viernes, 27 de septiembre de 2013

Los urinarios subterráneos de la plaza de Urquinaona (1920-1997)


Aunque en la actualidad la implantación de una red lavabos públicos por toda Barcelona es todavía una asignatura pendiente, antaño era este un servicio habitual que empezó a extenderse por una parte de la ciudad a partir del siglo XIX. Tras las primitivas letrinas existentes en algunas porterías ubicadas bajo los arcos de las escaleras, a partir de 1877 se instalaron en la vía pública los primeros urinarios construidos de obra en los espacios más emblemáticos y concurridos por la ciudadanía. Luego se instalaron urinarios prefabricados, y finalmente, con motivo de la Exposición Universal de 1888, los llamados "vespasianos" de importación francesa, que a partir de 1906 tuvieron que ser rediseñados recortando los bajos para que al menos se pudiesen ver los pies y las pertenencias de los usuarios. Ello fue como consecuencia de la colocación de una bomba por parte de un anarquista.


De este último modelo había algunos instalados en la plaza de Urquinaona, metálicos y de aspecto cilíndrico, llamados también kioscos. Sin embargo, por una cuestión de seguridad ciudadana, imagen e higiene y debido al espacio que ocupaban se previó el soterramiento progresivo de la mayoría de los instalados. Así, el 4 de abril de 1916 la Comisión de Ensanche anunció su postura favorable mediante un informe al Ministerio de Fomento para la construcción de unos urinarios públicos subterráneos bajo la plaza de Urquinaona en sustitución de los de superficie, ofreciendo la posibilidad de reintegrar a plazos el presupuesto de las obras. Tras el visto bueno de los Servicios Técnicos Municipales y de la Comisión Municipal Permanente, en 1918 se aprobó la ejecución de los trabajos de construcción que empezaron al año siguiente. Finalmente, el 26 de diciembre de 1920 los nuevos urinarios públicos fueron abiertos al público, sustituyendo definitivamente a los antiguos de superficie.


Las nuevas instalaciones ocupaban los subterráneos de la isla central del lado mar de la plaza. Se accedía mediante unas escaleras situadas en el lado este, cuya entrada se asemejaba a la del metro. Al bajar presidía una sala circular rodeada de un perímetro de puertas donde se hallaban los váteres para señoras y caballeros. Allí solía haber una mujer generalmente mayor que a modo de conserje vigilaba las instalaciones y a menudo recibía las propinas de las usuarias. En el centro presidía una columna de sujeción del techo que a su vez hacía la función de asientos e incluía espejos. Al fondo había un corredor estructurado en tres pasillos. En el central había habían las puertas de acceso a las duchas y los doce mingitorios para caballeros (seis a cada lado). En los pasillos laterales se instalaron los servicios de peluquería y limpiabotas. Al fondo, había las picas de los lavabos.  Aunque las duchas eran de pago, se dice que los mendigos recibían excepcionalmente atenciones gratuitas. El recinto estaba decorado con baldosa blanca y roja en las paredes. La iluminación interior se conseguía durante el día mediante la luz natural que penetraba a través de los respiraderos del techo, y de noche mediante unas lámparas.


Los urinarios fueron gestionados por los Servicios Municipales de Higiene y la Unidad Operativa de Aguas Potables del Ayuntamiento de Barcelona y funcionaban las 24 horas del día. La concesión fue a cargo de Josep Gili Crehueras, el cual tenía que pagar una canon anual de 6120 pesetas. Las instalaciones estaban vigiladas por unos empleados para garantizar la seguridad y evitar incidencias.
Los buenos resultados obtenidos por los urinarios subterráneos instalados en Barcelona y en vistas de la proximidad de la celebración de la Exposición Internacional de 1929, el Estatuto Municipal de 1924 permitió aprobar el Reglamento de Sanidad Municipal en 1925, por el cual se decretó obligatoriamente la prohibición de los pozos negros y la supresión de los mingitorios de superficie y su reemplazo por los subterráneos. Aunque en la ciudad había instalados otros de similares, los de la plaza de Urquinaona se convirtieron en los más populares.


Además de los urinarios, posteriormente se instalaron otros servicios públicos que contribuyeron a dinamizar aquel singular espacio bajo tierra atrayendo a nueva clientela. A partir del 11 de junio de 1927, mediante previo acuerdo con el concesionario, la Compañía Telefónica Nacional de España instaló un servicio permanente de teléfonos públicos para conferencias urbanas e interurbanas. Y el 2 de mayo de 1928 se inauguró una peluquería para señoras y caballeros. Aparte del corte y lavado del cabello, la sección de mujeres disponía de servicios como manicura, limpiabotas y perfumería, mientras que la sección de hombres dotaba de servicios de barbería, manicura, limpiabotas y escritorio. Este último consistía en un escribano o amanuense que desarrollaba tareas como redactor de cartas, expedientes, informes y telegramas, incluso en diferentes lenguas.
Semanalmente, también se vendían participaciones de décimos de la Lotería Nacional.


