miércoles, 4 de febrero de 2015

Las identidades políticas como identidades artificiales: el auténtico "problema catalán"


Veo impotente la progresiva desaparición de comercios históricos y emblemáticos de Barcelona que tanta personalidad y carisma han otorgado a los barrios donde se fundaron. Veo también el cierre de salas de cine llenas de historia que tanto contribuyeron al fomento del ocio y la cultura. En su lugar, aterrizan las grandes franquicias multinacionales sobradas de dinero, capaces de fagocitar todo lo que encuentren por delante. Sin embargo, a pesar de que ello es una consecuencia de la globalización y que afecta también a muchas ciudades del mundo, este fenómeno me ha hecho reflexionar acerca de la cuestión identitaria. Muchos se preguntan por qué nuestros gobernantes nacionalistas, a menudo tan obsesionados hasta límites casi enfermizos por preservar una identidad catalana, no son capaces de evitar la despersonalización del territorio, preservando aquellos locales y elementos que han otorgado una identidad real y genuina. Parece contradictorio que los mismos que tanto alardean de defenderla la dejan perder pero desgraciadamente así sucede.



La cuestión principal es qué entendemos por identidad catalana. Por un lado, tendríamos la identidad cultural, que abarca la lengua, la cultura, las creencias, los valores, la educación, el arte, la historia y el folclore, entre otros aspectos creados por la humanidad. Por otro, habría la identidad territorial, que define el sentimiento de pertenencia a un lugar determinado, tanto a escala local como a escala nacional o mundial. En ambos casos es la sociedad quien la crea pero nunca se destruye sino que se transforma, porque somos seres dinámicos y todo evoluciona al ritmo que lo hacen las personas. Solo desaparecería si aquel territorio se deshabitara. En ese sentido, la identidad nunca es estática ni se mantiene igual con el paso del tiempo porque va ligada al progreso y a los cambios en los hábitos y las pautas de comportamiento todo y transmitir los mismos valores a las nuevas generaciones. El resultado de la identidad de un territorio determinado es la suma de la personalidad de todos y cada uno de sus habitantes, tanto nativos como forasteros.



Luego existe la identidad política, que se caracteriza por su artificialidad, por disfrazarse de identidad cultural y nacional para apoderarse de ambas con fines imperialistas mediante el adoctrinamiento de la sociedad. Para ello se toman elementos culturales como por ejemplo la lengua y la cultura, así como ciertos elementos morales y éticos (a veces también religiosos) para ensalzarlos a conceptos que definen la patria. De ese modo, se coacciona sutilmente a las personas, alterándoles su identidad natural hasta el punto de convencerlas de que para ser buenos patriotas deben asumir y acatar obligatoriamente estos valores que pasan a definir esa patria, pues en caso contrario corren el riesgo de ser excluidos o marginados, para ser finalmente vistos como traidores. Así, quienes hasta ahora eran ciudadanos libres e iguales pasan a ser unos individuos extraños que se ven condenados a reformular nuevamente su vida para no vivir a remolque. Todo queda reforzado mediante la manipulación de la historia vendiéndola como la verdadera y la oficial, ignorando determinados episodios, idealizando otros y objetivando juicios de valor completamente subjetivos de hechos, hazañas y personajes. El paisaje urbano también se adapta al cambio, destruyendo aquellos espacios o elementos que no se ajustan a la nueva historia oficial, y dejando morir lentamente los que no sean rentables a la causa. Así, la ciudad o cualquier municipio también se "reinventa" y contribuye a reforzar sólidamente la veracidad de esos nuevos valores. Y la coacción continúa hacia quienes defienden esa ciudad o municipio que desaparece, acusándolos de ir contra el progreso, de impedir la evolución y, sobretodo, de ser unos añorados del antiguo régimen como si de fascistas se trataran, este último un viejo truco muy conocido, usado recurrentemente contra quienes tienen la osadía de pensar diferente.



