viernes, 19 de junio de 2009

Vicente Ferrer, o el cristianismo verdadero y del siglo XXI


El pasado día 19 de este mes falleció en Anantapur (India) Vicente Ferrer i Moncho, una persona a la que se podría considerar cristiana de verdad porque a lo largo de su vida no ha hecho otra cosa más que aplicar las ideas del cristianismo en su pura esencia.
Nacido en Barcelona el 9 de abril de 1920, de joven se afilió al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y a los 16 años de edad fue llamado contra su voluntad a combatir en la Guerra Civil, participando concretamente en la batalla del Ebro. Tras la derrota del ejército republicano, marchó hacia Francia y estuvo internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Poco después, en 1939 regresó a España a través de Hendaya mediante la colaboración de las autoridades francesas, y desde allí fue en el campo de concentración de Betanzos. Una vez liberado, cumplió nuevamente el servicio militar, y empezó los estudios de Derecho, abandonándolos en 1944 para ingresar en la Compañía de Jesús.
En 1952 llegó a Bombay como misionero jesuita para completar su formación espiritual, y allí mantuvo su primer contacto con la India.
En 1970 abandonó la Compañía de Jesús para casarse con la periodista inglesa Anne Perry, que también había sido religiosa, y fundó la organización Rural Development Trust (RDT, Fondo de Desarrollo Rural). Inicialmente su trabajo obtuvo grandes simpatías entre los campesinos indios, pero no entre las clases dirigentes, económicas y políticas porque lo consideraron una amenaza para sus intereses. Gracias al apoyo de Indira Gandhi consiguió seguir adelante con sus proyectos.
En 1996 creó su propia fundación, la Fundación Vicente Ferrer, una organización no gubernamental de desarrollo formada por un equipo de profesionales dedicada al desarrollo de Anantapur, una de las zonas más pobres y desfavorecidas de la India, en el estado de Andhra Pradesh. Su forma de entender el desarrollo ha dado lugar a un modelo ejemplar en el marco de la Cooperación internacional. Entre sus principales actuaciones, destaca la proporción y desarrollo de recursos, las mejoras en la sanidad (como la construcción de hospitales), la atención especial para mujeres (como la lucha contra la discriminación sexista), la educación (como la construcción de escuelas y la alfabetización), los planes de planificación familiar, la lucha contra la discriminación de la comunidad de los Dalits, los talleres para personas con discapacidad y la construcción de viviendas dignas.


Sin embargo, a pesar de todo lo explicado anteriormente y de haber recibido más de 15 distinciones por su labor en todo el mundo, ni determinados sectores de la Iglesia Católica ni el Papa han sido capaces de reconocer a este hombre que decidió entregarse como un cristiano de verdad a una causa justa, que aplicó su cristianismo sin imponerlo como hacen los evangelizadores. Así, pues, Vicente Ferrer no hizo de la palabra de Cristo una doctrina reeducadora y uniformista sino una filosofía y una forma de vida abierta a todo el mundo, apartada de la política, del poder, del dinero y de cualquier discriminación social por cuestiones de raza, idioma, creencias, ideas, sexo, orientación sexual, etc. O sea, que aplicó el respetar y amar a todo el mundo.
Sin lugar a dudas, el cristianismo de Vicente Ferrer se podría considerar como el cristianismo moderno, reciclado y actualizado a los nuevos tiempos, sin perder claro está las enseñanzas del verdadero Jesucristo porque estas nunca envejecerán. Es el cristianismo del siglo XXI.

1 comentario:

  1. Disculpa la tardanza en redactar mi comentario a esta entrada, Ricard. Lamento profundamente la pérdida de Vicente Ferrer. Como bien señalas, tal individuo era uno de los contados garantes actuales de las enseñanzas de Jesucristo. Por otra parte, suscribo a pies juntillas tu afirmación sobre la perdurabilidad de las enseñanzas de Jesús. Mas a menudo me interrogo: ¿Qué haría Él hoy en día? ¿Podría aplicar, punto por punto, sus conceptos de hace dos milenios?

    Un fuerte abrazo.

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