La popularidad de este subterráneo lo convirtió en un lugar de paso dejando de ser exclusivamente para las clases acomodadas como lo fue en un principio. Incluso llegó a ser escondite ocasional de quienes estaban perseguidos por la ley. Así, tras ser descubierto, en diciembre de 1932 fue detenido por la policía en uno de los lavabos un tal Félix Albalate que llevaba consigo dos pistolas.
Durante la Guerra Civil los servicios de los subterráneos fueron colectivizados bajo control sindical y sirvieron de refugio provisional en los días que se producían bombardeos aéreos. Igualmente, la creciente inestabilidad incluso entre diferentes secciones del mismo bando produjo en mayo de 1937 un violento tiroteo en el que murió uno de los guardias de asalto parapetados en la entrada de los retretes.


A partir de la posguerra en adelante, los urinarios de la plaza de Urquinaona fueron sometiéndose a un lento envejecimiento y abandono por falta de renovación que les hicieron perder aquel encanto de sus inicios. El 13 de noviembre de 1946 el Ayuntamiento de Barcelona destinó un presupuesto de 80.000 pesetas para reparar el techo de los subterráneos y para proceder a algunas reformas de modernización, como la instalación de nuevas puertas pintadas de rojo y un renovado sistema de iluminación fluorescente. Los tiempos que se vivían impusieron una nueva moral hasta el punto de que en los mingitorios de la sección de caballeros se colocó un cartel que decía “Si quieres estar fuerte y sano no le des a la mujer lo que tienes en la mano”. En 1949 fueron arrestadas en las escaleras del recinto dos mujeres que vendían lotería falsificada, localizadas porque el número que ofrecían había resultado el ganador.


A medida que las condiciones higiénicas de la sociedad barcelonesa fueron mejorando al disponer de baño la mayoría de los hogares, el servicio de duchas terminó por desaparecer a partir de la década de 1960. Ya en sus últimos años activos, especialmente durante las décadas de 1970 y 1980 los subterráneos se convirtieron en punto de encuentro de drogadictos que iban a pincharse y en un lugar idóneo para practicar el sexo rápido de parejas heterosexuales y también gays. Esta condición de espacio marginal provocó el recelo ciudadano y, por consiguiente, un descenso progresivo y continuado del número de usuarios. Tanto los urinarios como la peluquería fueron pasando a manos de diferentes concesionarios. La última renovación fue hecha en 1986 para cuatro años, pero después el negocio continuó indefinidamente hasta que en el año 1997 los urinarios fueron clausurados definitivamente por orden municipal alegando falta de rentabilidad e inseguridad. Su última encargada fue Carme Gili, hija del primer arrendatario.


Una vez cerrados, continuó activa únicamente la antigua peluquería hasta que finalmente el Ayuntamiento de Barcelona pactó con el arrendatario el cierre del local. Esto ocurrió en octubre de 1998. A pesar de varias peticiones vecinales solicitando su reapertura ante la escasez de lavabos públicos o bien su sustitución por modernas cabinas, el Ayuntamiento de Barcelona descartó esta opción, incluso la reutilización del espacio para otras funciones. A finales de marzo de 2012, por razones de seguridad, los subterráneos fueron derribados y enterrados por peligro de hundimiento del techo. En el presente es deseable que a corto plazo Barcelona pueda disponer nuevamente de lavabos públicos como suele ser normalmente en la mayoría de ciudades europeas importantes, siempre bajo óptimas condiciones de higiene y seguridad.



sábado, 21 de septiembre de 2013

Cuando los "Encants Vells" eran un "zoco"


Tras 85 años en la plaza de las Glòries, los históricos Encants Vells de Barcelona se trasladan a otro emplazamiento cercano más moderno, sobre el antiguo espacio que ocupó el Bosquet dels Encants, en la avenida Meridiana con la calle de Castillejos. El conjunto, completamente de diseño, destaca por su singular y espectacular cubierta, la cual ha tenido que ser mejorada para permitir una mayor evacuación de las aguas de lluvia, razón por la que el recinto se inaugura con tres meses de retraso, el 25 de septiembre. Obra del arquitecto Fermín Vázquez, el nuevo complejo dispone de 33.306 metros cuadrados de superficie y está dotado con toda clase de servicios y comodidades. El traslado responde a la nueva remodelación interminable de la plaza de las Glòries, a la que es de desear una solución urbanística definitiva tras años de propuestas varias y pugnas entre vecinos y Ayuntamiento.