En política a menudo se habla del llamado “problema catalán”, consecuencia de esa singularidad de Cataluña. Permítanme mi atrevimiento por afirmar que eso es algo inexistente, puesto que nunca he visto, percibido o experimentado tal "problema". No creo en absoluto que en Cataluña, por su condición social y cultural, exista un problema adicional y específico que suponga automáticamente un conflicto con otros territorios del país. Todos los territorios del mundo son singulares y devienen hechos diferenciales, pero a su vez en esa diferencia somos todos iguales en tanto que compartimos rasgos universales. El caso catalán no es, pues, un fenómeno aparte de los demás. En ese sentido incluso el mismo Woody Allen ironizaba al respecto sobre ello en “Vicky Cristina Barcelona”, una buena película tristemente incomprendida que merecería dedicarle un artículo por la visión que trata sobre la ciudad. La diferencias se dan a escala política, donde el hecho diferencial se convierte innecesariamente y por intereses personales en motivo de conflicto, tratándose de un “problema político catalán”, y no de un "problema catalán".



Con la llegada de gentes procedentes del resto de España durante el siglo XX, y ahora con la presencia sumatoria de población del resto del mundo se teme por esa identidad catalana. No hay nada que temer, puesto que nada desaparece sino que solo se transforma. Es la sociedad quien finalmente decide qué se conserva, qué se mantiene y qué se construye, y eso forma parte de la evolución natural que nosotros marcamos y, en definitiva define qué territorio queremos. La pretensión de conservar y perpetuar un modelo determinado de identidad es irracional y carece de sentido. No se puede "congelar" o "momificar" algo completamente ausente de inmovilidad porque las nuevas generaciones, aunque se les transmitan los mismos valores, suponen inevitablemente una nueva mentalidad y otra visión del mundo adaptada a los nuevos tiempos. La identidad catalana de la Edad Media no era la misma que la del siglo XVIII, y esta ya no era igual a la de hace medio siglo que, a su vez, no coincide con la actual, ni en Cataluña ni en ningún lugar del mundo habitado. Por tanto, apostar por un modelo estático es, además de imposible, perverso porque solo beneficia a quienes artificialmente lo han creado. Ante una hipotética viabilidad, sería peligroso porque conllevaría a un estancamiento y a un empobrecimiento socio-cultural. El problema de la identidad política es que solo defiende esa identidad inventada, y mientras así sea y muchos crean en ella como la verdadera, no importa que aquellos lugares, valores y elementos de la identidad socio-cultural que no estén integrados en el concepto de "patria" terminen desapareciendo.



Gracias al contacto con otras lenguas extranjeras, las lenguas locales renuevan su vocabulario e introducen nuevas expresiones; el contacto con otras culturas transforma tradiciones y pautas de comportamiento incluso tomando el folclore "forastero" para convertirlo en local; y el contacto con personas de distinta procedencia está conllevando a un nuevo mestizaje. No olvidemos por ejemplo que los "castellers" tienen origen valenciano y la "rumba catalana" es una adopción de la rumba andaluza. Y a quienes ahora temen porque muchos jóvenes se han decantado por celebrar el Halloween el día de Todos los Santos, les contestaré que dicha tradición se adoptará y a corto plazo podremos hablar de un Halloween catalán con rasgos singulares y diferenciados del norteamericano. Y a pesar de tras tantas transformaciones Cataluña seguirá existiendo con sus lenguas, sus culturas, sus gentes y sus valores. En definitiva, perdurará su verdadera identidad. ¿Qué necesidad hay, entonces, de que exista una llamada política identitaria destinada a "petrificar" un modelo de conveniencia, destinando unos valiosos recursos económicos que tan útiles serían para invertir en otros menesteres? Por favor, dejemos que Cataluña evolucione hacia donde deba evolucionar, pues estoy seguro que su ciudadanía sabrá el rumbo a tomar porque esta tierra jamás dejará de ser lo que es. Evitemos que se interfiera sobre cómo debemos ser, y dejemos que tanto las identidades del pasado como las identidades artificiales mueran en paz.

Fotos: Arxiu BTV, Culturaca.com, EuropaPress, Pere prlpz, Blog Sadestral, Servei d'Arqueologia de Barcelona.

6 comentarios:

  1. Ricard... Por donde empiezo ??
    No se...
    Felicidades !!!
    Eres un crak !!
    Supongo que como persona estas a la altura de tus articulos...
    Un saludo..

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  2. Alejandro Cifuentes7 de febrero de 2015, 19:13

    "El problema catalán se llama España".

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  3. El problema catalan entre otros es usar hasta un blog de una excelente persona, respetuoso con todo el mundo y una excelente cultura, para politizar tambien...

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