lunes, 28 de enero de 2013

Derecho a decidir: sí, ¿pero cómo?


Sin lugar a dudas, el último gran estadista de nuestro país en apelar al derecho a decidir fue Josep Tarradellas. A pesar de sus años de ausencia en el exilio, demostró tener un profundo conocimiento de la sociedad española en todos los ámbitos, y desde su personal perspectiva expresó de qué manera tenía que estructurarse España una vez terminado el régimen franquista, basado en un sistema regionalista y centralista. Consciente de que la República ya no volvería, tuvo que aceptar la Monarquía, algo que igualmente no le impidió definir su propio concepto de Estado. Para él, en el nuevo sistema democrático y constitucional, el país debía organizarse en base a su heterogénea realidad territorial. Planteó la existencia únicamente de tres autonomías: Cataluña, Euskadi y Galicia. El resto de España, incluidas las nacionalidades históricas que tenían el derecho a ser reconocidas como tales y Navarra mediante su régimen económico especial, se estructurarían mediante la configuración de una red de mancomunidades interprovinciales o interterritoriales que permitiesen su óptimo desarrollo. No tenía sentido, pues, que una región sin tradición autonomista se convirtiera en una autonomía asegurando que "17 autonomías, 17 policías, 17 parlamentos, esto es jauja, no puede funcionar bien".


En el caso catalán, Cataluña debía ser una autonomía con un sólido nivel de autogobierno conseguido gracias a la disposición de un Estatuto, la supresión de las cuatro Diputaciones provinciales (cuyas competencias podían asumir la Generalitat y los Ayuntamientos), la instauración de un sistema descentralizador basado en Vegueries y la transferencia de diversas competencias que asegurasen una óptima autogestión y capacidad de decisión sin la necesidad de interferencia por parte de Madrid. De algún modo, el concepto autonomista de Tarradellas equivalía a crear una sensación a la ciudadanía de vivir bajo un estado propio dentro de otro estado, ahora bien, participando a cambio en los asuntos fundamentales e ineludibles así como en los intereses generales del Estado, mostrando a la vez lealtad constitucional y garantizando la unidad de España mediante la concordia y el entendimiento con el resto de regiones y nacionalidades históricas.


Sin embargo, de la esperanza se pasó a la decepción. Para Tarradellas, el Estatut de 1979 supuso una rebaja a las aspiraciones antes señaladas, pues por ejemplo no suprimía las Diputaciones provinciales. Llegó a afirmar que la nueva declaración de principios “era un Estatuto para Cataluña, pero no el Estatuto de Cataluña”, aunque dadas las circunstancias del momento prefirió animar al pueblo catalán a votarlo pues lo contrario suponía no tener absolutamente nada. En cuanto a la Constitución Española, el derecho a autonomizarse llevó poco después al célebre “café para todos”, hipotecando las aspiraciones de unos y creando territorios artificiales en otros. La crisis económica que hoy día padecemos está recogiendo las tempestades de los vientos y las lluvias sembrados hace ahora treinta años, producto de recelos, prejuicios y estereotipos irracionales.


Actualmente, el Parlament de Catalunya ha aprobado la resolución por la cual se inicia el proceso para hacer efectivo la llamada “Declaración de soberanía y derecho a decidir del pueblo de Cataluña”. Todo derecho a decidir es (o debería de ser) legítimo porque no se puede obligar por la fuerza sí o sí, guste o no, bajo la premisa del “o lo aceptas o te largas” a acatar unos principios y un concepto de estado que no se corresponde al sentimiento de un pueblo. Sin embargo, el proceso no se ha producido correctamente porque solo ha sido aprobado por fuerzas nacionalistas cuando tenía que haber sido fruto del entendimiento unánime de todos los grupos políticos del Parlament, y porque la declaración tiene fundamentalmente como objetivo decidir sobre la independencia de Cataluña. Las consecuencias son una visión errónea y reduccionista sobre ese derecho a decidir, una división de la sociedad y la apertura de una brecha más grande entre Cataluña y el resto de España, en cuyo divorcio ambas partes son responsables.


El derecho a decidir no debería ser solo una simple declaración de independencia de una autonomía sino un proyecto extrapolable a escala nacional fundamentado en el derecho a proponer no solo a los catalanes sino también a todos los españoles qué modelo de estado prefieren, y es aquí donde se barajarían diversas posibilidades, desde la soberanía de una autonomía hasta la estructuración bajo un modelo federal, autonómico, regionalista o cualquier otro que se pueda establecer, entre ellos el propuesto por Tarradellas, en base a la realidad heterogénea de España.
Los contrarios a materializar una declaración de estas características suelen ampararse en el viejo truco sobre la ruptura de la unidad de España y la necesidad de ser leal a la ley constitucional. Nada más alejado de la realidad porque la apuesta por un modelo determinado de país es precisamente defender su unidad y que así lo refrende la misma sociedad española. En cuanto a la vigencia de la ley, si bien es cierto que nadie está por encima de ella, es obvio e inevitable que la sociedad evolucione y cambie de mentalidad, de modo que toda ley debe de reformularse y adaptarse a los nuevos tiempos porque en caso contrario lleva al estancamiento y a situaciones de conflicto.


