miércoles, 14 de octubre de 2009

Memorias de un cinéfilo de estreno I: presentación

Damas y caballeros amantes del séptimo arte, amigos y amigas del alma: finalizada la anterior serie dedicada a los cines de barrio y de reestreno, ahora tengo el gusto de presentaros la nueva serie dedicada a los cines de estreno que han formado parte de mi vida desde mi infancia hasta la madurez. Sin embargo, lo que voy a narrar de ahora en adelante serán unas historias diferentes a las contadas hasta el momento, tal vez un poquito menos entrañables y simpáticas, sencillamente porque la historia de un cine de estreno del centro de Barcelona nunca puede ser igual a la de un cine de reestreno de barrio. Se trata de otra clase de público, de otra clase de películas, de otro espacio geográfico y de otro tipo de locales de proyección. Y como consecuencia, han incidido forzosamente de manera diferente en la vida personal desde una perspectiva psicológica, emocional, formativa e incluso (por qué no) espiritual. Pero ello no significa que no se puedan contar anécdotas divertidas e interesantes, pues de todos aquellos locales cinematográficos que han formado parte de tu vida siempre queda aquel regusto tan especial único e irrepetible.

Las salas de estreno de Barcelona se han ubicado en su gran mayoría (salvo excepciones) en el casco antiguo y en el sector de l’Eixample. De allí nacieron los primeros llamados cinematógrafos, también llamados elegantemente salones de cinematografía. Hay constancia de que en la plaza de Catalunya, en el año 1895, se hicieron las primeras exhibiciones del Kinetoscope de Edison. En el año siguiente el cine llegó oficialmente en Barcelona por obra y gracia de Antonio Fernández, un fotógrafo de origen manchego apodado profesionalmente como Napoleón. Su local estaba ubicado en la Rambla.


Entrados en el nuevo siglo XX, proliferaron nuevas salas cinematográficas más estables y de nueva generación con un confort y unos medios técnicos superiores a los primitivos locales de finales del siglo XIX. Además, enseguida tuvieron un notable éxito de público debido a que se trataba de una innovación tecnológica, de una nueva forma de ocio y entretenimiento, y con la ventaja de que la entrada era más barata que el teatro y la oferta era cuantiosa en cuanto a variedad de películas se refiere. Ello llegó a hacer temblar a los propietarios de los teatros, los cuales creían que se trataba de una competencia que llegaría a hundirlos. Si en 1909 había entre cuarenta y cincuenta cines, en 1915 se superaban los 130.

Después del certamen de la Exposición Internacional de 1929 se abrieron nuevas salas de cine que alternaban la exhibición de películas con espectáculos de varietés, como circo, ópera, bailes, conciertos, cantantes, actuaciones de cómicos y magos, etc. En 1930, el cine Coliseum estrenó la primera película sonora con gran éxito de público y veintiuna semanas en cartel: “El desfile del amor”. Durante los años de la Segunda República, abrieron nuevas salas de cine de moderno diseño funcional inspirado en la arquitectura racionalista, que rompieron con los clásicos diseños anteriores. Terminada la Guerra Civil, bajo el régimen franquista, las salas de cine continuaron exhibiendo películas y además se abrieron nuevas salas a pesar de los problemas económicos de la posguerra. Las antiguas salas clásicas de principios de siglo fueron cerrando sus puertas para dar paso a cines más modernos.

La cadena de cines de la empresa Balañà llegó a ser la más importante de la ciudad, siendo su época de gloria durante los años sesenta y setenta, disponiendo de las mejores salas de estreno, más confortables y pioneras en avances tecnológicos para proyecciones cinematográficas. Fueron los tiempos de las grandes salas denominadas cinerama o vistarama, con unas pantallas notablemente más grandes que las de un cine convencional. También llegaron mejoras en el sistema de sonido. A partir de la década de los sesenta abrieron los primeros cines de arte y ensayo, donde se proyectaban películas menos comerciales, minoritarias o “alternativas”. En los años setenta, algunas de las viejas salas del centro de Barcelona quedaron anticuadas y terminaron por cerrar por falta de rentabilidad comercial. Vino la crisis del cine que se prolongó durante los años ochenta e incluso se hablaba de que todas las salas de cine de Barcelona cerrarían para siempre. En dicha década, para ganar público, se apostó por la reconversión de las grandes salas cinematográficas en multicines, de manera que en un solo local se multiplicaba la oferta de películas. Un nuevo sistema de atracción de usuarios fue el llamado “día del espectador” que ofrecía un día a la semana un precio reducido de la entrada.

Paralelamente, durante la misma década de los ochenta algunas salas de cine se convirtieron en “salas X” de exhibición de películas porno, hoy día todas cerradas por la competencia de los sex-shop y el fácil y económico acceso a los videos/DVD y a Internet. Durante los años noventa, abrieron multisalas por los barrios periféricos de Barcelona y en las ciudades del extrarradio, muchas de ellas integradas en grandes superficies comerciales y centros de ocio. Actualmente, prácticamente la totalidad los cines de Barcelona son de estreno, pero numéricamente no son precisamente muchos los que hay abiertos. La mayoría son multisalas y las antiguas salas únicas que todavía quedan abiertas tenderán a desaparecer o a reconvertirse si quieren subsistir.

Brevemente resumida la historia del cine de estreno en Barcelona, y repescando el hilo anterior, deciros que en el presente blog voy a hablar de aquellos cines de estreno en los que he asistido asiduamente o solo en alguna esporádica ocasión, tanto actuales como desaparecidos o reconvertidos. Hago especial referencia a los cines ABC, Alcázar, Aribau, Aribau Club (antes Dorado y Club Doré), Astoria, Atenas, Bailén, Balmes, Bosque, Capitol, Cataluña, Club Coliseum, Coliseum, Comedia, Fantasio, Florida Cinerama, Lauren Universitat (antes Pelayo y Petit Pelayo), Maryland, Novedades, Palacio del Cinema (antes Pathé Palace), Regio Vistarama Palace, Savoy, Tívoli, Urgel, Vergara y Waldorf. De manera conjunta, en un solo capítulo haré mención de las actuales multisalas, de las cuales prácticamente no hay historia y distan muchísimo de tener aquel sabor tan especial que la gente cinéfila conoce.
Así que, damas y caballeros, amigos y amigas, suban de nuevo al tranvía 48 y viajen por la nueva ruta que os descubrirá la historia, las anécdotas y las vivencias de los cines de estreno.

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