para permitir su proyección hacia el futuro garantizando paralelamente el nivel y la calidad de vida de su ciudadanía, haciendo compatible desarrollo empresarial y económico y bienestar social. Dichas directrices se interrelacionarían creando una gran red en la cual el beneficio de un sector repercuta positivamente de forma directa o indirecta en beneficio de otros sectores.
1. Barcelona, ciudad de turismo. Mantener este sector es fundamental. Cuando hablamos de regular no significa atraer a menos visitantes y que los turistas dejen de interesarse por nosotros como algunos desearían, sino apostar por un modelo de calidad que excluya los problemas anteriormente mencionados. Además del turismo comercial al que estamos acostumbrados, debería apostarse por un turismo social y cultural más especializado, en el cual los visitantes participan en actividades, se enriquecen y resulta más amable para la ciudadanía barcelonesa, además de repercutir al establecimiento de una relación de interculturalidad.
2. Barcelona, ciudad de ferias y congresos. La apuesta por celebrar eventos locales, nacionales e internacionales es un incentivo para animar a que las empresas opten por instalar su sede en la ciudad, creando así puestos de trabajo desde servicios básicos hasta profesiones cualificadas que contribuyan a los estudiantes universitarios poder acceder al mercado laboral en algo relacionado a su licenciatura o graduación. Además, se ofrece la posibilidad de mostrar ante el público novedades e innovaciones de nivel mundial y de recibir nuevas inversiones. En ese sentido, resultaría muy interesante resucitar la desaparecida Feria de Muestras. El recinto ferial de Montjuïc debería modernizar sus viejas instalaciones y la de Pedrosa situada en el término municipal L'Hospitalet de Llobregat finalizar su ampliación, recuperando así todo el conjunto la categoría de feria no solo de Barcelona y Cataluña, sino también de España, de Europa y del Mediterráneo.
3. Barcelona, ciudad de comercio y restauración. El sector del comercio es el alma mater de la ciudad, lo que otorga vida por las calles barcelonesas. A gran escala, Barcelona a través de sus grandes economías de aglomeración como son el puerto, el aeropuerto y la Zona Franca así como su red ferroviaria debería mantener y potenciar su capacidad como centro logístico de recepción y distribución de mercancías, convirtiéndose así en la capital del Mediterráneo. A pequeña escala, es fundamental facilitar el desarrollo del comercio de barrio para mantener esa capacidad de disponer de una oferta tan amplia y variada que permite al cliente poder adquirir toda clase de productos, desde los más básicos hasta los más inéditos. El modelo de grandes superficies entendidas como motores de desarrollo económico ha quedado obsoleto, además de resultar globalizador, poco rentable y destructor de pequeños negocios tradicionales. Igualmente, debería revisarse el catálogo de patrimonio e incluir aquellos comercios históricos que han otorgado identidad real para su conservación. Una manera de estimular la compra en el pequeño comercio de barrio sería mediante la celebración más frecuente de ferias de comercio y gastronómicas mediante una mayor permisividad y flexibilidad económica que evite las actuales dificultades y los elevados alquileres.
4. Barcelona, ciudad de arte y cultura. Una de las potencialidades de Barcelona que debería recuperarse es su capitalidad como centro de arte y cultura, tal y como lo fue a finales del siglo XIX y principios del XX y durante los años sesenta y setenta. Es necesario que la ciudad sea un referente de atracción de artistas y nuevas promesas emergentes que puedan expresar sus inquietudes artísticas, contribuyendo a la reapertura de talleres de arte y galerías, así como aumentar la presencia por las calles de las ferias de artistas. La infraestructura de centros culturales, museos, bibliotecas, cines y teatros debe conservarse y potenciarse, así como la recuperación de la avenida del Paral·lel como el gran eje de ocio y espectáculos de Barcelona. Las administraciones deberían evitar un exceso de control sobre la oferta cultural y regular por consiguiente la presencia de centros cívicos municipales en favor de nuevas iniciativas vecinales para la creación de centros culturales autogestionados, hecho que permitiría una mayor libertad de creación y difusión de la cultura social por la ciudad. En ese sentido, debería haber un mayor equilibrio entre la cultura institucionalizada y la cultura popular, haciendo sentir que es un ámbito al alcance de todos y no de unos privilegiados.
5. Barcelona, ciudad de investigación y desarrollo. Este ámbito es el pez que se muerde la cola en positivo, es decir, a más investigación, innovación y desarrollo, mayores inversiones para ello, lo que repercute a aumentar la capacidad de trabajo, comportando una nueva inversión para ello, y así sucesivamente. La ciudad debe apostar por liderar su capacidad de crear, innovar, mejorar y aportar en todo lo referente al ámbito científico, abarcando desde lo tecnológico hasta lo biosanitario. Entre otras cosas, permitiría el estímulo por la investigación y evitaría la fuga de estudiantes, licenciados, médicos y científicos hacia el extranjero, a la vez que se podría crear una red nacional e internacional para intercambio de experiencias.
Esas cinco directrices que definirían el potencial de Barcelona deberían dejar un gran beneficio económico destinado a mejoras sociales en cuanto a invertir en equipamientos culturales, educativos, deportivos y sanitarios, además de regeneración urbana y mejora de las infraestructuras de transporte. Una prioridad importante e ineludible es terminar con esa percepción de que Barcelona se encuentra saturada y que su principal problema es un exceso de población y la escasez o insuficiencia de servicios. Un gran pacto entre todas las fuerzas políticas de las administraciones y, a su vez, con la ciudadanía, debería dar ese golpe de timón para reconducir la ciudad de Barcelona hacia un futuro mejor.
Fotos: Archivo ABC, Archivo La Vanguardia, Danny Caminal, Gianluca Battista, Xavier Recasens, www.bitmovin.net, www.grilk.com, www.realestatepress.es, www.suitelife.com, www.upf.edu.
Cuando hablas de las ferias y congresos, creo que construir aquel macrocentro para ferias en hospitalet fue un error, se debió potenciar montjuïc adaptandolo a los nuevos tiempos...
ResponderEliminarun apunte Ricard.
ResponderEliminarLa invasion de turismo basura se hizo una realidad a raiz ddl Mundial,de Futbol de 1982 degenerando a pasos agigantados hasta hoy.
Hola Jorge:
ResponderEliminarGracias por tu aportación. Bueno, la verdad es que la feria de Montjuïc ha quedado anticuada y merecería una renovación. Posiblemente la ampliación de la feria en L'Hospitalet se hizo sin miras a renovar la existente en Montjuïc.
Un abrazo.
Hola Richy:
ResponderEliminarGracias por tu aportación. Pues posiblemente empezó a raíz de los mundiales de 1982, aunque a partir de 1992 se aceleró la degeneración. Durante los próximos meses veremos qué nos depara y cómo quedará todo tras las elecciones del 24 de mayo.
Un abrazo.
Además de lo tangible, sí eres observador podrás percibir el patrimonio intangible: la actitud de la gente, sus lenguajes, las dinámicas a la hora de relacionarse y lo que expresa su vestimenta. Y otro punto a favor que siempre estamos buscando al viajar: el precio es ideal porque es popular, así que al mercado se dijo.
ResponderEliminarFuente: galapagos trips cheap