Ni la Constitución ni el Estatut son infalibles e incuestionables como si de las Sagradas Escrituras se trataran, pues toda declaración de principios debe de estar al servicio de las personas y no al revés. El secesionismo es solo una opción más de entre las diversas. Muchos de quienes se muestran favorables a la celebración de consultas no son independentistas y votarían contra dicho secesionismo, pero sin embargo no por ello niegan el derecho a voz y voto. Por el contrario, quien lo hace está negando a sí mismo su propia libertad de expresión y a que el pueblo exprese cómo quiere vivir y convivir dentro de un territorio determinado. Precisamente los defensores de esa “España una” deberían ser los primeros en abogar por dicho derecho para poder expresar sus propios puntos de vista porque a ellos también les afecta. No contemplan que la unidad de España puede ser también un derecho a decidir. La negación a que el pueblo se pueda pronunciar es un indicio del miedo a perder privilegios personales, una forma de egoísmo al querer imponer a los demás sus propias ideas al no ser capaz de aceptar la existencia de otras formas de pensamiento, y una total y absoluta desconfianza hacia la sociedad. Cuando las personas tienen que estar al servicio de la ley, de los políticos y de la economía y no al revés muy poco tiene un país de democrático.


Posiblemente Tarradellas no hubiese aprobado la Declaración salida del Parlament tal y como se ha elaborado, pero de haber existido una fórmula que le hubiese permitido la oportunidad de apostar por la Cataluña y la España que él quería, no habría dudado en ejercer su derecho a decidir. Todo se puede hacer mejor, y es necesario que la clase política establezca mayores contactos con la sociedad y ceda capacidad de poder y decisión al pueblo si realmente quieren ganarse nuevamente la confianza perdida. Todo el mundo tiene derecho a decidir, y ante la actual situación de crisis económica es necesario que no solo Cataluña sino también toda España pueda decidir cómo quiere ser en beneficio de los intereses comunes de una mayoría que apuesta por mejorar la calidad de vida, mantener unos valores y renovar otros, reforzar la igualdad de derechos y oportunidades, recuperar el bienestar económico para garantizar el progreso y mejorar las relaciones de cordialidad entre todos los pueblos.


miércoles, 23 de enero de 2013

Los autobuses al barrio de Can Tunis: las líneas 8, 48 y 108

Foto: Joan Antoni Solsona

En un artículo anterior publiqué la singular y poco conocida historia de la primera línea urbana de autobuses que dispuso la barriada de Can Tunis. Entusiasmado con el tema por el interés que me representa escribir acerca de los servicios públicos de transporte de un núcleo ya desaparecido donde se hallaban mis raíces familiares, he decidido otorgarle continuidad al asunto y brindarle continuidad con el propósito de deleitar al lector interesado.
Retomando la historia justo en el punto donde lo dejé, el 23 de febrero de 1964, debido a una ordenación de la señalización de las líneas para evitar confusiones y unificar criterios, la línea “H” cambio su denominación por el número 8. El 7 de diciembre de 1968 dejó de circular por la calle del Cincel para hacerlo por el paseo de Nuestra Señora del Port, la calle de San Eloy y el paseo de la Zona Franca y continuar con su itinerario habitual. El 5 de mayo de 1970, prolongó su recorrido desde las Reales Atarazanas por la avenida de García Morato (actualmente Drassanes) hasta la calle del Portal de Santa Madrona, donde estableció su nuevo origen y final. En sentido plaza de España descendía por la Rambla y la plaza de la Puerta de la Paz. De este modo, se facilitaba el enlace con la línea III de metro y otros servicios de autobuses y tranvías. Aunque el público era bastante homogéneo, es decir, formado básicamente por habitantes de Can Tunis, el perfil empezó a cambiar lentamente con la incorporación de obreros del puerto, pues la ampliación del número de factorías y de las zonas de carga y descarga de mercancías atrajo nueva mano de obra que requería de un medio de transporte para su desplazamiento. Otro perfil de usuarios se hallaba en el tramo comprendido desde la plaza de España hasta el paseo de la Zona Franca, pues a menudo eran viajeros los residentes de la Colonia Bausili y los pertenecientes al grupo de viviendas cooperativas de la SEAT, así como los jóvenes estudiantes que se dirigían a la escuela de formación profesional del paseo de la Zona Franca y obreros de la fábrica Philips.

