sábado, 30 de abril de 2011

Gracias a Dios soy creyente

En el ejemplar de El Periódico de Catalunya editado el pasado domingo día 17 de abril leí un artículo del periodista Joan Ollé titulado “Gracias a Dios soy ateo”, que también se puede leer en su blog titulado “Reflexiones de un pasiego” accediendo directamente a la dirección indicada a continuación:


Respetando la total y absoluta legitimidad de sus ideas y creencias, me gustaría expresar mi punto de vista en relación a este artículo, como una opinión personal y nunca con la intención de adoctrinar o convencer de que está equivocado como si un servidor tuviese posesión de la verdad. Lo mismo iría dirigido hacia quienes comparten y suscriben lo dicho por Joan Ollé.
Primeramente, me manifiesto como un hombre de fe (no de esperanza) en Dios. Es decir, soy un hombre de fe en tanto que creo en la existencia de algo superior a nosotros, a quien llamamos Dios, pero que debido a su superioridad sobre todas las cosas desconocemos y solamente nos limitamos a dar interpretaciones acerca de su naturaleza divina. Pero no soy hombre de esperanza porque creo en la libre acción humana en tanto su capacidad de decidir y de elegir por sí mismo, y de la naturaleza, en tanto fenómeno imperfecto del mundo material, regido por sus propias leyes y capaz tanto de generar maravillas como de engendrar accidentes. Ignoro por completo si todas las cosas que suceden se deben o no a la voluntad divina, pero tengo muy claro que rogarle algo a Dios no sirve absolutamente de nada porque lo que vaya a suceder, igualmente sucederá lo queramos o no.
Concretamente me declaro un deísta, o sea, creyente no religioso. No creo en la religión porque la considero una invención humana y, por consiguiente, imperfecta, y una única interpretación acerca de Dios y de lo espiritual cuando podrían existir otros puntos de vista. Sin embargo, respeto sus doctrinas y un uso personal responsable siempre que al individuo le contribuya a establecer esa armonía y equilibrio cuerpo-alma tan deseada, sin perjudicar a los demás. También valoro mucho la producción cultural que ha producido la religión, expresado a través de fiestas, costumbres, tradiciones y folclore que es un patrimonio a conservar. A diferencia de quienes tienen una concepción muy matemática en tanto relacionar de manera inseparable a Dios con la religión, yo me permito separar ambas cosas. Se cae en el equívoco de interpretar a Dios solo a través de las religiones, y mucho más aún de buscarlo y encontrarlo, cosa que ya resulta imposible no porque crea que no exista (como afirmaría un ateo) sino porque al tratarse de algo superior a nosotros resulta inalcanzable. Yo no tengo la menor duda de que si las religiones jamás hubiesen existido, igualmente la humanidad se habría planteado a través de otras disciplinas del saber la posibilidad de la existencia de un ser superior o de una divinidad, e incluso qué hay después de la muerte. Las religiones no tienen ni deberían tener el patrimonio exclusivo de Dios como si fuese solo suyo. Y fuera de los postulados religiosos, yo me he planteado su existencia porque eso es posible y lo he conseguido. Creo por supuesto en la ciencia y en las explicaciones científicas de todas las cosas, pero ello no ha alterado mi fe porque se puede hacer compatible mientras otros son incapaces de lograrlo.

