viernes, 6 de diciembre de 2013

Nelson Mandela: el "tarradellista africano"


El reciente fallecimiento de Nelson Mandela me ha motivado a hacer unas reflexiones muy personales acerca de este carismático político y símbolo de la liberación de la comunidad negra del continente africano. Toda opinión subjetiva acerca de un personaje de estas características puede ser a menudo controvertida, polémica y discutible, pero aún así permítanme que al también llamado Madiba o cariñosamente Tata le considere un "tarradellista africano" en el buen sentido de la expresión. Y ello no lo afirmo por casualidad, sino porque en su política existieron diversos parecidos con el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas. Éste, tras alcanzar el mandato en 1977, en su breve paso abogó por un proyecto nacional basado en el entendimiento y la concordia entre Cataluña y el resto de España, invitando a avanzar mediante una autonomía, un autogobierno y un Estatut; a evitar la repetición de aquellos errores del pasado que produjesen rupturas y conflictos; a consolidar la convivencia entre oriundos y foráneos, tratándolos por igual; y sobre todo, a ser un ejemplo de gestión y modelo a seguir para el resto de España.


Nelson Mandela, posiblemente sin haber oído hablar jamás en su vida de Tarradellas, actuó bajo principios muy similares para Sudáfrica. Evitó cualquier posible resentimiento, represalia o venganza tras la represión por parte de la minoría blanca, por lo que prefirió pasar página, aunque sin olvidar lo sucedido en el pasado para evitar cometer los mismos errores que llevaron a una fractura y a una división social. Lo mismo pretendió el Molt Honorable tras el final del régimen franquista. Ambos padecieron el aislamiento con su país, uno en el exilio y otro en la cárcel, pero ello les sirvió para forjarse como sólidos estadistas. Madiba (nombre que recibió Mandela a título honorífico otorgado por los ancianos de su clan) prefirió la conciliación entre las comunidades blanca y negra, otorgando a ambos bandos los mismos derechos y oportunidades, algo que entonces sorprendió en un hombre que tuvo sobradamente motivos para obrar como el "apartheid" pero al revés. Sus negociaciones encarrilaron al país hacia una nueva democracia multirracial con sufragio universal y a la aprobación de una constitución. Su labor política general, con aciertos y errores, con triunfos y fracasos, logró convertirse en una referencia y un ejemplo para otros países, aunque luego éstos no lo hayan llevado a la práctica. Al menos, la enseñanza perduró y siempre será un modelo a seguir si alguna vez la clase política se decide a hacerlo. Lamentablemente, la división y el enfrentamiento se han convertido en un negocio muy rentable para perdurarse en el poder.


Ambos políticos también tuvieron en común apostar por los gobiernos de unidad y concentración, evitando que el presidente negociase por un lado y los parlamentarios por otro, y embarcar a los territorios hacia proyectos estériles que traicionaran y dilapidaran años de trabajo y sacrificio. Para ellos el partidismo solo conseguía rebajar los grandes acontecimientos políticos que podían ser el motor de profundas transformaciones a un nivel de intereses meramente clientelistas. Creyeron que si no podían contar con los otros partidos y líderes políticos, no se podía hacer nada. Para Tarradellas, la unidad era fundamental para llegar a sólidos acuerdos unánimes que contribuyesen al avance y progreso de Cataluña en todos sus ámbitos, así como para tener más voz de cara a negociar con Madrid. El presidente de la Generalitat tenía que ser el interlocutor del gobierno, secundado por todas las fuerzas políticas catalanas. Mandela, de manera homóloga, en base a la disposición constitucional, aplicó un sistema interino de unidad nacional, de modo que si cada partido obtenía un mínimo del 20% de votos tenía derecho a un número proporcional de carteras ministeriales.


Su prioridad era gobernar con y para todo el mundo, con el objetivo de ser el líder de las comunidades blanca y negra, construyendo así una nación intercultural moderna. Consiguió así un gobierno de unidad, en el cual dentro del Movimiento de Liberación, el Congreso Nacional Africano era la organización líder que logró un consenso nacional en cuanto a las cuestiones principales a las que debía hacer frente el país. La lucha fue en esencia el esfuerzo del pueblo en unir a la mayoría negra y a los demócratas, lo que imposibilitó seguir implementando el "apartheid", cuyos ejecutores se vieron necesariamente obligados a inclinarse a negociar un sistema democrático.
Tarradellas para Cataluña y Mandela para Sudáfrica supieron preservar la convivencia, el sentido de continuidad de la historia pasada y reciente. Fueron conscientes de que su política no podía consistir en aislamientos o tendencias a preservar una utópica pureza, sino en integrar y transformar el territorio como algo propio y natural del proceso evolutivo. Nunca fueron improvisadores, y en el momento histórico adecuado simbolizaron la salvaguardia de la identidad política, las lenguas, las costumbres, las tradiciones y la riqueza fruto del trabajo, con la voluntad e intención de continuar por aquella misma senda.


A modo de curiosidad, otra similitud entre ambos políticos se podría encontrar en el ámbito deportivo. En la Copa Mundial de Rugby de 1995 que se celebró en Sudáfrica, Nelson Mandela apoyó al equipo nacional como una estrategia de acercamiento, unidad y concordia entre las comunidades blanca y negra. Además de lograr su propósito, el equipo ganó el mundial. La película "Invictus", dirigida por el cineasta Clint Eastwood, reflejó muy bien tanto el contexto histórico como los acontecimientos del momento. El magnífico actor Morgan Freeman interpretó excelentemente a la figura de Mandela. Quince años antes, Tarradellas logró zanjar al menos una vez las diferencias entre los entonces presidentes del F.C. Barcelona, Josep Lluís Núñez, y del Real Madrid, Luis de Carlos, antes del partido del 10 de febrero de 1980 en el estadio Camp Nou. Con ello se quiso dar un ejemplo también de acercamiento, unidad y concordia, en este caso entre Cataluña y Madrid. El Barça perdió por dos tantos a cero, pero fue el único "clásico" de la historia en el cual los mismísimos "culés", en su mayoría, aplaudieron a los jugadores blancos cuando pisaron el césped y los goles que marcó el madridista Lawrie Cunningham (apodado como “La Perla Negra”).


Mi más personal homenaje a Nelson Mandela, un ejemplo de político necesario ahora más que nunca en estos tiempos actuales de tanta convulsión, crisis, inestabilidad y división. Un africano con "seny" y "rauxa". Su carisma y personalidad quedarán siempre personificados en su magnífica frase: "Juntos somos más grandes, más inteligentes, más fuertes y más libres”.

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