Foto: Pere París

El 11 de julio siguiente alargó su recorrido desde la plaza de España por la avenida de José Antonio (actualmente Gran Via) y la calle de Vilamarí hasta la avenida de Mistral esquina con la calle de Llansá. Esta prolongación se debió a las obras públicas llevadas a cabo en la plaza de España con motivo de la construcción de un nuevo vial subterráneo que permitía continuar por la Gran Vía evitando los incómodos giros por la rotonda de la plaza. Diez días después, por obras de remodelación de la calle de Pla y Ravé dejó de circular por la avenida de Álvarez de la Campa para hacerlo por la carretera de Circunvalación de la zona portuaria. El 18 de marzo de 1971 como resultado de la nueva orientación del tráfico en la plaza de España una vez terminadas las obras del túnel viario, trasladó su origen y final junto a la plaza de Toros de las Arenas.
Los vecinos de las barriadas de La Marina y de Can Tunis consideraban insuficiente la oferta de transporte público y por ello exigieron mejoras en las comunicaciones para facilitar la conexión con la avenida del Paral•lel, el ambulatorio de la Seguridad Social situado en el número 9 de la calle de Manso y el mercado de Sant Antoni, entre otros lugares de interés como escuelas, cines, teatros, comercios y centros sociales. Como consecuencia, a petición vecinal, Transports de Barcelona mejoró el servicio mediante la conversión de la línea 8 en una línea circular, uniendo su origen y final de la plaza de Espanya y de las Drassanes a través de la avenida del Paral•lel. Igualmente, se creó la nueva línea 48 con el mismo recorrido que la anterior pero en sentido contrario. Ello entró en vigor a partir del 2 de febrero de 1977.


El itinerario de la línea 8 se iniciaba en la avenida del Paral•lel, en la plaza del teatro El Molino, y seguía por plaza de Espanya, Gran Via de les Corts Catalanes, plaza de Ildefons Cerdà, paseo de la Zona Franca, paseo de Can Tunis, paseo de Colom, avenida de les Drassanes, Portal de Santa Madrona y avenida del Paral•lel. Circulaba solo los días laborables, de lunes a viernes, con una frecuencia de paso de 9-10 minutos.
La línea 48 iniciaba su recorrido en la avenida del Paral•lel, en la plaza del teatro El Molino, y seguía por plaza Portal de la Pau, paseo de Colom, paseo de Can Tunis, paseo de la Zona Franca, Cisell, paseo de la Mare de Déu del Port, Mineria, Gran Via de les Corts Catalanes, plaza de Espanya i avenida del Paral•lel. A diferencia de la anterior, circulaba todos los días del año, con una frecuencia de paso de 10 minutos.
El 20 de julio de 1979, con motivo de una nueva ordenación circulatoria por la Rambla para dar preferencia al transporte público, las líneas 8 y 48 dejaron de circular por la avenida del Paral•lel para hacerlo por la Rambla y la plaza de Catalunya, donde tendrían el nuevo origen y final. La línea 8, desde la plaza de Catalunya, pasó a circular por la ronda y la plaza de la Universidad, ronda de Sant Antoni, Sepúlveda, avenida del Paral•lel y plaza de Espanya, mientras que la 48 llegaría por la plaza de la Universidad y Pelai hasta la plaza de Catalunya. Estas modificaciones generaron numerosas protestas vecinales en general y de usuarios en particular, lo que obligó a Transports de Barcelona a crear una nueva línea de autobús con el mismo recorrido antiguo de la línea 48 para compensar. Así, el 22 de octubre del mismo año se estrenó la nueva línea 108 como servicio de aportación al metro y destinado a reforzar en las horas punta las líneas 8 y 48. Funcionaba de lunes a sábado con una frecuencia de paso de 20 minutos.

Foto: Pere París

El 12 de febrero de 1981 la línea 8 prolongó su recorrido hasta las nuevas oficinas del Consorci de la Zona Franca, pasando a circular por las calles A, 1 y 62. El 5 de agosto siguiente, las tres líneas pasaron a circular por el nuevo y recién inaugurado Cinturó del Litoral, desde las Drassanes hasta el paseo del Cementiri, en Can Tunis, mejorando velocidad comercial y regularidad horaria. El 10 de diciembre de 1982, en base a una política de Transports Municipals de Barcelona de concentrar el tráfico de autobuses en determinadas calles de la zona del Eixample para evitar dispersiones y facilitar la orientación de los usuarios, la línea 8 dejó de circular por la calle de Sepúlveda para hacerlo por la Gran Via de les Corts Catalanes desde la plaza de la Universitat hasta la plaza de Espanya. La misma línea, junto con la 48, durante un tiempo efímero ambas llegaron a circular por la calle de Circumval•lació Tram 5 para dar servicio a un pequeño núcleo de casas de la zona, aunque debido al escaso éxito que ello tuvo el 9 de septiembre de 1983 restablecieron nuevamente su anterior itinerario directo y sin paradas intermedias por el Cinturó del Litoral.
Finalmente, ante la vista de un descenso lento pero continuado del número de pasajeros debido a la pérdida de población de la zona sumado a numerosos cambios en los usos del suelo motivado por el declive industrial, hubo una nueva ordenación de los servicios de transporte para los barrios de Can Tunis y La Marina y de la zona portuaria que supuso la supresión de las líneas 8, 48 y 108, las cuales fueron sustituidas por la nueva línea 38. Ello entró en vigor el 26 de septiembre de 1986. En la próxima entrada hablaremos de la historia de esta polémica y temida línea de autobús así como de los servicios especiales esporádicos que hubo.