Entrando en el artículo de Joan Ollé, el periodista afirma directamente que Dios no existe. Esta respuesta es extremadamente atrevida, pues si bien es cierto que no se dispone de ninguna clase de prueba acerca de su existencia, tampoco la hay que confirme todo lo contrario. Guste o no, siempre será una cuestión de fe, de creer, nunca de afirmar, y las creencias en términos absolutos no son posibles porque siempre existirá el hecho de la duda por pequeño que sea, tanto en creyentes como en ateos.
La confusión entre los conceptos de Dios, religión, Iglesia y cristianismo es constante y así lo ha sido a lo largo de la historia, como si se trataran de sinónimos y su uso es indistinto para hacer referencia a un mismo concepto. Dicha confusión es frecuente entre los ateos, pero también lo es entre los creyentes, sobre todo religiosos practicantes. El problema radica en que al limitar el concepto de Dios solamente a través de las religiones, apenas se ha permitido una evolución que ofreciese otros puntos de vista, otras definiciones y otras posibilidades de fe. Ello ha conllevado a un estancamiento y al ofrecimiento de una imagen de Dios como algo anticuado y arcaico, estancado en el pasado y propio tanto de las clases conservadoras como de personas que prefieren creer a saber. Grave error que debería de corregirse para permitir la evolución del concepto de Dios. Prácticamente solo los filósofos han sido capaces de hacer una interpretación fuera de la religión y de las instituciones eclesiásticas y más recientemente, algunos científicos que han logrado hacer compatible ser persona de ciencia y de fe a la vez.
Relacionado con la existencia de un ser divino superior a nosotros está el concepto del más allá. La gran pregunta es si existe vida después de la muerte. Para empezar, dicha cuestión (casi tan antigua como la propia humanidad) está mal formulada desde un principio por una razón muy sencilla. La vida y la muerte son cualidades biológicas del mundo de la materia. El alma no tiene cualidades biológicas porque no pertenece a este mundo de la materia, sino al divino, y por tanto dispone de unas cualidades diferentes a las que nosotros conocemos. El alma es inmortal, pero tampoco puede vivir. Se trata de un estado de ser diferente al de la vida o al de la muerte que, insisto, son cualidades biológicas. Así, ante la respuesta de si hay vida después de la muerte la respuesta será que no, lo que no significa que no haya absolutamente nada. La respuesta correcta, a mi parecer, sería si hay algo después de la muerte, y no si hay vida, y como deísta responderé que sí, que a través de nuestra alma abandonamos este mundo y pasamos a otro estado de ser porque, vuelvo a insistir, biológicamente estamos muertos y en ese cuerpo no hay vida. Se trata también de un concepto del alma diferente al establecido tradicionalmente.
Sobre la violencia de las religiones, aquí no se debería hablar de Dios y mucho menos como si fuese el culpable. Efectivamente, el mal uso de las doctrinas ha conllevado a grandes desastres y grandes desgracias que se hubiesen podido evitar. Las dictaduras, las tiranías, los autoritarismos y las represiones ha sido una constante durante la historia, hacer el mal en nombre del bien y ampararse a la figura de un Dios bueno para justificar todas las atrocidades hechas y por hacer. Ciertamente, el mal uso de las religiones ha impedido una mejor evolución de la ciencia en todos sus ámbitos, de la sociedad y sus valores, de la política, del saber en general y de muchas otras cosas. Pero ello ha sido culpa de aquellos hombres que han hecho un uso pervertido de la fe como instrumento perfecto para el dominio de las masas. Jamás he aceptado este uso de las religiones para degenerar al fanatismo ni para forjar teocracias, el peor sistema de gobierno que existe, moralmente más cruel que el nazismo o el comunismo.


