Hoy día me siento atrapado y maltratado por parte de toda la clase política catalana, especialmente por su actitud a raíz de la polémica sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya que obliga a reconocer la lengua castellana como vehicular junto con la lengua catalana en la enseñanza obligatoria. Como consecuencia, los partidos políticos han formado dos frentes de combate sin la existencia de otras alternativas posibles. Por un lado, tenemos el conjunto CIU+PSC+ICV+ERC+SI que defiende la inmersión lingüística, y por otro el conjunto PP+C’s que defiende la doble línea educativa. Y es por eso que me siento atrapado y maltratado, porque ello significa que votes a quien votes, los únicos modelos lingüísticos que se van a aplicar serán estos dos, y ello me obliga a elegir por la fuerza uno de ellos, sin otras alternativas e impidiendo que se trate de una decisión democrática porque, a fin de cuentas, quienes hablamos catalán y castellano somos los siete millones de habitantes de Cataluña que no tendrán voz ni voto ante el circo político y su espectáculo de a ver quién gana la partida. Solo podremos ser meros espectadores del concurso. Y me siento además maltratado porque parece que todo se reduce a únicamente dos modelos. Si eliges la inmersión lingüística entonces te conviertes automáticamente en anticastellano y antiespañol, y si eliges la doble línea eres anticatalán y vas contra la lengua catalana. Así, pues, vayas a donde vayas te vas a crear enemigos que te etiquetarán y coaccionarán. Por ello me parece injusto que la clase política me tire de los brazos y yo esté en medio como si fuese un muñeco de trapo a punto de romperme. Y como yo, seguro que muchísima ciudadanía se siente igual aunque no lo exprese abiertamente.
Lo que planteo es mi derecho a opinar qué modelo lingüístico sería el más apropiado para la escuela catalana, porque si quiero puedo discrepar de los dos que toda la clase política plantea. Ahora, reducido a solo dos, es como elegir entre el bien y el mal, entre el blanco y el negro, entre arriba y abajo, entre cara o cruz, entre el Barça o el Real Madrid, empobreciendo el sistema educativo y creando en Cataluña dos bandos, lo que divide y enfrenta a la sociedad catalana. Así, pues, si no defiendes la inmersión lingüística es porque defiendes la doble línea y viceversa. Eso me recuerda a una vecina que hace años le preguntó una vez a mi madre “¿entonces si a usted no le gusta Felipe González apoya al señor Manuel Fraga?”.
La clase política se ha equivocado y mucho adoptando esta postura de doble frente catalanista-españolista sin plantear otras opciones posibles. Parece el referéndum de la reforma de la avenida Diagonal aplicado a la lengua: “Opción A” inmersión lingüística y “Opción B” doble línea catalán y castellano. Pues permítanme que opte por una “Opción C” ninguna de las dos. Y opto por la vía C por varios motivos. En relación a la inmersión lingüística, no creo que un modelo donde casi todas las asignaturas sean en catalán (80%) de modo que el castellano y el inglés queden reducidos a solo una asignatura cada una (10% + 10%) contribuya a aprender correctamente las tres lenguas. Alguien me comentó una vez que todo y la inmersión, muchos alumnos no hablaban y escribían bien el catalán, lo que demuestra el fallo de dicha inmersión porque no se trata de la cantidad de asignaturas impartidas en catalán, sino de la calidad que se pueda ofrecer para garantizar un buen aprendizaje. Quienes defienden este modelo ahora hablan del gran éxito que ha tenido, aparcando y haciendo olvidar a la ciudadanía que el sistema educativo catalán es mediocre y el índice de fracaso escolar es de los más elevados de España y del continente europeo, superior al 20%. Así, pues, no hay duda de que algo falla y en particular en este flamante modelo de inmersión. Se dice que la mayoría de maestros, pedagogos y asociaciones de padres y madres de alumnos defienden el actual modelo. Sin embargo, habría que ver hasta qué punto es eso real y con qué partidos políticos simpatizan para decir esto, porque no hay la menor duda de que los lobbies pululan y juegan su papel de Gran Hermano haciendo de ojos que todo lo ven.
Con respecto a la doble línea, más de lo mismo. Quienes la defienden por un lado critican la inmersión alegando que no se aprende bien castellano, pero por otro optan por crear una doble inmersión añadiendo un modelo en castellano, con lo cual estos alumnos no aprenderán correctamente el catalán. Es decir, quieren segregar a alumnos como si se tratara de un apartheid y encima contribuirán a un doble problema. Eso es un grave error que además de empeorar el sistema educativo, solo por el hecho de separar alumnos por su lengua contribuirá a maleducar a los alumnos enseñándoles a que las personas diferentes tienen que ir por caminos diferentes, y eso recuerda a modelos del pasado. Separar alumnos por su idioma es como separarlos por su sexo, su raza, su nacionalidad, sus creencias religiosas y su orientación sexual, entre otras cosas. Hoy en día que en Cataluña convive gente tan diversa y diferente entre sí no es conveniente un modelo de separación porque ello contribuirá a engendrar futuros conflictos sociales. Un modelo educativo debe de garantizar la integración y enseñar a los alumnos que a pesar de las diferencias, que todos somos iguales en derechos y oportunidades y que las particularidades de cada uno suponen un enriquecimiento que nos hace más fuertes y mejores. Solo puede haber una sola línea educativa para todo el mundo, acatada por la mayoría de la comunidad catalana, y que garantice la integración, la cohesión, el compañerismo, el compromiso, la amistad, la convivencia, el respeto y la solidaridad entre todas las diferencias, sean cuales sean. Y ello se debe a una sencilla razón: que Cataluña es la realidad que es y no otra diferente o inventada por la clase política, y la educación adaptada a dicha realidad es fundamental para hacer un futuro mejor.