Foto: Cuyàs


miércoles, 16 de enero de 2013

“Al éxito por la práctica”: la Escuela Radio MAYMÓ


Desde la primera emisión de Radio Barcelona el 14 de noviembre de 1924, este nuevo medio de comunicación se extendió rápidamente por toda España mejorando así el acceso a la información, especialmente en las zonas más aisladas. Sin embargo, para posibilitar la construcción y el mantenimiento de aparatos radiofónicos era necesaria la disponibilidad de numerosos técnicos cualificados para su desarrollo. Es por ello que se requerían escuelas dedicadas a la formación de estos especialistas, a la vez que se abriría un negocio con futuro.
La primera escuela de radio del país llegó por obra y gracia de Fernando Maymó Gomis, nacido en Llagostera (Girona) en 1897. Estudió física y pedagogía, conocimientos que le sirvieron para crear un sistema pedagógico propio para la formación de técnicos de radio. Fue así como en 1931 fundó la Escuela Radio Maymó en Barcelona, iniciando la enseñanza presencial en un aula situada en la calle Alta de San Pedro (Sant Pere Més Alt).


Él mismo era quien inicialmente impartía a los alumnos las clases teórico-prácticas, así como el autor de los libros de texto encabezados por su célebre lema “al éxito por la práctica”. Estos solían ser cuatro tomos, dos de teóricas, uno de formularios y uno de lecciones prácticas. Además del aula, las instalaciones contaban también con talleres propios, imprenta y laboratorios. Cada alumno realizaba durante el curso montajes prácticos, tanto de circuitos radiofónicos (un receptor experimental con diodo de germanio, con retroalimentación, un amplificador de baja frecuencia y un superheterodino de AM/FM a válvulas, de alimentación indistinta) como aparatos de medida y ajuste (un tester y un generador de señales con frecuencia). Los materiales eran suministrados por la propia escuela. El éxito de su metodología fue lograr un sistema de enseñanza ameno, sin grandes formulas y de una manera muy práctica, por lo que el alumno, aunque no tuviera ningún conocimiento de electricidad, progresivamente se iba adentrando en el mundo de la radio hasta alcanzar el nivel profesional requerido.


En el libro de texto, Fernando Maymó se dirigía personalmente a sus alumnos en tono directo mediante distintas recomendaciones que figuraban al inicio o al final de cada lección. Y al inicio de la última lección práctica del curso, se ofrecía a continuar la estrecha relación mantenida con el alumno. Concretamente los alumnos residentes en Barcelona podían asistir a los laboratorios de la escuela, donde solucionaban los problemas que se les presentaban o incluso hacer reparaciones para terceras personas, siempre con el asesoramiento de un personal técnico allí contratado. Al terminar el curso a los alumnos se les entregaba el Diploma de Técnico de Radio que acreditaba la finalización de sus estudios, con lo cual estaban en situación de buscar trabajo en cualquier taller.
Con motivo del notable aumento de alumnos, la escuela se quedó pequeña y por ello el año 1934 trasladó sus instalaciones en el número 8 de la calle de Pelayo (Pelai), donde creó y puso en vigor el Centro español de Enseñanza Teórico-Práctica de Radio por Correspondencia. Eso facilitaba estudiar a distancia sin la necesidad de trasladarse a Barcelona. En 1935 Fernando Maymó fundó y dirigió la revista quincenal Radio Afición, con el claro objetivo de fomentar y potenciar la afición y el interés por el mundo de la radio.


La Guerra Civil supuso un duro paréntesis puesto que la escuela se vio obligada a interrumpir sus enseñanzas. Ya en la posguerra y a pesar de las penurias y dificultades, en 1939 se inauguraron nuevas instalaciones en el número 3 de la calle de Pelayo (Pelai), más grandes de cara a previsiones futuras. Desde entonces, la escuela creció en número de alumnos y perfeccionó las técnicas radiofónicas.
Durante la década de 1940 abrieron de nuevas escuelas de radio, hecho que supuso la aparición de una nueva competencia sobre su negocio aunque su escuela era la más prestigiosa y conocida. Para mantener su hegemonía, Fernando Maymó decidió extender su enseñanza por toda España con la apertura de una nueva escuela en el número 2 de la Puerta del Sol de Madrid (1945), y en el número 19 de la calle de Garrigues de Valencia (1946). Igualmente, se dedicó a publicar libros como su Diccionario Enciclopédico de Radioelectricidad (1945) y su Manual de Válvulas (1946).


