En el presente blog, durante estos últimos meses he expuesto a través de varios capítulos la historia y mis vivencias personales en los entrañables cines de barrio que han formado parte de mi vida y que tanto han significado (y todavía significan aunque ya no existan). Sin embargo, también hubo una serie de cines de barrio que a pesar de haberlos tenido cercanos, curiosamente, por diferentes motivos, nunca fui un cliente asiduo, con lo cual es muy poco lo que puedo aportar. No obstante, por el mero hecho de haber asistido en algunas ocasiones, voy a hablar de ellos porque estoy seguro de que algunos de vosotros seréis capaces de narrar mucho más porque tal vez fuisteis fieles a ellos a diferencia de mí. Estoy haciendo referencia a los cines Ducal, Montserrat, Paladium, Versalles y Virrey.
El cine Ducal era una pequeña sala de solo 200 localidades situada en los números 4-30 de la calle de Besalú, en el barrio del Camp de l’Arpa. Abrió sus puertas en septiembre de 1956, siendo su empresario José María Marín Echenagusia, también propietario del cine Texas. Era un local de reestreno con programas dobles que tuvo una vida muy monótona, y ya a principios de los años ochenta padeció severamente la crisis, de modo que a partir de 1984 se convirtió en una sala X para probar suerte. El caso es que no dio resultado y finalmente, el 16 de julio del mismo año cerró definitivamente sus puertas. Solamente asistí un par de veces al Ducal, y de los dos programas dobles que llegué a ver solo recuerdo una película de cada uno: “Le llamaron Trinidad” y “Estación polar Zebra”.
El cine Ducal era una pequeña sala de solo 200 localidades situada en los números 4-30 de la calle de Besalú, en el barrio del Camp de l’Arpa. Abrió sus puertas en septiembre de 1956, siendo su empresario José María Marín Echenagusia, también propietario del cine Texas. Era un local de reestreno con programas dobles que tuvo una vida muy monótona, y ya a principios de los años ochenta padeció severamente la crisis, de modo que a partir de 1984 se convirtió en una sala X para probar suerte. El caso es que no dio resultado y finalmente, el 16 de julio del mismo año cerró definitivamente sus puertas. Solamente asistí un par de veces al Ducal, y de los dos programas dobles que llegué a ver solo recuerdo una película de cada uno: “Le llamaron Trinidad” y “Estación polar Zebra”.
El cine Montserrat se ubicaba en el número 241 de la avenida de la Mare de Déu de Montserrat haciendo casi esquina con el paseo de Maragall, en el sector llamado popularmente como “los 15”. Era una sala de moderno diseño, inaugurada en octubre de 1952 y con una capacidad para 834 personas. En sus inicios empezó con sus clásicos programas dobles, y a partir de la Transición pasó a ofrecer muy a menudo películas eróticas clasificadas “S”, de ahí que después, con el auge del cine porno, el 4 de junio de 1984 se convirtiera en una sala X. Pasada la euforia inicial, el negocio no rindió lo esperado y el cine Montserrat volvió nuevamente a ser sala de reestreno hasta su cierre definitivo, en 1987. Recuerdo en mi infancia haber visto en esta sala algunas películas de catástrofes, como “Aeropuerto 77”, el programa doble “Huracán” y “La isla de los hombres peces” con mi padre, y también “Lady Halcón” acompañado de mi hermana Griselda porque por aquel entonces mi hermano Tomás estaba en el cuartel llamado “El sangriento”, en Sevilla, haciendo el servicio militar y no me pudo acompañar.El cine Paladium se ubicaba en la rambla del Caçador del barrio de la Guineueta,. Era un local más contemporáneo que abrió en 1967 cuando el entonces polígono de viviendas de la citada Guineueta estaba recién construido. Su propietario fue Pasqual Graneri, el cual lo hizo funcionar como sala de reestreno con programas dobles, hasta que en 1976 la empresa Cinesa lo adquirió y lo convirtió en cine de estreno, convirtiéndose así en una de las pocas salas de estreno de la periferia de Barcelona. Tenía capacidad pera 983 personas. En este cine he asistido una sola vez en mi vida, concretamente un sábado por la mañana con mi padre y mis hermanos Tomás e Ismael para ver casi en primera fila el estreno del siglo: “La guerra de las galaxias”, la película que más veces he visto en mi vida y que nunca me canso de repetir. Esta sala cerró definitivamente el 26 de junio de 1983.El cine Versalles tiene más historia, pues abrió sus puertas sobre los años 1927-1928 de manos de Antoni Bertran. Se ubicaba en el chaflán de las calles de Mallorca y de los Castillejos, cerca de la Sagrada Família. La sala se