En estos últimos años, coincidiendo con una etapa de desvalorización de la política, los grandes partidos han perdido adeptos, mientras que otros, hasta entonces desconocidos y vistos como “los pequeños”, han irrumpido en el panorama político hasta convertirse en la sorpresa inesperada. Es el ejemplo de Ciutadans, UPyD, CUP y Plataforma per Catalunya. Otros casi lo consiguen y no son dignos de desmerecer a pesar de no haber sacado ningún representante. Este sería el caso del singular Partido Antitaurino.
Sin embargo, de todos ellos, el partido que más morbo genera y más llama la atención en Cataluña es Plataforma per Catalunya, liderado por el vigatano (o sea, ciudadano de Vic) Josep Anglada i Rius, antiguo militante de Fuerza Nueva. En las últimas elecciones municipales, ha logrado sacar 17 regidores y 3 consejeros comarcales en todo el principado, superando a partidos como Ciutadans, los cuales estaban convencidos de que iban a triunfar. Actualmente, bajo la perspectiva de un incremento de adeptos y simpatizantes, ha empezado a hacer campaña en las grandes ciudades con miras de presentarse por primera vez en las elecciones autonómicas del año 2010. Las probabilidades de sacar algún diputado son difíciles, pero nada es imposible.
La pregunta que mucha gente se hace es por qué crece Plataforma per Catalunya. Desde una óptica personal, me gustaría dar algunas posibles respuestas a un tema muy delicado de tratar.
Primero de todo, la gente está descontenta de la política y de los políticos, ya que cada día se ponen más en evidencia las mentiras y el afán de mandar y llenarse los bolsillos a cualquier precio. Por ejemplo, recientemente, los socialistas y los populares han decidido formar un gobierno de coalición en Euskadi, cuando ambos han sido siempre grandes enemigos y rivales por excelencia. José Montilla ha alabado dicho pacto de gobierno y lo ha calificado de “ejemplo de madurez política”. ¿Significa esto, que nuestro “President Àdhuc” (como dirían en Polònia) sería capaz de pactar con el PP para apoltronarse en la Generalitat si esto hiciese falta, incluso aceptando cambiar la política lingüística que ahora tanto alaba por la segregacionista? Mejor no poner la mano en el fuego por si las moscas.
En segundo lugar, los casos de corrupción han puesto en evidencia que no existe tanta diferencia entre partidos. En tiempos de Felipe González, el PSOE se convirtió en el gran expoliador estatal, mientras que hoy día, el PP, que presumía de “cuentas claras y manos limpias”, se ha visto salpicado por casos de corrupción urbanística y otros menesteres.
Y en tercer lugar, existen toda una serie de temas que preocupan a la ciudadanía (vivienda, paro, inmigración, inseguridad, incivismo, educación, etc.) que absolutamente ningún partido ha sido capaz de ofrecer una solución eficaz. La conciliación y concordia social siguen en el aire.
Así, un partido populista como Plataforma per Catalunya pretende ser la coalición que intenta romper con la monotonía existente con el objetivo de vender una alternativa. En resumen, la corrupción política, el desengaño social, la pérdida de valores, la falta de solución de los grandes problemas y la necesidad de una higiene y regeneración democrática son la base fundamental que ha llevado a un voto alternativo. Como inciso, decir que resulta llamativo como este discurso populista (frecuente en los partidos de extrema derecha que se aprovechan de las crisis políticas, sociales y económicas para crecer) sea prácticamente el mismo que usan partidos autodefinidos de izquierdas como Ciutadans (C’s) y Unidad, Progreso y Democracia (UPyD), cuyo izquierdismo real es muy cuestionable. Basta con ojear sus páginas web para comprobar dicha similitud.
Actualmente, la gente cree en la poca diferencia existente entre derechas e izquierdas. Así, mientras las primeras se las acusa de hipócritas en el aspecto moral y conservador (el célebre “haz lo que yo te diga pero no hagas lo que yo hago”), las segundas se las acusa de demagogas en el aspecto socio-económico (la pose del progre que va de “políticamente correcto” y de “buen rollito”). Ante ello, cuando de repente irrumpe un nuevo partido con un discurso diferente o similar a aquello que la gente piensa pero no se atreve a decir en voz alta, se acude como una alternativa. Por lo tanto, el voto hacia Plataforma per Catalunya u otros similares no se debería de interpretar como un voto fascista, sino como un voto de castigo hacia los partidos de siempre, un voto de venganza por el descontento, un voto de indignación ante la falta de soluciones a los problemas sociales, un voto de “basta ya” de tantas tonterías. Es decir, que en realidad no se vota tanto a las ideas del partido sino a la esperanza de que se abra un nuevo camino.
En lo referente a la figura de Josep Anglada, un vídeo de Youtube filmado en cámara oculta ponía en evidencia que sus ideas ultraderechistas no eran cosa del pasado. Alguien que se hizo pasar por “facha” y habló con él en una convención de “ultras” celebrada en la Comunidad Valenciana grabó como afirmaba que “todo lo relacionado con Franco, José Antonio, la bandera y el águila, en Cataluña no interesaba, pero que lo llevaba en corazón; que tenía que asumir el papel de demócrata para ganarse a la gente; y que ahora no podía hablar claro”. Sin embargo, pese a que se le pueda criticar tanto como se quiera, resultaría muy curioso grabar en una cámara oculta a los “políticos demócratas” que nos gobiernan para ver lo que realmente piensan. Tengo la absoluta convicción de que nos encontraríamos con muchas sorpresas, y muchos de ellos no estarían tan alejados del señor Anglada, pues a ninguno de ellos le conviene tampoco hablar claro.