El sentimiento de lástima hacia la gente de fe corre el peligro de caer en la criminalización de este colectivo. Se tiene la idea preconcebida del creyente como la de aquél pobre idiota que no quiere aceptar el hecho de la muerte y prefiere vivir de un cuento chino de fantasías e ilusiones para disuadirse de la cruda realidad de nuestra condición humana que es caduca. Aparte de ser un prejuicio, se generaliza como si todos los creyentes fuesen iguales o unos pobres ignorantes que se niegan a ver la realidad científica de las cosas. Ello representa un desconocimiento de este colectivo, y solo basta con conocer un poco de nuestra historia para comprobar que han existido muchas personas de gran sabiduría en todos los ámbitos de la ciencia y la cultura que han sido creyentes. No ayuda en absoluto a la convivencia que tanto creyentes como ateos intenten mutuamente convencerse de que ellos tienen posesión de la razón, como tampoco creer que el creyente es un cobarde, un anticuado, un involucionista y un cuentista, mientras que el ateo es un individuo de sólida personalidad, intelectual, progresista y realista. La politización de la fe ha llevado a la falsa idea de quienes son creyentes son conservadores y de derechas y quienes son ateos progresistas y de izquierdas. Nadie es mejor que los demás por sus ideas o sus creencias.
Finalmente, en cuanto a la relación entre la fe y la libertad del individuo, este es otro de los grandes tópicos consecuencia de una errónea generalización conceptual. Se tiene la idea de que el ateo es totalmente libre de hacer y decidir sin tener carga alguna de conciencia mientras que el creyente es un pobre limitado debido las normas impuestas por las pautas religiosas. ¿Qué se entiende por libertad? ¿A qué clase de libertades puede acceder un ateo que un creyente sería incapaz? ¿Ir a la discoteca, fumar porros, beber cubatas y fornicar libremente cada fin de semana sin tener la mala conciencia de que Dios te vigila y te va a castigar? ¿Para hacer todo esto es necesario desprenderse de la fe? Un servidor es creyente y puedo asegurar que mi fe no me reprime absolutamente para nada, e igual que yo, la gente religiosa a la que no veo complejos o represión alguna. No es necesario recurrir al ateísmo para ser libre y pensar por uno mismo. Salvo (claro está) quienes son fanáticos religiosos y extremistas, es decir, una minoría, no veo falta de libertad alguna por culpa de la fe en Dios. Es más, dichos fanáticos que disfrutan reprimiendo al pueblo a través de la religión, a menudo son los primeros en saltarse las normas y disfrutar de los “placeres” de la vida. Es el dicho “haz lo que yo te diga pero no hagas lo que yo hago” que evidencia la hipocresía de la moral ultraconservadora. Acabar con las religiones no serviría para que la humanidad fuese más libre. La represión es un hecho humano, y como tal, si las religiones no existiesen, se crearían otras herramientas de represión social. Sin ir más lejos, los partidos políticos no dejan de ser religiones laicas, con sus propias doctrinas en forma de programa electoral. El nazismo y el comunismo han sido dos formas de gobierno de gran crueldad con el común denominador de fomentar el ateísmo. Y más grave aún: el capitalismo es como una religión económica que alcanza tal fanatismo hasta el punto de impedir que el individuo piense por sí mismo para que solo se limite a consumir. ¿Serviría entonces de algo acabar con las religiones?
Pues yo, gracias a Dios, soy creyente.

sábado, 23 de abril de 2011

Als trenta anys de la mort d’en Josep Pla

Enguany fa trenta anys que va morir l’il•lustre i molt controvertit escriptor i periodista Josep Pla i Casadevall. Va ser un dia de Sant Jordi d’ara fa trenta anys.
Un català important de la nostra història contemporània, idolatrat per uns i odiat pels altres, que mai no ha deixat indiferent a ningú tant pel seu estil literari com per la seva singular personalitat. És per això que, des d’aquí, m’agradaria escriure-hi unes ratlles no pas sobre la seva biografia, de la qual en podem trobar sobrada informació, sinó al voltant de la meva impressió personal i, per tant, subjectiva, sobre aquesta figura tant destacada de la nostra història literària del segle XX.
He tingut el plaer de llegir alguns dels seus llibres i articles seus tant en català com en castellà. El seu estil literari en sembla, en termes generals, molt clar, entenedor i senzill (que no vol dir fàcil o vulgar). La seva lectura és ràpida perquè esdevé sistemàticament una redacció àgil que evita l’ús d’un vocabulari complicat. És el que de vegades s’anomena com la dificultat d’allò que és fàcil. Ell sempre parlava de “la necessitat d’una escriptura clara, precisa i sòbria”, i defugint abstraccions una vegada va opinar sobre Josep Vicenç Foix que era “aquell poeta català que escrivia en txecoslovac”. Una altra característica és que les seves trames no són mai avorrides sinó força entretingudes pel desenvolupament de l’acció de les seves històries, que gairebé no cauen mai en situacions passives o punts morts. Apart de com a novel•lista, em resulta fascinant com a periodista i cronista. Ell va formar part d’una generació de cronistes malauradament oblidats per diverses raons sobretot polítiques, com han estat Andreu Avel•lí Artís “Sempronio”, Néstor Luján, Avel•lí Artís Gener “Tisner”, Albert del Castillo, Manel Riu, Josep Maria de Sagarra i Jaume Abellà, entre d’altres. El seu estil literari com a cronista era d’un nivell excepcional. Magnífic descriptor que el va convertir en un excel•lent testimoni d’una època, d’una societat i d’unes circumstàncies que a través dels seus llibres i de les revistes on va col•laborar, com la boníssima i injustament desapareguda Destino, han estat preservades per a la nostra memòria històrica. Una particularitat dels seus articles era la seva ironia, que denotava un particular sentit del humor tant a l’hora d’exaltar com de criticar. Per exemple, en el seu llibre “Barcelona una discussió entranyable” és hilarant el capítol dedicat a criticar la distribució de les habitacions dels habitatges de l’Eixample, de manera que a cada pis que pujaves senties l’olor del què estaven cuinant per dinar.