Con el propósito de abrir mercado hacia nuevas posibilidades en el mundo de la comunicación, amplió la oferta hacia el ámbito de la televisión, y así fue como en 1948 lanzó el primer curso de televisión teórico-práctico en España, de modo que Fernando Maymó se convirtió a la vez en pionero de las enseñanzas por correspondencia de la radio y de la televisión. Anticipándose a la futura implantación de la televisión en España, en octubre de 1955 lanzó sus enseñanzas sobre televisión experimental, inaugurando la primera sesión televisiva en circuito cerrado con cámara de TV y monitores ER. En 1957 creó unos cursos prácticos de televisión con enseñanza personal, tras haber efectuado el año anterior la primera retransmisión televisiva en circuito cerrado en el hospital de San Carlos de Madrid, demostrando las incalculables ventajas que tal sistema significaba para la difusión de los modernos métodos clínicos y quirúrgicos, en sesiones científicas, conferencias y celebración de congresos. Otra de las demostraciones efectuadas fue la instalación de una pantalla gigante en el Palau de la Música de Barcelona y otra en Bilbao, así como en el teatro Capsa, situado en la esquina de la Vía Layetana (Pau Claris) con Aragón (Aragó). A esto se sumaron las instalaciones de televisión en circuito cerrado en el Hospital Clínico y Provincial de Barcelona (Hospital Clínic) y en el Instituto Oftalmológico Barraquer.


En 1958 editó una nueva revista de radio destinada exclusivamente a sus alumnos llamada Electrotecnia Popular, e impresa en los talleres de la escuela, las Gráficas Maymó, situados en el número 326 de la calle de Muntaner. Fernando Maymó se encargó de la dirección técnica, siendo director general Jaime Giró Ortega.
El éxito de su escuela le llevó a desplazarse incluso más allá de España, así que en 1951 se abrió una nueva sucursal en la Escuela en Buenos Aires. En 1963 ofreció nuevos cursos de transistores y de modulación de frecuencia.
En el momento que fueron posibles las asociaciones vecinales, formó parte de la junta de la Asociación de Vecinos de la Calle Pelayo, encargada de fomentar el comercio y de la ornamentación luminosa de las fiestas navideñas.


Otra faceta de Fernando Maymó fue su gran afición por el mundo del ilusionismo. Así, fundó en marzo de 1953 el Círculo Español de Artes Mágicas (CEDAM) y presidió su revista, Amigos de la Magia. En el Congreso Internacional de Magia celebrado en Viena el año 1958 fue galardonado con el Gran Premio de Micromagia y posteriormente homenajeado. Precisamente tuvo dos hijos que se dedicaron profesionalmente a la magia, formando el dúo “Los Brothers”, los cuales ganaron el primer premio de magia cómica y de invención en el Congreso Internacional de Magia de 1961 celebrado en Lieja y el primer premio Magia Cómica Films en el certamen celebrado en Barcelona el año 1964.


El 31 de agosto de 1966 Fernando Maymó falleció en el municipio de Sant Andreu de Llavaneres, a los 69 años de edad. Posteriormente a su muerte, la escuela prosiguió después de haber pasado más de tres millones de alumnos, siendo incluso capaz de superar una suspensión de pagos en 1970 que estuvo a punto de hacerla desaparecer. En el ámbito del ilusionismo, el Círculo Español de Artes Mágicas en homenaje a su fundador creó el Trofeo Fernando Maymó Gomis de micromagia. Actualmente la Escuela de Radio continúa existiendo como centro de educación a distancia así como fabricantes y vendedores de aparatos y piezas de radio y televisión. Su sede principal se encuentra en el número 29-31 bajos de la calle de Santiago Apóstol, en l’Hospitalet de Llobregat, y cuenta con una página Web (www.escuelaradiomaymo.com).


jueves, 10 de enero de 2013

El autobús de la plaza de España al barrio de Can Tunis (1925-1964)