Sin embargo, este mercado no es moderno sino uno de los más antiguos de Europa, resultado de la fusión del mercado de los Encants y la feria de Bellcaire. La primera noticia que se tiene de los Encants hace referencia a un mercado medieval que se celebraba al lado de las murallas barcelonesas, en el camino del Rec, fundado en 1375. Documentos del año 1392 hablan de su emplazamiento en la Llotja. En el siglo XVI se trasladó a la plaza Nova y en el siglo XVII se encontraba en la plaza de Sant Jaume. Abría todos los lunes, miércoles y viernes no festivos y se celebraban subastas públicas. Generalmente vendían objetos procedentes de subastas judiciales, de embargos, efectos nuevos de comercios clausurados, pasados de moda, etc., pero no antiguos.


Coincidiendo con la Guerra del Francés, en 1808 se creó un nuevo mercado ferial en la Rambla (a la altura del palacio Moja) bautizado con el nombre de Bellcaire en alusión al mercado de lujo de Beaucaire, un municipio del departamento de Gard, en la región de Languedoc-Roussillon. La denominación, de origen popular, fue en realidad una ironía porque este mercado era de muebles, ropas y trastos viejos. Solo funcionaba los domingos y días festivos. Por contra, el historiador Joan Amades nos habla de otro origen diferente, asegurando que Bellcaire es una deformación de las palabras vell caire (carácter viejo) en referencia a que se trataba de un mercado de ropa y objetos viejos. Indica, además, su primitivo emplazamiento sobre el actual paseo de Lluís Companys y su origen sobre el siglo XIV. Es posible que ambas versiones sean ciertas, pues existían varios mercados dispersos de objetos viejos (o sea, de vell caire) por la ciudad amurallada que progresivamente fueron desapareciendo.


Una ordenanza del 29 de enero de 1822 obligó el traslado del mercado de los Encants de la plaza de Sant Jaume a la desaparecida plaza de Sant Sebastià (ubicada sobre el actual edificio de Correos y Telégrafos) y en la calle del Consolat de Mar, en cuyos porches se celebraban las subastas públicas. Ocupaba también las calles de la Fusteria y de las Panses. Paralelamente, la feria de Bellcaire se reubicó de la Rambla al llamado Pont d'en Biromba, que iba desde la calle del Rec con Sabartet hasta la calle de la Explanada, y también en el paseo del Born, donde era frecuentado por marchantes de artículos viejos. Se sabe que entre el mercado y la feria había rivalidades y mala convivencia.


En 1865 la feria de Bellcaire se trasladó a la ronda de Sant Pau, y en 1880 se mudó a la ronda de Ronda de Sant Antoni. El 25 de noviembre de 1882, coincidiendo con la apertura del nuevo mercado de Sant Antoni (entonces conocido como el mercat del Pedró), la feria de Bellcaire ocupó espacio colindante en las aceras de las calles de Tamarit, Comte Borrell y Manso, y en la avenida de Mistral (entonces llamada paseo de la Creu Coberta). Es por todos aquellos alrededores del barrio que se construyeron numerosos almacenes, cubiertas y barracas de obra y madera. Años después, por acuerdo municipal, el 26 de marzo de 1888 se añadió en el mismo emplazamiento compartiendo con la feria de Bellcaire el mercado de los Encants, a pesar de las protestas de sus comerciantes. El motivo de los traslados fue con motivo de la celebración de la Exposición Universal de Barcelona en 1888, de ahí la desaparición de la feria que dio paso al actual paseo de Lluís Companys, entonces salón de entrada al recinto expositor presidido por el Arco de Triunfo.
El 3 de julio de 1918 , el Ayuntamiento de Barcelona puso en vigor una ley que prohibió trabajar los domingos a cambio de poder hacerlo en sábado. La unidad de criterios normativos significó la confusión definitiva entre el mercado de los Encants y la feria de Bellcaire.