Les seves cròniques periodístiques que parlen dels territoris i algunes de les seves obres sobre Barcelona i especialment la mítica “Guia de la Costa Brava” el van convertir, de retruc, en un geògraf destacat. Els escrits eren de pas força pedagògics perquè es poden aprendre moltes coses de tot allò que va deixar escrit. Com a curiositat, recordo les paraules del què havia estat el meu professor de la Facultat de Geografia de la Universitat de Barcelona i catedràtic de Geografia Humana, Carles Carreras i Verdaguer, que repetidament va afirmar que en Josep Pla era amb molts aspectes el millor geògraf de Catalunya perquè la manera com ell descrivia el territori català era comparable a com ho hauria un geògraf professional de renom.
Fora de l’àmbit literari, una característica d’en Pla era que, independentment que hom hi estigués d’acord o en desacord amb les seves idees, sabia opinar perquè era capaç de raonar clarament les seves afirmacions i les seves negacions, sense deixar anar bajanades com fan d’altres. Sabia respondre a totes i a cadascuna de les preguntes que li poguessin plantejar i justificar sòlidament i amb seguretat de sí mateix les seves posicions.
En l’aspecte polític, malgrat que mai no va militar en cap partit, en Pla era un home declaradament regionalista, conservador i tradicionalista, de dretes i creient, i d’això mai no se’n va amagar. Sembla que simpatitzava amb les idees carlines gironines que aleshores eren molt populars entre la pagesia de la seva època.
Si bé és cert que als seus inicis va ser simpatitzant de Franco, al cap d’uns anys es va tornar crític. D’una banda, el va disgustar que li prohibissin escriure en llengua catalana. No ho va poder fer fins a l’any 1949. D’una altra, ell era partidari d’una evolució del règim franquista cap a una democràcia, encara que aquesta fos tutelada. Així, si als seus inicis deia que el franquisme defensava “els interessos generals de l’Estat”, després va dir que el franquisme era la dictadura “que pitjor havia conegut”, exercida per “funcionaris del fanatisme”.

I enllaçant amb l’aspecte polític, considerant la diferència que, al meu parer, és molt clara i necessària establir entre catalanisme, nacionalisme i independentisme, en Pla mai no es va mostrar nacionalista i molt menys, independentista. Tot al contrari, ho va rebutjar. Ell sempre va creure en una Catalunya tradicional, i no per això va ser menys defensor de la nostra terra malgrat diverses discrepàncies. En realitat, malgrat que ell no va emprar aquest terme, sí que va ser un catalanista en tant defensor i fomentador de la llengua i de la cultura catalana, divulgador de les tradicions populars catalanes i coneixedor de la identitat catalana. Si bé creia en les singularitats regionals, considerava que s’havia d’anar cap a una identitat més general.
El seu amor per Catalunya el va dur a adoptar una postura molt contraria als grans projectes de transformació del territori. Va ser una mena d’anticapitalista reivindicador de les formes de vida tradicionals catalanes. No es que fos contrari al progrés, als avenços i a l’evolució en general, sinó que discrepava de la manera com es produïa. L’arribada del “desarrollisme” de la dècada de 1960 i part dels anys 1970 especialment a la Costa Brava va ser per ell l’inici de la destrucció irreversible d’uns paisatges que restarien en la memòria històrica gràcies a les seves brillants descripcions plasmades en la seva “Guia de la Costa Brava”, escrita l’any 1941, editada durant els anys posteriors i corregida i posada al dia pel propi autor.
Durant els anys de la Transició no se li va fer prou justícia possiblement com una revenja pel seu passat. De tota manera, el llavors president de la Generalitat Josep Tarradellas li va atorgar la Medalla d’Or de la Generalitat de Catalunya, un any abans de la seva mort. Si no hagués estat per ell, no hauria rebut cap condecoració ni reconeixement.