En la década de los años 20 del siglo pasado proliferaron en Barcelona diversas líneas de autobús explotadas por pequeñas compañías independientes que prestaban servicio a los barrios populares, convirtiéndose así en precedentes de las actuales líneas de proximidad. Uno de los núcleos que solicitó dotación de más transporte público fue Can Tunis, una barriada humilde de clase trabajadora que solo disponía del tranvía de la línea 48. Ante la negativa de Tranvías de Barcelona de reforzar el servicio tranviario y de la Compañía General de Autobuses de Barcelona de establecer una nueva línea de autobús alegando falta de rentabilidad, el empresario Domènec Estañol Coca, interesado por la petición vecinal, presentó el 14 de febrero y posteriormente el 23 de abril del año 1925 al Ayuntamiento de Barcelona una solicitud para la concesión de una línea de autobuses entre la plaza de España y la barriada de Can Tunis. Pocos días después, el empresario Artur Béquer Rancamp presentó otra propuesta prácticamente idéntica pero que le fue denegada en favor del primer peticionario. Después del informe favorable de los Servicios Técnicos Municipales, el 18 de agosto siguiente la Comisión Municipal Permanente acordó aprobar el proyecto. No obstante, la nueva línea ya se había puesto en servicio el 30 de julio anterior porque ya se disponía del material móvil, de acuerdo con un permiso concedido el 22 de junio anterior.


El recorrido era completamente diferente al de la línea 48 de tranvías porque la legislación vigente no permitía superposiciones y, por tanto, hacerle la competencia. Tenía el origen y final en la plaza de España, seguía por la Gran Vía, Riera de Magòria y carretera de Nuestra Señora del Port hasta el paseo de la Agrícola de la barriada de Can Tunis. Para el servicio se emplearon dos autobuses de la firma Ford con capacidad para 24 plazas y otro de la firma De Dion Bouton. La tarifa máxima se estableció en 30 céntimos.
Debido a que la línea no fue rentable, se traspasó la concesión el 6 de octubre del mismo 1925 a un tal José Cao Pérez, el cual, probablemente por el impago del canon municipal obligatorio para la explotación, provocó la suspensión del servicio el 6 de agosto de 1926.
Poco después, el día 13 del mismo mes y año, Manuel Vicens Gou solicitó esta línea que le fue concedida el 14 de octubre siguiente, restableciéndose nuevamente el servicio el 1 de diciembre siguiente. Circulaba entre las 6:30h y las 20:30h con un intervalo de paso de una hora servido por dos autobuses de la firma Hispano-Suiza de 25HP de potencia y 24 y 36 plazas sentadas, de los cuales sólo uno circulaba y otro permanecía en reserva en caso de averías. Se trataba de dos vehículos muy antiguos, con carrocería cerrada y entrada por el lateral, que se hallaban en malas condiciones de conservación. El precio del billete valía 30 céntimos.


Parece que el servicio fue irregular, con poco pasaje salvo en las horas punta. Dichas irregularidades como consecuencia de las dificultades del trazado por unas carreteras mal urbanizadas, propiciaron que el 12 de septiembre de 1928 el Ayuntamiento decidiese sacarla a concurso público bajo las condiciones impuestas por las Bases para la Concesión de Líneas de Autobuses de 1926, pero dado que sólo se presentó el mismo titular, Manuel Vicens, la línea continuó en sus manos. El 30 de abril de 1929 la Comisión Municipal Permanente acordó la concesión definitiva.
Durante los años de la Segunda República, el servicio no registró novedades o incidencias destacables. En enero de 1934 murió el concesionario, con lo cual la línea fue traspasada a su hijo, subrogación aceptada por el Ayuntamiento en enero de 1936. La oferta mejoró con la incorporación de cuatro autobuses, dos de los cuales permanecían en reserva. El garaje estaba situado en el número 5 de la calle de la Encarnación, en el barrio de Gràcia. Con el estallido de la Guerra Civil, el 18 de septiembre de 1936 la empresa fue incautada por el sindicato de la CNT que absorbió el material móvil y sus 13 empleados. El servicio se reanudó bajo el distintivo “CA” y fue controlada por "Autobuses G", denominación que recibió la Compañía General de Autobuses de Barcelona colectivizada. El material móvil fue sustituido por dos autobuses de esta compañía, un Tilling Stevens número 14 (B-8313) y un imperial "CGA España" número 283 (B-48168).


El 2 de noviembre siguiente modificó el recorrido en sentido Can Tunis por la carretera Nova del Port. Durante 1937 consta que la línea obtuvo un total de 1.402.353 pasajeros, beneficiado en parte por las constantes suspensiones de la línea 48 de tranvía debidas a desprendimientos de la montaña de Montjuïc y a la destrucción del cable aéreo. El 4 de mayo del mismo año suspendió el servicio reanudándose nuevamente el día 7. Finalmente, con el avance del conflicto bélico y la falta real de repuestos y combustibles, el 8 de junio de 1938 el servicio fue suspendido.
Transcurridos unos pocos años y en plena posguerra, la concesión de la línea pasó a manos de Tranvías de Barcelona con el distintivo "H", restableciéndose el 15 de febrero de 1947 después de 9 años de suspensión gracias a la llegada de una partida de neumáticos que aseguraba la disposición de recambios, sumado también a una menor restricción de los carburantes, lo que permitió evitar la transformación de los motores al engorroso sistema de gasógeno. Sin embargo, la autorización de la Comisión Municipal Permanente no fue concedida tras un mes. El material móvil utilizado fueron autobuses de la firma Somua procedentes de la desaparecida Autobuses Roca y el coche 262 "CGA España" reformado a un solo piso. Desde entonces, los días 1,2 y 3 de noviembre de cada año, el servicio se reforzaba para las personas que se desplazaban al Cementerio del Sudoeste con motivo de la festividad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos.