Es por ello que yo, vuelvo a insistir, opto por la “Opción C”, que garantice el correcto aprendizaje del catalán, el castellano y el inglés, y que sea acatado por toda la comunidad porque asumirlo es aceptar la realidad de Cataluña tal y como es. Aprender catalán es importante porque es un patrimonio de una tierra, un enriquecimiento, un respeto a una comunidad de personas y una manera de convivir cortésmente con la sociedad y sus instituciones, además de un respeto a un idioma que tantos frutos ha dado a lo largo de su historia y a la cultura e identidad que ha forjado por el hecho de existir. Es necesario aprender la lengua catalana como lo es aprender cualquier otro idioma porque no existen lenguas de primera y de segunda, pues la diversidad debe de ser motivo de orgullo, de refuerzo y de unidad. También, por supuesto, es importante saber bien castellano e incluso inglés por la gran proyección mundial de ambas lenguas como medio de comunicación en muchos países, y que también merecen su respeto. Siempre digo que los españolistas que abogan por la uniformidad del estado son los verdaderos antiespañoles al no reconocer la diversidad como un enriquecimiento. Es un grave error creer que las diferencias debilitan el estado y rompen la unidad de España porque es un mensaje destructivo por el alto nivel de etnocidio que incorpora, a la vez que se desprecian muchísimas cosas que forman parte del propio país. La España una y uniforme del nacionalismo español es una España que no existe y una España que no es España y que no puedo reconocer. Otra cosa es que en base a esas diferencias determinados partidos políticos las usen pervertidamente como motivo de secesionismo o bien como motivo para destruirlas y así crear una uniformidad, es decir, nacionalismos periféricos o regionales y nacionalismos de estado, respectivamente. Pero ello no significa que esa diversidad sea mala. Los grandes partidos estatales PSOE y PP no han hecho los deberes y puestos a pactar juntos cuando les conviene, tal y como hemos visto últimamente, sería un bonito detalle que pactaran el reconocimiento de la diversidad cultural y lingüística de España y las realidades nacionales de cada territorio como una virtud del país y un motivo de orgullo de pertenecer a la nación. Seguro que todas las comunidades autónomas nos llevaríamos mejor, nos entenderíamos entre sí, seríamos más solidarios y estaríamos contentos de formar parte de un mismo equipo. Por desgracia, eso no interesa porque la confrontación resulta muy rentable.
Y para finalizar el presente artículo, no quisiera olvidarme de unas declaraciones efectuadas por el olvidado Josep Tarradellas en una carta fechada el 4 de abril de 1981 dirigida a Horacio Sáenz Guerrero, donde decía, entre otras cosas, lo siguiente: “… se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión (…) y tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes (…) que habían existido. Después, teniendo presente las campañas políticas y excesivamente partidistas (…) era inevitable la ruptura de nuestro pueblo. El hecho es que, desgraciadamente, se ha pasado de una situación llena de (…) confianza, de fraternidad (…) a la de ahora. Todo ha sido bien orquestado para llegar a la ruptura de la política de unidad, de paz y de hermandad aceptada por todos los ciudadanos de Cataluña. El resultado es que, desgraciadamente, hoy podemos afirmar que debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late con ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado. Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos, nos ha conducido al estado lamentable que nos encontramos, y que nuestro pueblo haya perdido, de momento, la ilusión y la confianza en su futuro.
Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, los problemas de la lengua y de la escuela, es la (…) Generalitat quien en gran parte los ha provocado, por falta de sentido de responsabilidad y por una alocada política ante el Gobierno que podía pensarse que no sería aceptada, no sólo por su pensamiento inaceptable, ni porque ayer, ni hoy, ni nunca, gobierne quien gobierne, el Estado aceptará nuestros derechos como nosotros quisiéramos, si nuestro pueblo no lo reclama unánimemente. No conseguiremos nuestros propósitos con orgullo y con frivolidad. Muchas de las manifestaciones que se han hecho y disposiciones que se han tomado se habían de pactar antes de tomarlas o meditarlas mejor, pero no actuar como se ha hecho (…) con suficiencia y pensando que solamente nosotros teníamos razón.