Als trenta anys de la seva mort, la figura de Josep Pla ha estat reivindicada per diversos intel•lectuals i escriptors catalans que lamenten el fet que s’hagin ressaltat les seves idees polítiques per damunt de les artístiques. Ara, es vol invertir la tendència per a què se’l reconegui com un dels grans modernitzadors de la llengua catalana, com un destacat divulgador dels costums i tradicions locals i com un dels prosistes més importants de la literatura catalana contemporània.


domingo, 17 de abril de 2011

Recordando los rallys de Montjuïc


En la entrañable montaña de Montjuïc, tierra natal de mi madre, cima del Mediterráneo y cuna de la ciudad de Barcelona, hubo una época que acogió importantes carreras automovilísticas de fama mundial. Hoy día, debido a los nuevos usos adaptados a los tiempos actuales, a las reformas urbanísticas y por razones de seguridad, esta actividad deportiva es prácticamente inviable y por ello ha dejado de celebrarse. Sin embargo, dejó un recuerdo muy especial para quienes lo vivieron en primera persona, motivo suficientemente razonable para recuperarlo del olvido y guardarlo en nuestra memoria histórica. Las primeras carreras automovilísticas realizadas en Montjuïc se celebraron durante la década de 1930, en plena Segunda República, por iniciativa de la Peña Rhin. Esta entidad nació en 1916 como una asociación de amigos aficionados a los coches y a las motos. Se reunían habitualmente en el café-restaurante Del Rhin situado en el número 2 de la plaza de Cataluña. Si bien empezó como una iniciativa privada, enseguida alcanzó una gran popularidad y sus miembros decidieron organizar cursas automovilísticas que llegaron a ser de carácter internacional. Los años 1921, 1922 y 1923 se celebraron en Vilafranca del Penedès (Voiturette), y no sería hasta el 25 de junio de 1933 que se celebrarían por primera vez en la montaña de Montjuïc (Grand Prix), a propuesta del piloto Rudi Caracciola. Fue el IV Gran Premio Peña Rhin, que contó por primera vez con la presencia de coches Ferrari. El ganador fue el chileno Juan Zanelli con su Alfa Romeo. El 17 de junio de 1934 se celebró la V edición, volviendo a ganar un Alfa Romeo pero esta vez conducido por Achille Varzi. La edición VI del 30 de junio de 1935 se celebró gracias a las aportaciones económicas del Ayuntamiento de Barcelona, encargada también de renovar el pavimento del circuito. El equipo alemán de Mercedes Benz causó una gran sensación con un gran despliegue técnico y humano jamás visto hasta entonces. El ganador fue Luigi Fagioli con su Mercedes Benz. La VII edición, celebrada el 7 de junio de 1936, fue la última cursa realizada en Barcelona debido a qué cuarenta días después se iniciaría la Guerra Civil Española. El campeonato tuvo como protagonistas la rivalidad de los pilotos Nuvolari i Caraccioa, que dirigieron sus monoplazas de 500 CV en una épica carrera que contribuyó a la capital catalana a darle un gran prestigio. Finalmente fue Tazio Nuvolari quien ganó la carrera con su Alfa Romeo. En resumen, a excepción del año 1933, en el resto de ediciones hubo un claro dominio italiano.


Transcurrido el conflicto bélico y ya en plena posguerra, Montjuïc quedó abandonada y ocupada por mucha ciudadanía barcelonesa como inmigrada de otros territorios que al no disponer de un techo digno para vivir, construyeron sus barracas que formaron diversas barriadas. La Peña Rhin restableció las cursas automovilísticas pero en Pedralbes, habilitando una entonces despoblada avenida Diagonal (entonces del Generalísimo Franco) como arteria principal para las carreras. Se celebraron en los años 1946, 1948, 1950 y 1954, siendo ésta la última, lo que supuso la desaparición del circuito y poco después de la Peña Rhin. Paralelamente, el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) y el Frente de Juventudes organizaron en el circuito de Montjuïc una carrera de turismos que retornaron las carreras automovilistas tras diez años de forzosa suspensión. El 11 de agosto de 1946 se celebró el certamen y el piloto ganador fue el catalán Enric Tintoré al volante de un Talbot Lago T26 Récord. El 15 de mayo de 1947, el RACC volvió a organizar una segunda edición en la que se proclamó vencedor Paco Godia con su voluminoso vehículo Delahaye 135. La tercera y última edición se celebró el 5 de marzo de 1948 por iniciativa de la Peña Motorista Barcelona que toma el relevo del RACC, organizando una carrera de Turismos bajo la denominación I Matinal Pro-Hospitales. No sería hasta finales de la década de 1960 que se recuperarían los campeonatos internacionales. Eran los años del llamado “Desarrollismo” y el coche tuvo un gran auge en detrimento de los transportes públicos. En 1968 España consiguió la organización de un gran premio puntuable para el Campeonato del Mundo de Fórmula 1. En ese mismo año, el Gran Premio de España se llevó a cabo en Madrid, en el circuito del Jarama, pero se acordó alternar el escenario del gran premio entre dicho circuito y el de la montaña de Montjuïc. Aquí, todo y el barraquismo latente, bajo la alcaldía de Josep Maria de Porcioles se llevaron a cabo importantes reformas urbanísticas que contribuyeron a mejorar notablemente la montaña y recuperarla como un gran espacio público de uso ciudadano, gracias a la construcción de numerosos equipamientos de ocio y cultura y a la potenciación de la Feria de Barcelona.