Durante los años posteriores se mantuvo bastante discreta. A partir de 1957 la línea cambió los viejos autobuses Somua por nuevos modelos franceses Chausson, y a partir de 1961 incorporó vehículos Pegaso-Seida. Debido a las consecuencias ocasionadas por la gran nevada de 1962, la línea quedó suspendida de servicio entre los días 25 y 28 de diciembre porque el gran volumen de nieve impidió la circulación de los autobuses. El 7 de abril de 1963, con motivo de la supresión definitiva de la línea 48 de tranvía, la línea "H" prolongó su recorrido por la zona portuaria hasta las Reales Atarazanas, cubriendo buena parte del trazado dejado por el tranvía para evitar descompensaciones. Desde la plaza de España pasó a circular por la avenida de José Antonio, paseo de la Zona Franca, carretera del Prat Vermell, Nuestra Señora del Port, paseo de Casa Antúnez y paseo de Colón. Finalmente, el 23 de febrero de 1964 cambió su denominación de letra por el número 8, momento en que se iniciaría una nueva etapa en la historia de los transportes de Can Tunis.

viernes, 4 de enero de 2013

Una devoción personal a SS.MM. los Reyes Magos de Oriente y al Rey Baltasar


Dicen que nadie debería perder ese niño o niña que llevamos dentro, pues a menudo ciertas cosas de nuestra infancia persisten en la edad adulta. Para mí una de ellas es la devoción por SS.MM. los Reyes Magos de Oriente, una tradición que siempre he vivido de una manera muy especial, primero en el ámbito familiar y después con las tradicionales cabalgatas de barrio y paradas callejeras.
Todos los niños y niñas tienen una predilección especial por uno de los tres personajes, debido principalmente por su presencia que tanto llama la atención. Mi Rey Mago preferido siempre fue (y sigue siendo) Baltasar, y no voy a negar que lo primero que me gustó de él fue el simple y mero hecho de ser de raza negra, algo que para mí le otorgaba a la vez un misterio, un encanto y un exotismo particular con respecto a sus compañeros Melchor y Gaspar. Eran tiempos anteriores a la multiculturalidad, y la presencia de gentes de otras razas en Barcelona era algo puramente testimonial y muy difícil de ver. Todavía recuerdo aquella canción tarareada por mi abuela Rosita y que ahora los más puristas considerarían políticamente incorrecta, que decía: “Tan-tan ya vienen los Reyes, tan-tan Melchor y Gaspar, tan-tan le sigue un negrito que todos le dicen el Rey Baltasar”.


En Barcelona la figura del Rey Baltasar empezó a encarnarse con un actor de color a partir de la posguerra, muchos de ellos guineanos emigrados o bien marroquíes y argelinos procedentes de la guardia mora. Anteriormente a la Guerra Civil lo interpretaba un hombre blanco caracterizado con la cara betunada, tradición que se ha prolongado en las cabalgatas de barrio prácticamente hasta nuestros días. Actualmente, gracias a la facilidad para encontrar individuos de otros grupos raciales, en casi la totalidad de las cabalgatas lo encarna un hombre de raza negra, incluidos los pajes.
Esta costumbre tiene un origen medieval, cuando la Iglesia decidió representar a San Baltasar como un hombre de raza negra con la intención de universalizar el cristianismo. Su nombre, originalmente del hebreo Bel-Sar-Utsor, significa “Dios protege al rey” o “Aquel que es protegido por Dios”, siendo mencionado como rey caldeo de Babilonia en los libros del profeta Daniel. El personaje simboliza la juventud humana, y se le representa como portador de la mirra, sustancia resinosa aromática usada entonces para embalsamar a los muertos. El ofrecimiento de la mirra al niño Jesús evoca el lado humano y mortal del hijo de Dios. Pero no olvidemos que en la Biblia se hace referencia a unos magos, unos sabios de Oriente de los cuales no se menciona ni el número, ni sus nombres ni sus orígenes étnicos, siendo pues unos personajes anónimos de los que nada se sabe sobre ellos. Los tres Reyes Magos de Oriente son una tradición posterior que, al margen de su significado religioso, constituyen un elemento cultural y folclórico.


