viernes, 17 de octubre de 2014

Richard Strauss en Barcelona


Uno de los personajes del mundo de la música más importantes que tuvo el honor de pisar Barcelona en cuatro ocasiones fue el compositor y director de orquesta Richard Strauss (Munich, 1864 - Garmisch-Partenkirchen, 1949), moderno e innovador en su época y uno de los grandes influyentes en el desarrollo de la música del siglo XX.
El responsable de invitar a Strauss a Barcelona fue el maestro Antoni Nicolau (Barcelona, 1858-1933). Este compositor fue director de la Escola Municipal de Música de Barcelona, de la Societat Catalana de Concerts y de la Orquestra Catalana, además de profesor del Conservatori Superior de Música del Liceu y colaborador activo junto al Orfeó Català. Por motivos de trabajo residió temporalmente en París y allí fue donde forjó una gran amistad con Strauss, por lo que aquél le propuso a éste que estrenara algunas de sus obras dentro de su ciclo de Concerts Nicolau en el prestigioso y majestuoso Teatre Líric. Aceptando la oferta de buen grato, llegó a Barcelona por primera vez el 9 de noviembre de 1897 en un tren expreso procedente de París. Al llegar a la capital catalana se hospedó en el Gran Hotel Inglaterra, situado en la calle de Pelai. Actuó el jueves 11 y el domingo 14 de noviembre a las 21:00h. en el citado Teatre Líric, el segundo más importante de la ciudad tras el Liceu y situado en la esquina de las calles de Mallorca y Pau Claris.


A pesar de las inclemencias meteorológicas que causó la lluvia durante aquellos días, el público asistió al evento y llenó casi la totalidad de la platea y los palcos, alcanzando su máxima capacidad, de 2.000 espectadores. Las tarifas eran de 1 peseta la entrada general, de 3 pesetas la galería, de 6 pesetas la butaca y de 45 pesetas el palco, bastante caras para aquella época. Strauss, tras aparecer en el escenario con la orquesta, fue recibido con un gran aplauso. Su primera pieza fue la "Tercera Sinfonía" de Beethoven, a la que siguió el preludio de su ópera "Guntram", su poema sinfónico "Don Juan" y una interpretación de "Mephistowalzer" de Franz Listz. En relación a estos conciertos, la prensa afirmaba que "No se trataba, a la verdad, de adivinar a un director de orquesta, ni de descubrir un compositor más o menos notable: tratábase de conocer personalmente a uno de los primeros músicos modernos. El público respondió galantemente a la presentación, por cortesía y por egoísmo (...) De la solemnidad de anoche guardarán grato recuerdo cuantos a ella concurrieron. El maestro Strauss, al recibir la merecida y franca ovación vio comprendida su obra: a la orquesta cúpole la honra de compartir los aplausos con tan notabilísimo músico como el que ayer les dirigió, y al público, tras la fruición de un goce elevado, la satisfacción de haber sabido hacer justicia".
Tres años después de tal evento histórico, este magnífico teatro, promovido por el banquero y financiero Evarist Arnús e inaugurado en 1881, cerró definitivamente sus puertas.


La segunda visita tuvo lugar a inicios del nuevo siglo XX, invitado nuevamente por su fiel amigo y admirador Antoni Nicolau dentro del ciclo de tres conciertos de Quaresma del Gran Teatre del Liceu. El tercero de ellos, celebrado el 3 de marzo de 1901 en el Gran Teatre del Liceu, a las 21:00h. fue el de Strauss. Empezó con la dirección de la "Séptima Sinfonía" de Beethoven, siguiendo con sus obras "Don Juan", "Las Aventuras de Till Eulenspiegel" y "Don Quijote", los poemas sinfónicos "Muerte y Transfiguración", "Una vida de Héroe" y su obra coral a dieciséis voces "Al Atardecer", interpretada por el Orfeó Català, a quien Strauss manifestó reiteradamente su admiración por su notable calidad y con la que establecería un vínculo afectuoso. Inicialmente, se preveía solo el concierto del día 3, pero ante el éxito de clamor la dirección del Liceu decidió programar excepcionalmente otra actuación para el día 6. En ese sentido, un artículo publicado en el diario "La Vanguardia" del 4 de marzo de 1901 decía textualmente "No es obra que con una sola audición pueda juzgarse con serenidad, porque deja tal impresión y son tantos lo» motivos de alabanza que acuden en tropel a la memoria, que la mano se niega a escribir para dejar á la cabeza la tranquilidad de razonar el recuerdo de las emociones recibidas. Narrando sencillamente, nunca desde este sitio hemos recomendado nada, ni nadie. Pero hoy recomendamos la audición del poema de Strauss, porque la impresión ha de ser personal y no prestada. Vayan a oírle los que ayer no estuvieron, que los que allí estaban no podrán dejar de volver. Aquí donde se pasa tan guapamente toda una noche oyendo zarzuelas en un seto; conversando en las poltronas de un círculo, alrededor de una mesa de billar ganando «tantos» y perdiendo tiempo; o alrededor de un brasero criticando á los ausentes, bien pueden dedicarse un par de horas en llegarse a ver hasta donde puede el talento y la originalidad de un temperamento de artista de los que aquí llegan raramente, y siempre de lejanas tierras".