Y una de esas medidas de fomento fue la celebración del Gran Premio de España disputado en el circuito de Montjuïc, el 4 de mayo de 1969. El circuito, de 3,790 km de longitud, que se diseñó disponía de dos partes, una lenta y una muy rápida, lo que representó un reto para encontrar la configuración ideal de los vehículos. El trazado, que se recorría en sentido contrario a las agujas del reloj, estaba dividido en trece tramos: 1) El ángulo de Miramar o Curva del Ángulo, una de las curvas más cerradas del circuito, donde se pasaba de 250km/h a 80km/h en poco más de 300 metros; 2) Rosaleda o Curva de el Museo Etnológico, muy cerrada y bien peraltada, donde se podían efectuar adelantamientos; 3) Font del Gat, una curva ciega donde era frecuente ver como los veteranos ganaban unos metros a los más noveles; 4) Teatro Griego, una curva peraltada de casi 90º, donde el trazado del circuito se cruzaba con una calle que seguía recto; 5) Vías o Viraje de la Técnica, donde el circuito pasaba por encima de las vías del tranvía, al lado del Palacio de la Técnica; 6) Guardia Urbana o Curva de prensa, de 90º que anteriormente pasaba por delante de la tribuna de prensa y la sede de la Guardia Urbana; 7) Recta de las Fuentes, una de las más perfectas y largas del trazado, donde en algunas ediciones fue el punto de salida; 8) La Pérgola, curva suave que adoptó el nombre del restaurante ubicado en dicho tramo; 9) La Contrapérgola, curva a derechas justo al salir de la Pérgola; 10) Pueblo Español, curva crucial para poder empezar la subida en uno de los puntos más rápidos del circuito; 11) Sant Jordi, la curva más larga y rápida de todo el circuito, que se podía efectuar casi sin frenar; 12) Recta del Estadio, una curva larga y suave muy apta para efectuar adelantamientos y donde a menudo los vehículos volaban varios metros debido al cambio repentino de vertiente; y 13) Rasante, el punto más rápido donde era muy fácil ver a los vehículos planear pequeñas distancias al iniciar el cambio de vertiente y se alcanzaban los 250km/h.


El piloto ganador de aquella edición fue el británico Jackie Stewrad con su equipo Matra-Ford. El 18 de abril de 1971 hubo la segunda edición de Fórmula 1 en la cual resultó nuevamente vencedor Jackie Steward con su equipo Tyrrel-Ford. Y en la tercera edición celebrada el 29 de abril de 1973 el ganador fue el brasileño Emerson Fittipaldi del equipo Lotus-Ford. El Gran Premio de España del 27 de abril de 1975 fue el último en celebrarse debido a una tragedia que puso en evidencia la inviabilidad de estos campeonatos en un espacio como la montaña de Montjuïc. De hecho, durante los entrenamientos previos a la carrera se produjeron algunos incidentes que hicieron dudar sobre la seguridad del circuito. Durante el transcurso de la competición, después de la primera vuelta el piloto Emerson Fittipaldi se retiró de la carrera en protesta por las condiciones que ofrecía el circuito, especialmente por le mal fijamiento de los raíles de seguridad. En la vuelta número 26, el vehículo de Rolf Stommelen perdió el alerón trasero en el cambio de rasante del Estadio, voló hacia la derecha de la pista y tras dar en las alambradas de protección volvó a la pista y colisionó con el vehículo del brasileño Carlos Pace, que le seguía en segunda posición. En su vuelo el coche de Stommelen había arrollado a un bombero, un fotógrafo y dos espectadores que resultaron muertos, mientras el piloto sufrió la fractura de una pierna, una muñeca y dos costillas. La carrera fue detenida y se declaró ganador al piloto alemás Jochen Mass, del equipo McLaren-Ford, que obtuvo la mitad de los puntos. Esta tragedia puso punto y final a este campeonato que pasaría a celebrarse en otros espacios más adecuados. También obtuvo victoria la italiana Lella Lombardi (March 751 Cosworth), convirtiéndose en la primera mujer en puntuar en la historia de la Fórmula 1.