En la cabalgata oficial de Barcelona, quien ha interpretado al Rey Baltasar durante más años y todavía continua al pie del cañón al servicio de una tradición festiva barcelonesa y en particular del público infantil es Severino Baita Losoha. Nacido en la Guinea Española hace 73 años, decidió venir a Barcelona después de que su padre, habiendo participado en el Congreso Eucarístico Internacional de 1952, le habló muy bien acerca de Cataluña. Aterrizado en la capital catalana en 1959, estudió bachillerato para luego acceder a la carrera de medicina, un privilegio que en aquellos tiempos se pudo permitir gracias a que sus padres, respetados agricultores y propietarios de terrenos, ganaban mucho dinero y así le pudieron pagar tanto el viaje a Barcelona como los estudios. Su propósito era abrir un hospital en su pueblo natal, Rebola, situado a nueve kilómetros de la capital, Santa Isabel. Sin embargo, debido a la independencia de este país en 1969 Severino dejó de recibir dinero de sus padres, lo que le impidió costearse la carrera de medicina. Por ello, tuvo que ponerse inmediatamente a trabajar por su cuenta, desempeñando tareas como contable, casi siempre en las oficinas de Cruz Verde. Posteriormente ganó una plaza de funcionario municipal.


Tenía especial afición por la radio, y junto con sus compañeros guineanos de piso solía escuchar la emisora de Radio Juventud, cuya central se hallaba muy cerca de su domicilio, en la calle de Zaragoza número 77. Él y sus compatriotas a menudo grababan canciones, los famosos “Discos dedicados” en el estudio radiofónico, lugar donde conoció a Carmen Núñez, cordobesa residente en Barcelona con quien contrajo matrimonio. Pasó a vivir en el barrio de Gràcia. Convertirse en Baltasar no fue buscado sino que le llegó por casualidad. La primera vez que participó en la cabalgata oficial de Barcelona fue en 1961 como paje. El Rey negro estaba encarnado por un compatriota suyo llamado Samuel, pero en 1962 tuvo que mudarse a Madrid. Así, la plaza vacante la ocupó Severino, a petición del mismo Ayuntamiento que al verle vestido con los correspondientes atuendos consideraron que no había mejor opción. Desde entonces y durante 54 años nunca ha dejado de formar parte de la comitiva, siendo el mejor testigo de las noches mágicas que tanta concordia y felicidad transmiten a la sociedad barcelonesa por unas horas.


Con el paso de los años, la tradición de los Reyes Magos se ha ido perdiendo a favor de la figura de Papa Noel, símbolo más bien de la vertiente consumista, manipuladora y sentimentalista de la Navidad, a menudo desembocada al esperpento y a la horterada. Solo me merece simpatía el auténtico Santa Claus, llamado también San Nicolás, representado con el trineo y el reno que tan arraigado se encuentra en los países nórdicos. Nada que ver con el modelo americano globalizador y exportado a Europa. Lamentablemente, tanto defensores como detractores de los Reyes Magos han terminado por politizar un fenómeno cultural muy antiguo en Barcelona, que data del año 1855, y que simboliza el despertar y el renacer así como el relevo del año nuevo sobre el que ha finalizado. Así, por ejemplo, durante algunos años el desaparecido grupo ultraderechista Bloque Catalán llenó el centro de la ciudad con pintadas cuyo lema era “Papa Noel no, Reyes magos sí”. Y en el extremo contrario, se atribuyen a la figura de Melchor, Gaspar y Baltasar connotaciones clasistas y monárquicas, con valores muy contrapuestos a los simpatizantes del republicanismo y el laicismo. Dos bandos opuestos, dos posturas absurdas al tratarse de un conflicto estéril, gratuito y carente de una base lógica. La infancia no entiende de políticas, repúblicas, fanatismos religiosos, ateísmos, paganismos, monarquías o vanidades similares del mundo de los adultos. 


Afortunadamente, las cabalgatas todavía tienen gran éxito de público asistente y de convocatoria para poder formar parte de ellas. Tuve el placer y el honor de participar como escolta de carroza en algunas ocasiones. Las miradas ilusionadas y encantadas de los niños y niñas hacia la rúa no tienen desperdicio ni se pueden explicar si no se vive en vivo y en directo. Se trata de un sentimiento interior. Espero en un futuro cercano poder tener el privilegio de volver a participar, incluso de llegar a encarnar a un Rey Mago en una parada cuando la situación económica así lo permita a los comerciantes de barrio, sus principales promotores. Y ante tal elección tendré que autodescartarme como Baltasar por razones obvias, y es que a los más pequeños no se les puede engañar porque un hombre blanco con la cara pintada se nota a una legua de distancia. Durante unas pocas horas al año, por favor, dejemos que los niñas y niñas sean exactamente lo que son, y no les robemos la magia de los Reyes Magos.