caracterizó por ser más ancha que larga. Inicialmente tenía capacidad para 800 espectadores y disponía de un vestíbulo muy pequeño. A partir de los años cincuenta se sometió a una profunda reforma que lo modernizó con una mejora de los accesos, de las instalaciones y sobre todo del vestíbulo, que se incrementó notablemente. Pasó a tener capacidad para 1.167 personas. Por aquellos años, el propietario era José Lecumberri de la Fuente, el cual decidió ofrecer programas dobles de películas acompañadas de varietés. De hecho, la tarima donde llegaron a actuar personajes famosos como Estrellita de Castro, Antonio Amaya, El Príncipe Gitano, Antonio Machín, Pepe Marchena o Antonio Molina, entre otros, siempre se conservó, incluso cuando el cine se convirtió en discoteca. Se ubicaba debajo de la pantalla, y era habitual que en los descansos los niños se subieran a correr y a jugar. Años después, se creó el llamado “Miércoles Fémina”, que no era otra cosa que un día de la espectadora que ofrecía una tarifa reducida para las clientas habituales del barrio. En el año 1977 la sala fue adquirida por Pere Balañà, el cual convirtió el Versalles en sala de estreno, si bien a menudo había un complemento de reestreno. Recuerdo haber visto un domingo 7 de enero con mi hermano Ismael y la que sería mi cuñada Mari Carmen el programa doble “Nihm el mundo secreto de la señora Brisby” y “Moonraker”. Otras películas que recuerdo en las poquísimas veces que asistí fueron “Lifeforce fuerza vital” y “Tod y Toby”. El 8 de mayo de 1986 cerró definitivamente sus puertas, y el local se reconvirtió en la discoteca Barçalles, hasta que se clausuró y se derribó para construir un bloque de viviendas.
El cine Virrey era la típica sala de barrio de reestreno de la periferia por excelencia. Tenía dos accesos: uno en el número 10 de la plaza del Virrei Amat (que habitualmente era la entrada), y la otra en el número 44 de la calle de la Jota (la salida). Era propiedad de los hermanos Santiago y Eduardo Ballarín Reyes, que lo inauguraron en diciembre del año 1959, justo en un momento en que la población de la barriada de Santa Eulàlia de Vilapicina comenzaba a expandirse y año tras año se iban edificando bloques de viviendas. Además, hacia muy poco que se había inaugurado el metro. Por tanto, el aumento de la población, la proliferación del comercio y las mejoras en los transportes auguraban un buen futuro para este cine que preveía a muchos clientes jóvenes y habituales. Y así fue, pues la sala tenía capacidad para 1.500 personas, y eran los fines de semana y días festivos cuando hacían grandes recaudaciones. Yo lo recuerdo como un cine viejo y destartalado, con butacas rotas y algo incómodo, pero sin embargo no recuerdo que fuese una sala tan grande. De hecho, casi todas las películas las había visto anteriormente de estreno o de reestreno pero las volvíamos a repetir porque nos gustaban. Muchas eran de catástrofes y de Spaghetti Western. En el cine Virrey eran muy aficionados a recortar los metrajes de las películas para hacer hasta cuatro sesiones en una tarde. Por ejemplo, la hilarante e incomprendida “1941” de Steven Spielberg, duraba unos 20 minutos menos que cuando la vi de estreno en el cine Río. Víctima por supuesto de la crisis del reestreno, cerró definitivamente sus puertas en 1985 y en su lugar e construyeron viviendas, un parking subterráneo y unas galerías comerciales actualmente cerradas por falta de clientes.
Y aquí se acaba la historia, un serial del cual espero que hayáis disfrutado durante todo este tiempo y que en mi blog estará permanentemente colgado. Siempre que deseéis leer algún capítulo, solo basta escribir en el buscador el nombre del cine deseado si en alguna ocasión os apetece revivir esa entrañable y añorada etapa de vuestra vida en que esas salas de barrio formaron parte de vuestra vida. Además, no dudéis en escribir aportaciones y experiencias personales en el apartado de comentarios siempre que queráis, pues entre todos hacemos historia y siempre será bien recibida.
Ahora bien, antes he dicho que aquí se acaba la historia, pero no definitivamente porque muy pronto empezará otra serie nueva, continuación de esta: las memorias de un cinéfilo de estreno, donde hablaré de las salas de cine de estreno del centro de la ciudad que han formado y forman parte de mi vida, tanto las existentes como las desaparecidas. Pero eso será en un próximo capítulo.
Muchas gracias a todas las personas que me han seguido hasta aquí. Que no me abandonen que todavía tengo mucho más por explicar. Un saludo y hasta pronto.