En el año 2004, el Ayuntamiento de Barcelona decidió señalizar el trazado del antiguo circuito, y los días 13 y 14 de octubre de 2007, coincidiendo con el 75 aniversario de la creación del circuito, se recreó el antiguo trazado urbano y el ambiente original, con la participación de más de ochenta vehículos de época y participaron pilotos destacados como Emerson Fittipaldi o Marc Gené. El evento fue iniciativa municipal, con la colaboración de Bacardi España, Last Lap y Ferrari. Desde el año 1991 el Campeonato de España de Fórmula 1 se celebra en el circuito de Montmeló. Y en la actualidad, la montaña de Montjuïc es testigo de esta memoria histórica mediante un monumento en recuerdo de estos eventos que tanta repercusión mundial tuvieron, y que junto a acontecimientos como la Exposición Internacional de 1929 y a los Juegos Olímpicos de 1992, así como otras celebraciones nacionales e internacionales varias, hacen del Mont Jovis no solo una cima geográfica sino también una cima de la proyección de Barcelona y de Cataluña en el mundo entero y la raíz de su progreso y su identidad.

martes, 12 de abril de 2011

¿Ha olvidado Barcelona a Salvador Dalí?

En la nomenclatura de Barcelona siempre ha habido algo que me ha llamado la atención. ¿Por qué no existe ninguna calle, plaza o parque dedicada al pintor Salvador Dalí? Resulta incomprensible que un catalán universal con tanta proyección internacional y uno de los grandes artistas y mitos del siglo XX se haya ignorado y antes que él pasaran por delante suyo otros personajes del arte y de la política de menor importancia cuyos nombres no voy a citar para evitar polémicas innecesarias. Según informaciones municipales, se asegura que la figura de Dalí tiene un espacio reservado en Barcelona para dedicárselo pero que todavía está pendiente de una urbanización. Tal vez se haya pensado en la zona de la Sagrera, el que tiene más números, aunque también existen otras propuestas ciudadanas en estudio. Sin embargo, un motivo de esta carencia se justificó alegando que el pintor merecía tener su nombre en un nuevo espacio que fuese especial y destacado en vez de ofrecer el nombre a una calle existente cualquiera que cambie su denominación o a unos nuevos jardines creados a partir de la reforma de los interiores de una manzana del Eixample. Y con la excusa de que necesita una dedicatoria en un lugar emblemático de la ciudad, han transcurrido veintidós años, demasiado tiempo como para no tener todavía decidida una ubicación definitiva. A pesar de los argumentos oficiales de las administraciones, no sería de extrañar que hubiese razones políticas e ideológicas de fondo, pues el singular personaje de Dalí pasó a lo largo de su vida por diferentes etapas ideológicas, tal vez más por conveniencia que por convicción, como una manera personal de supervivencia y adaptarse a lo que había en aquellos tiempos tan difíciles. Ello le hizo ganar enemistades, aunque el pintor ampurdanés logró anteponer sus cualidades artísticas. Ello no sería razón para denegarle una calle o plaza. No hemos de olvidar que figuras muy controvertidas como Eugeni d’Ors tienen una calle, así como otros personajes catalanes que en un momento dado colaboraron o simpatizaron con el régimen franquista, como Felip Bertran i Güell. Veintidós años después de su muerte Dalí no ha encontrado un lugar en Barcelona, mientras que otras ciudades catalanas y del resto de España lo han conseguido, incluida Madrid. Son más de dos décadas, y eso es mucho tiempo de espera. En todo este período se han urbanizado muchos espacios de la ciudad, los suficientes como para dedicarle alguno al gran pintor universal del siglo XX. Sin embargo, otros personajes a los que no voy a desmerecer han tenido preferencia, incluso los anónimos “voluntarios olímpicos” que ayudaron al funcionamiento del certamen de los Juegos Olímpicos de 1992. Las nuevas áreas olímpicas de Montjuïc, Poblenou, Camp Nou y Vall d’Hebron no disponían de un solo espacio para dedicarle, ni siquiera el recinto del Forum 2004 y la nueva fachada marítima. ¿Lo tendrá el de la Sagrera? Veintidós años es mucho tiempo, y ya no hay excusa. Dejémonos de intereses personales y de hacer tanta demagogia y hagamos el favor de dedicarle una calle, una plaza o un parque a Salvador Dalí.