La cuestión de la lengua se ha convertido en un problema político y partidista, acompañado de posiciones que estamos pagando muy duramente. ¿Y por qué lo hacen? Creo que para desencadenar la campaña que se está llevando a cabo y para convertirse en las víctimas de una situación que ellos mismos han creado para beneficiarse en las próximas elecciones. La división será cada día más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos para consolidar entre nosotros. En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide de toso lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para despreciar a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.”
Treinta años después, la profecía tarradellista se ha hecho realidad.
Hola Ricard,
ResponderEliminarme alegro de haber encontrado tu blog por la Red, un oasis de sensatez, explicación, razonamiento y espíritu constructivo en medio de una marea de insultos, exageraciones y barbaridades al respecto de los temas catalanes.
Me produce mucha pena el nivel de desprecio al que hemos llegado, en el conjunto de España, pero en particular en las zonas en las que imperan, al menos oficialmente, el nacionalismo y sus sistemas de locura colectiva progresiva y sistemática.
Evidentemente esta relación creciente de odio sin más sentido que el de retroalimentar a los generadores de ese odio porque es la manera en la que ese odio puede dar de comer a los que viven de él, sólo puede beneficiar a los odiadores nacionalistas profesionales, así como seguir manteniendo en sus trece a los más borregos del otro bando, que haberlos haylos también.
He de reconocer que yo mismo he caído a veces en una reacción casi ciega, debido al nivel insoportable de violencia y ataques que constantemente me llegan al compás de la actualidad, sin embargo mi fondo y mi principio no son de esa manera y procuro mantener la cabeza fría y las entendederas despejadas de los efectos de las estrategias de esta gentuza que se divierte insultando y destrozando.
En cambio mucha otra gente, ante este maremoto retroalimentado constantemente por los interesados en alejar lo más posible cualquier sintonía, no hace ningún esfuerzo por razonar y sólo se dedican a vomitar y a chulearse sin más ánimo que hacer daño, incrementando el nivel de violencia y odio que se percibe. Estarán orgullosos entre todos ellos de la incultura que han construido, en este país dedicado todos los días a mirarse el ombligo por causa de mil litigios absurdos que con un espíritu como el del Tarradellas que regresó, que explicas tan bien, podrían desaparecer del horizonte para dar paso a un país donde el teórico respeto que debería emanar en esta época de la forma política del Estado se hiciera realidad, pero no, en lugar de eso estamos mirándonos el ombligo todos los días, y mientras tanto se nos va el tiempo que deberíamos dedicarlo a los problemas realmente importantes, en los que podríamos volcarnos gracias a la fortuna de vivir en un país avanzado y con grandes capacidades, que pensando en la locura a la que estamos llegando ya no sé exactamente ni de dónde han podido venir.
Viendo cómo está el mundo esto es una auténtica impiedad, pero es lo que quiere la gente, por lo que se ve, cuando tenemos los políticos que tenemos, que son elegidos, no impuestos.
Esperemos que alguna vez esta tendencia horrenda pueda cambiar, aunque la perspectiva que yo contemplo es sombría al respecto de esta esperanza. Es demasiado fácil y rentable hacerse la víctima, odiar y despreciar vehementemente, y mucho más difícil ponerse a estudiar de verdad, construir acuerdos y aprender a respetar y valorar, incluso a querer, lo que aportan los demás. Creo, hoy por hoy, que somos un país de maleducados, en sentido general, y yo creo que éste es el principal problema que genera toda esta situación.
Para poder comportarse así, los salvajes que lo hacen, usan eso que llaman libertad, eso que hacen cuando se expresan, y yo creo que en la mayoría de los casos sólo es una estruendosa mala educación, porque la libertad de alguien no puede suponer ni desembocar en la humillación, el desprecio y el insulto de otra persona que debería gozar de los mismos derechos que quien ejerce esa libertad supuesta... eso no es libertad, eso es, sencillamente, una sinvergonzonería, y nos están confundiendo alegando que libertad es cualquier cosa, y eso no es cierto.
Un saludo afectuoso y ánimo con tus proyectos. Salut! Fins aviat!
Hola Man Kind:
ResponderEliminarMuchas grácias por visitar mi blog y en particular por tus comentarios, que son una buena reflexión incluso digna de convertirse en un interesante artículo. Efectivamente, el enfrentamiento es rentable y vende, y de paso sirve para distraer a la ciudadanía de los graves problemas de la crisis económica. Yo tengo la convicción de que la convivencia entre todos los pueblos de España sería posible, pero no interesa. Es algo parecido como acabar con el hambre del tercer mundo, que es erradicable pero no interesa. Sin embargo, quienes tenemos conciencia de la realidad seguiremos luchando al pie del cañón.
Saludos cordiales.
El pitjor és que el 'centre' de la qüestió, és a dir, que s'ha d'aprendre tot i bé ni tan sols no es contempla ni comenta. Tot és estratègia política i als mestres sempre ens han fet beure a galet. Jo crec que s'haurien de fer proves serioses en acabar l'ensenyament obligatòria per mostrar que se saben bé les llengües i deixar llibertat a cada centre per tal que s'organitzés com calgués, hi ha realitats molt diferents.
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