La tercera visita, invitado esta vez por el maestro Lluís Millet, tuvo lugar en mayo de 1908, ofreciendo sus conciertos los días 15, 16 y 17 en el Palau de la Música Catalana a las 21:00h. con la participación de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Empezó su actuación con la interpretación de una audición de la escena titulada "Venusberg" de la ópera de Wagner "Tanhäuser", seguido por el preludio de "Tristán e Isolda", la "Sinfonía Heróica" de Beethoven, y del mismo Strauss el "Poema Sinfónico", "Muerte y Transfiguración" y "Don Juan", para terminar con la apertura de "Los maestros Cantores". La prensa destacó especialmente la madurez del público barcelonés en cuanto a cultura musical se refiere y a una mayor comprensión de la obra de Strauss: "No nos equivocábamos (...) al asegurar que la cultura musical que nuestro publico ha adquirido durante esos últimos diez años, habría de contribuir grandemente a que la obra de Strauss fuese ahora mejor comprendida y admirada. Lo que 'en 1857 nos pareció osadía hoy nos parece obra genial y consciente. Sus gallardías de armonización responden perfectamente al espíritu de la obra. (...) Todas las obras, tan magistralmente interpretadas, obtuvieron un éxito inmenso; pero en los aplausos que resonaron (...) nos pareció oír algo más que una aclamación hacia los intérpretes: un saludo al autor genial, a la mas saliente figura de la música moderna".
Tras su actuación en el Palau, que había sido inaugurado recientemente, el 9 de febrero anterior, Strauss mantuvo una estrecha y duradera relación amistosa con Lluís Millet y Amadeu Vives, que jamás perdieron el contacto con él. Sus cartas, hoy día conservadas, son un testigo de los elogios del músico y compositor alemán hacia ellos y hacia el Orfeó.


La cuarta y última visita a Barcelona tuvo lugar en marzo de 1925. Habían transcurrido diecisiete años desde su anterior estancia, pero esta vez permaneció durante más días en la ciudad, atraído especialmente por sus gentes y su cultura. Para ello, el Gran Teatre del Liceu organizó el "Festival Strauss" durante tres días: el 12 (a las 21:45h.) con la participación de Frederic Longàs al piano y Enric Casals al violín solista y la interpretación de los temas "Don Juan", "El Burgués Gentilhombre" y "Vida de Héroe"; el 15 (a las 17:00h.) con la interpretación de "Las Aventuras de Till Eulenspiegel", "Suite de Courperin" (primera audición) y la "Sinfonía de los Alpes"; y el 17, (a las 21:45h.) con la actuación especial de la soprano Mercè Plantada y la interpretación de "Muerte y Transfiguración", "Lieder" (primeras audiciones) y la "Sinfonía Doméstica". En las tres ocasiones dirigió a la orquesta Pau Casals. Durante su estancia en Barcelona, tras haber presenciado una actuación de la Banda Municipal de Barcelona y sorprendido por su calidad pidió poder dirigir a esta en un concierto multitudinario. Y así fue, que el jueves 19 de marzo por la mañana celebró un concierto en la plaza de Sant Jaume, cuyo éxito de público encogió el ágora barcelonesa. Al llegar en coche municipal, entró en el edificio del Ayuntamiento y desde el balcón saludó junto a sus dos hijos a toda la gente allí congregada. Luego bajó a la plaza y dirigió el poema musical "Muerte y Transfiguración". Tras finalizar su actuación y después de una gran ovación, Strauss subió nuevamente al balcón del Ayuntamiento, levantó el brazo y gritó "¡Viva Barcelona. Viva Cataluña!". Antes de abandonar la ciudad, el pianista, compositor y director de orquesta Joan Lamote de Grignon le obsequió con un pergamino que incluía la firma de todos los miembros de la Banda. A las 15:00h. tomó un tren en la estación de Francia hasta Portbou, donde transbordó con un expreso con destino a Alemania. Sus seguidores que quisieron despedirle llegaron hasta los andenes de la estación.


De esta última visita a Barcelona Strauss recordó sus estancias: "En Barcelona siempre me han brindado la mejor de las acogidas. Se me aplaudió y animó cuando, en 1897, di a conocer en el Líric el "Don Juan" y "Muerte y Transfiguración" o cuando en el Liceu dirigí "Una Vida de Héroe" y "Till Eulenspiegel". También recuerdo el éxito que conseguí cuando dirigí, en 1908, a la Filarmónica de Berlín. Sé que hace dos años muchos admiradores deseaban saludarme en el puerto a mi paso en dirección a América, pero una huelga marítima cambió mi rumbo y tuve que dejar la visita para otra ocasión. La segunda vez que estuve aquí, recuerdo que un domingo fui a pasear por vuestro Barrio Gótico, que es sencillamente delicioso. Después fui a comer al Tibidabo; luego me llevaron a los toros y por la noche asistí a un concierto del Orfeó Català. Pasé de los toros a "La Misa de Papa Marcel". Respecto a su asistencia a la corrida de toros, eso le hizo llegar a su actuación prevista en el Palau de la Música Catalana, por lo que la primera pieza de apertura la tuvo que dirigir uno de sus asistentes.
Con motivo de 150 aniversario de su nacimiento, merece la pena recordar el paso de Richard Strauss por Barcelona. Personajes como él han contribuido a hacer de la capital catalana una ciudad abierta, integradora, hospitalaria, multicultural y cosmopolita.

Fotos: Centre de Documentació Orfeó Català, Josep Domínguez, Carles Fargas.

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