Así, pues, Cataluña ¿adónde vas? ¿Cuál va a ser tu destino? ¿Qué futuro te depara? El pesimismo más profundo me invade. No veo por ahora viable la conciliación de las diferentes partes, aunque el conflicto no se vea reflejado explícitamente en la calle. No hay voluntad política ni institucional para arreglar las cosas. Parece que la grieta se abre cada vez más y el agujero es más difícil de sellar. La verdad es que uno ya no sabe qué hacer. Y los medios de comunicación son también muy dañinos por la difusión de mentiras y difamaciones y por la elevada capacidad de manipular y hacer llegar a las grandes masas sociales una visión tergiversada de la realidad. Aprovecharse de la ignorancia de la plebe es lo más fácil para engendrar el odio hacia otra comunidad, y los mensajes populistas siempre resultan atractivos especialmente ahora en tiempos de crisis.
Pobre Cataluña ¿adónde vas? ¿Hacia dónde te diriges? ¿Qué va a ser de ti? Pues la verdad es que yo no lo sé. Miro hacia delante y solo veo un largo túnel blanco sin un final apreciable.
Cataluña ¿adónde vas? ¿Qué necesitas? ¿Qué quieres? Dímelo por favor. ¿Qué quiere realmente la ciudadanía? Lo único que desea cualquier persona decente es vivir bien y que no la molesten. Una aspiración muy simple y sencilla pero complicada de alcanzar. Se quiere un trabajo bueno, estable y bien pagado; prosperar con el paso de los años y aprender; disponer de recursos económicos necesarios para adquirir una vivienda digna; obtener facilidades y calidad para la educación y formación de sus hijos; disponer de equipamientos deportivos, sanitarios y culturales al abasto y sin masificaciones; disponer de servicios en general que sean abundantes y sin aglomeraciones; que las administraciones respondan bien y rápido con el menor número de trámites posible; vivir en un ambiente seguro donde se respire calidad de vida; moverse cómodamente por el territorio mediante una buena red de transporte y buenas infraestructuras; y tener un buen retiro hasta el fin de sus días. En resumen, todo lo que ofrece una vida feliz. Pero ¿qué hace falta para conseguir eso? Sin lugar a dudas, una buena gestión y una buena política. Cuando estos dos ingredientes funcionan, las quejas y las reivindicaciones disminuyen. El resto son caprichos y luchas estériles que no llevan a ninguna parte.
Para ello ¿qué modelo territorial necesita Cataluña? ¿Autonómico, regionalista, federal, nacionalista, la independencia? Todo dependerá de la capacidad de gestión y de buena política. Si ambos elementos funcionan y dan a la sociedad lo que quiere y necesita, serán bien recibidos con independencia del modelo territorial. Cataluña siempre ha aspirado al autogobierno y a la preservación de su lengua y su cultura autóctona, y eso es algo legítimo y positivo, pero se debe de hacer bien para hacerlo creíble, porque en caso contrario se verá como un capricho ligado a los intereses de un partido. Por poner un ejemplo, el traspaso de la red de cercanías no ha generado el optimismo deseado. Ciertamente todavía es muy temprano para hacer valoraciones y es innegable que se están produciendo cambios lentamente. Debemos de dar más margen de tiempo. Sin embargo, ya hay quienes afirman que “se han traspasado también los retrasos y las averías porque la red funciona igual de mal”. Cuando Cataluña recibe un traspaso de competencias se supone que se hace con el objetivo de gestionarlo mejor que cuando dependía del Estado.
Yo creo que los buenos gestores y los buenos políticos son prioritarios al modelo territorial. Una vez se haga una gestión excelente y una política eficiente y eficaz que satisfaga a la población, luego será cuando se podrá aspirar a obtener otro modelo territorial más ajustado a la realidad. No es factible hacerlo al revés o de forma paralela. Tal y como están las cosas en este preciso momento, es muy difícil pretender un cambio porque nacerá cojo y terminará peor, con lo que todos saldremos perdiendo.
Cataluña ¿por qué lloras? Porque te encuentras en medio de una guerra de nacionalismos que no te dejan respirar. ¿Qué es lo que más te conviene? ¿Por qué nos vamos más que nunca de un extremo al otro y resulta tan difícil establecer un término medio? Lloriquear y culpar de los males a los demás siempre es lo más fácil. Para el actual modelo de nacionalismo catalán, Madrid tiene la culpa de los males que padece Cataluña, España es hostil, nos desprecia y nos expolia, y nos quiere anular imponiéndonos un modelo de estado uniforme sin condiciones. Para el nacionalismo español, los catalanes construyen mitos y mentiras, manipulan la verdad histórica, intentan barrer todo aquello que huela a castellano o a español y quieren enriquecerse a costa de empobrecer al resto del país. Victimismos mutuos a cual peor, que ciega a la sociedad y le impide ver la realidad de las cosas. Particularismos tomados como generalidades. Para el nacionalismo catalán España es enemiga. Para el nacionalismo español, Cataluña es enemiga. Dos lobbies de gran poder de influencia y decisión a los que sumaríamos la Iglesia y el Ejército. Los pilares de la sociedad, los ojos que todo lo ven y nos vigilan. Ellos siempre ganan y todo el mundo lo permite. Basta con que abran la boca para impedir la aprobación de una ley o la modificación de otra. La derecha lo tolera y lo apoya por su talante rancio, nada que ver con la derecha o centro-derecha de los países bajos o nórdicos, más práctica y posibilista. La izquierda, siempre más débil y cobarde, se baja los pantalones, se monta una excusa convincente y culpa a la oposición de sus errores y fracasos. Y mientras tanto, nuestra sociedad, como espectadora ante una gran pantalla de cine, sentada observando esta inacabable película.
En las próximas elecciones, gane quien gane, todo seguirá siendo más de lo mismo. El túnel blanco parece infinito y no se le aprecia el final. Parece eterno. Cataluña, ojala pudiera sanar tus heridas y fortalecerte, pero yo solo no puedo.
Cataluña ¿adónde vas?
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