El cine Virrey era la típica sala de barrio de reestreno de la periferia por excelencia. Tenía dos accesos: uno en el número 10 de la plaza del Virrei Amat (que habitualmente era la entrada), y la otra en el número 44 de la calle de la Jota (la salida). Era propiedad de los hermanos Santiago y Eduardo Ballarín Reyes, que lo inauguraron en diciembre del año 1959, justo en un momento en que la población de la barriada de Santa Eulàlia de Vilapicina comenzaba a expandirse y año tras año se iban edificando bloques de viviendas. Además, hacia muy poco que se había inaugurado el metro. Por tanto, el aumento de la población, la proliferación del comercio y las mejoras en los transportes auguraban un buen futuro para este cine que preveía a muchos clientes jóvenes y habituales. Y así fue, pues la sala tenía capacidad para 1.500 personas, y eran los fines de semana y días festivos cuando hacían grandes recaudaciones. Yo lo recuerdo como un cine viejo y destartalado, con butacas rotas y algo incómodo, pero sin embargo no recuerdo que fuese una sala tan grande. De hecho, casi todas las películas las había visto anteriormente de estreno o de reestreno pero las volvíamos a repetir porque nos gustaban. Muchas eran de catástrofes y de Spaghetti Western. En el cine Virrey eran muy aficionados a recortar los metrajes de las películas para hacer hasta cuatro sesiones en una tarde. Por ejemplo, la hilarante e incomprendida “1941” de Steven Spielberg, duraba unos 20 minutos menos que cuando la vi de estreno en el cine Río. Víctima por supuesto de la crisis del reestreno, cerró definitivamente sus puertas en 1985 y en su lugar e construyeron viviendas, un parking subterráneo y unas galerías comerciales actualmente cerradas por falta de clientes.
Y aquí se acaba la historia, un serial del cual espero que hayáis disfrutado durante todo este tiempo y que en mi blog estará permanentemente colgado. Siempre que deseéis leer algún capítulo, solo basta escribir en el buscador el nombre del cine deseado si en alguna ocasión os apetece revivir esa entrañable y añorada etapa de vuestra vida en que esas salas de barrio formaron parte de vuestra vida. Además, no dudéis en escribir aportaciones y experiencias personales en el apartado de comentarios siempre que queráis, pues entre todos hacemos historia y siempre será bien recibida.
Ahora bien, antes he dicho que aquí se acaba la historia, pero no definitivamente porque muy pronto empezará otra serie nueva, continuación de esta: las memorias de un cinéfilo de estreno, donde hablaré de las salas de cine de estreno del centro de la ciudad que han formado y forman parte de mi vida, tanto las existentes como las desaparecidas. Pero eso será en un próximo capítulo.
Muchas gracias a todas las personas que me han seguido hasta aquí. Que no me abandonen que todavía tengo mucho más por explicar. Un saludo y hasta pronto.
Muy buen post. No conozco la ciudad pero desde luego el relato de lo que cuentas es muy bueno y me ha entrado bastante nostalgia, sobre todo recordando Lady Halcón y otras pelis memorables de aquella época que vistas en un cine de ese tipo tenían como una magia especial.
ResponderEliminarLa serie sobre los cines de barrio, me ha hecho recordar mi niñez, y me ha venido a la memoria otras salas del barrio como Union, Horta, Ducal y otro que habia en la calle Tajo, al lado de la parada de la empresa Casas y que ahora es un centro de culto religioso.
ResponderEliminarTe felicito por este post. Yo si que fuí muchas veces al Paladium.. En la época del 77 daban unas invitaciones a los comerciantes de la zona y como mi familia tenía tienda ibamos muy a menudo. Recuerdo que era un cine muy tranquilo excepto en casos puntuales de vacaciones escolares con pelis muy taquilleras.
ResponderEliminaren fin, que me ha gustado mucho poder recordar aquellos tiempos gracias a tu post. Un saludo.
Felicidades Cinefilo. Me ha entrado morriña.
ResponderEliminarEn mi casa íbamos dos veces por semana al cine. Los miércoles al Versalles por ser día fémina ( bien pertrechados de bocadillos incluso una gaseosa). Y los viernes nos repartíamos según las que “echaran” entre el Emporium del mismo dueño que el Versalles, y el Meridiana o Martinense, este último tenia cinemascope. No se porque pero el Ducal nos caía mas a desmano, pero también era del barrio.
Otro cine de mi niñez, fue el Condal, muy cutre pero muy barato, con unas barrechas de frutos secos increíbles y un ambiente ensordecedor cuando llegaba el 5 de caballería.
Que tiempos!!!
Mi familia eramos mas de los cines Canada, Roquetas, Cristal y Rosal
ResponderEliminarEso del "Día Femina" ¿No te confundes con el Emporium". Este seguro que sí que lo hacía. C.B.
ResponderEliminarBuenas tardes. ¿ Tienes algo del cine MÁXIMO ?
ResponderEliminarAÑORANZA
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