miércoles, 6 de abril de 2011

Sam ya no la volverá a tocar


Evoco en el título del presente artículo las palabras de Humprey Bogart en una de las películas más míticas de la historia del cine y que dio nombre a estas salas cinematográficas: Casablanca. Hubiese deseado escribir la frase tal y como el célebre actor lo dijo en el citado filme, “vuélvela a tocar Sam”, pero desgraciadamente no será posible porque el amigo Sam, allá donde esté, ya no podrá volver a tocarla. Después de 31 años de existencia, los cines Casablanca cierran definitivamente sus puertas debido a los graves problemas que hoy padece esta industria por la crisis económica, las deudas, las descargas ilegales por Internet y el descenso del número de espectadores debido a que optan por otros entretenimientos, algunos de muy dudosa calidad. Nos desaparece del mapa urbano un pequeño templo del arte y ensayo barcelonés, que a pesar de haber sobrevivido solamente durante poco más de tres décadas, enseguida alcanzó una fama y un prestigio como pocas salas de cine lo han hecho.


Los cines Casablanca abrieron sus puertas el 13 de diciembre de 1980 en el número 115 del paseo de Gràcia, en el tramo superior denominado como los jardines de Salvador Espriu, sito en el barrio de Gràcia. Regentados por la empresa Els Cinemes del Passeig de Gràcia, durante once años nada menos que el crítico de cine Jaume Figueras se dedicó a programar la cartelera de las dos pequeñas salas alargadas, estrechas y de incómodas butacas con capacidad para solo 317 personas. Especializadas en proyecciones llamadas de arte y ensayo, exhibidas en versión original subtitulada, estos cines se bautizaron con la denominación de Casablanca en homenaje a la película de Michael Curtiz, incluso el pequeño bar del vestíbulo se llamaba Rick’s Bar (luego Bogart Café). Durante los años posteriores, se convirtió en un punto de referencia del cine de autor a pesar de la competencia de otras salas cinematográficas como los multicines Verdi, Alexis y Maldá, los cuales junto con los Casablanca formaron parte del llamado Círculo A del cine de arte y ensayo, experimental y de autor.


En diciembre de 1991 los cines Casablanca pasaron a manos del empresario Julián Mateos Iñiguez. Y desde los últimos años las dos pequeñas salas pasaron a manos de la empresa Kaplan gestionada por Salomón Shang, que las ha mantenido como ha podido resistiendo las deudas, los impagos y la crisis económica que impidieron una remodelación de las salas, la pantalla, las butacas y el sistema de sonido. El propietario, también productor de cine, aprovechó para estrenar en estas salas sus propias películas. En agosto de 2005 los Casablanca Kaplan acogieron un interesante ciclo de películas de la década de 1970. Sin embargo, una inadecuada programación sumada a los anteriores motivos ha motivado el cierre definitivo acaecido el pasado 4 de abril. La clausura se ha producido sin previo aviso, con total discreción. Las películas inaugurales de 1980 fueron “Cabeza Borradora”, de David Lynch (en la sala 1) y Johnny Guitar, de Nicholas Ray (en la sala 2). Ahora, las películas “Cisne Negro”, de Darren Aronofsky, y el documental “Hammada”, de Anna Bofarull, cierran para siempre la programación de un espacio del séptimo arte que deberíamos guardar para siempre en nuestra memoria histórica por haber escrito una página muy especial, breve pero profunda, en la historia de la cinematografía barcelonesa. Las luces se han apagado, y Sam, discretamente, ha bajado la persiana por última vez y se ha marchado hacia un destino desconocido. Nunca más la volverá a tocar.


Nota: algunas de las imágenes han sido tomadas de la web connectclub.com