lunes, 24 de noviembre de 2008

Por favor, salvemos a las castañeras de nuestra ciudad

Me resulta muy agradable y entrañable poder ver todavía por las calles de Barcelona a las tradicionales castañeras de antaño, sobre todo en unos tiempos como los actuales en que solo se valora lo “modelno”, lo “fashion” y lo vanguardista, en una ciudad del diseño donde sus habitantes, sometidos a una imparable globalización, se han convertido en meros espectadores y en hombres y mujeres de “para el turismo”.
¿Y eso de las castañeras? Para algunos son algo viejo, anacrónico, anticuado, rancio, que “no mola”. Sin embargo, forman parte de una tradición enraizada desde finales del siglo XVIII en Cataluña y que milagrosamente ha perdurado hasta la entrada del nuevo siglo XXI. Estas mujeres, casi siempre adultas o de edad avanzada salvo pequeñas excepciones, se dedican al oficio de cocer y vender castañas y moniatos. Sin embargo, últimamente se han interesado algunos hombres y especialmente inmigrantes, a los cuales les agradezco su interés por salvar un pedazo de nuestra cultura. Quienes ejercen este oficio de temporada instalan en plena vía pública su correspondiente caseta de madera (aunque ahora las hay metálicas), es decir, la parada. Dentro de ella se guardan los utillajes para la cocción, una tostadora tipo bidón con patas que funciona con carbón para cocer al fuego al sistema tradicional, una paella y las típicas papelinas para envolver las castañas y moniatos recién hechos y bien calentitos.
Costumbre catalana de más de doscientos años de antigüedad, brota en nuestras calles por los albores de Todos los Santos, debido a su origen religioso como una cena familiar en recuerdo de los familiares difuntos. A título personal, me gusta conservar esta costumbre que desde pequeño he vivido en mi casa, pudiendo comer castañas y moniatos acompañados con deliciosos y variados panellets (a pesar de que los precios están por las nubes) y un poco de vino dulce. Siempre recordaré a mi madre cuando a media tarde encendía el horno de la cocina para cocer las castañas y los moniatos, y cuando llegaba de noche a mi casa, nada más entrar en el comedor se podía respirar aquel aroma tan especial y se había extendido aquel calor tan y tan acogedor que te resguardaba del frío.
Sin embargo, parece que el afán modernizador da facilidades a su extinción natural, limitando las licencias de apertura de casetas solamente para los hijos y/o familiares de castañeras y reduciendo su número con la excusa de que “ocupan la vía pública, crean un conflicto para otros espacios y la movilidad ciudadana, y no cumplen con la normativa de humos”, según voces municipales. Así, pues, parece que en esta Barcelona progresista, moderna y del diseño no tienen demasiada cabida las pobres castañeras, algo extraño si se tiene en cuenta que se fomenta la capital catalana como un espacio internacional y multicultural, donde la mezcla y la variedad se valoran como un fenómeno positivo y enriquecedor… pero en la práctica, algunos han decidido que unas tradiciones valen menos que otras.
A pesar de todo, esta tradición nunca la perderé.

5 comentarios:

  1. "Temps era temps", Ricard. Me gusta la Barcelona de las castañeras, la de las churrerías, la de la ropa tendida en los balcones, la de los niños jugando a la pelota en la calle, la de los "mercats" y los "mercadets", la de las barriadas en Fiestas Mayores, la de los puestos de la Fira de Santa Llúcia, la de Sant Antoni un domingo por la mañana... La de la gente sencilla.

    Gracias por tus escritos. Un fuerte abrazo.

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  2. cuando hablais de aquellos tiempos , te refieres the fisher king a la epoca de franquismo ??

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  3. Pues no. Aludo a la Barcelona de mi niñez. Una ciudad que, poco a poco, se ha ido diluyendo en pos de un afán lucrativo excesivo. No añoro tiempos relacionados con Dictadores Asesinos Anticatalanes.

    Un fuerte abrazo, Dany.

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  4. que tiempos aquellos de los años 60 y 70 cuando las tradiciones navideñas eran eso tradiciones humildes y cargadas de sentimientos
    que vulevan aquellos tiempos!!!

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  5. Comparto tu debilidad por las castañeras aunque me temo que esta actividad profesional se perderá inexorablemente con el paso del tiempo. Quizá la modernez y el glamour han resuelto acabar con la tradición de asar castañas y boniatos. Desde luego, la nostalgia no es un bálsamo apropiado para recrearse en estampas ya hoy por hoy minoritarias.

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