En 1928, con motivo de la próxima celebración de la Exposición Internacional de 1929, para ofrecer una "buena imagen" al turismo que visitaría Barcelona, el Ayuntamiento acordó el traslado del mercado y de la feria en lo que actualmente es casi el centro de la plaza de les Glòries Catalanes, en un terreno sin urbanizar rodeado de campos y huertos conocido como el Camp del Sidral. Dos años después, en 1931, pasaron a su última ubicación, en un espacio de 15.000 metros cuadrados de superficie limitado por dicha plaza y las calles de Cartagena, Independencia y Consell de Cent y la avenida Meridiana, formando dos manzanas separadas por la calle del Dos de Maig. Desde entonces, aquello pasó a ser conocido como el Mercat Fira de Bellcaire, o popularmente Encants Vells. El 23 de marzo de dicho año se desplazó hasta allí el primer vendedor, Josep Font. Pasados ocho días ya había quince vendedores, al cabo de un mes eran cincuenta y rápidamente se pasaron los doscientos vendedores restantes.


Desde entonces el mercado ha permanecido allí inmóvil hasta su nuevo traslado, funcionando los lunes, miércoles, viernes y sábados de 10 de la mañana a 6 de la tarde ininterrumpidamente, con 500 comerciantes y un promedio semanal de unos 100.000 visitantes. Aunque el traslado al nuevo recinto será beneficioso, es probable que el típico ambiente de "zoco" desaparezca. Precisamente la antigüedad del espacio ocupado por barracas, pasajes estrechos, explanadas llenas de trastos y objetos varios desperdigados y unas pocas casas viejas otorgaba un aire de autenticidad único e inigualable que ahora se echará de menos.


La entrada principal era en la avenida Meridiana, cuyo acceso se efectuaba mediante unas escalera o bien una rampa. A la derecha, un barracón ocupaba el bar El Museo. De diseño totalmente "setentero", destacaba por sus ricas tapas variadas y por unos menús del día bien cocinados. Siempre estaba lleno y al mediodía hasta la bandera como vulgarmente se dice. En la entrada al recinto, un pasillo principal separaba dos hileras de barracas dedicadas mayormente a decoración y a muebles antiguos y modernos. A mano izquierda, había un pasillo donde se vendían objetos para la decoración. Continuando por el pasillo principal, a la derecha se abría un laberinto de pasajes estrechos con locales dedicados a la venta de objetos antiguos, maquinaria y elementos de hierro forjado. Había algún que otro pequeño taller metalúrgico. Tras la calle principal había una plazoleta, cuyos locales eran también mayormente de objetos y muebles para el hogar. En el centro se ubicaba la Font de Sant Luquesi, inaugurada el 24 de abril de 1966. Al final de la calle principal se accedía a la calle del Dos de Maig, cuyo tramo inferior estaba completamente cortado por numerosas paradas de ropa, calzado, objetos de decoración, retales, componentes electrónicos y utensilios de cocina, entre otras variedades. Al acceder al segundo tramo del mercado suponía ir a la zona más grande y concurrida.


A mano derecha había un pasillo dedicado mayormente a la venta de libros antiguos, donde a menudo conseguías rarezas a bajo precio. También se vendían revistas, enciclopedias y discos de vinilo. A mano izquierda se extendía una gran explanada ocupada por paradas a cielo abierto, donde los objetos a vender se hallaban tirados y dispersados por el suelo. Solo habían barracas en los muros perimetrales del recinto. Las paradas, delimitadas por unas marcas pintadas en el suelo, originaban calles interiores. En el lado que daba a la avenida Meridiana había un pequeño bar donde servían bebidas y bocadillos y unos servicios. Tras la explanada había una segunda zona formada por unas cubiertas metálicas que definían unos callejones paralelos que limitaban con la calle de Cartagena, donde había un acceso. Otros dos accesos al recinto mediante escaleras estaban en la avenida Meridiana. En todo este espacio, la oferta era muy variopinta de objetos antiguos y de ocasión: muebles, radios, gramófonos, libros, objetos decorativos, minerales, aparatos electrónicos, teléfonos móviles, ropa, calzado, pieles auténticas, juguetes, relojes, fundas, ferretería, herramientas...
El 21 de septiembre el viejo "zoco" barcelonés abrió sus puertas por última vez. Los viejos encantes sobrevivirán y se adaptarán a la modernidad del siglo XXI, pero su antigua ubicación no pasará desapercibida ni se olvidará fácilmente porque 85 años de historia es mucho tiempo, muchas generaciones y demasiados recuerdos de toda una vida de numerosas generaciones de barceloneses.


Procedencia de las imágenes: Eugeni Forcano Andreu, David de Moragas Maragall, Ricard Fernández Valentí.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Los almacenes SEARS de Barcelona (1967-1983)


El desarrollismo de la década de 1960 tuvo entre otras consecuencias la apertura del mercado español para la instalación de nuevas empresas dedicadas al comercio. Ello facilitó la llegada de la primera gran firma extranjera del sector: la norteamericana Sears Roebuck & Company, fundada en 1886 en Chicago por Richard Warren Sears, Alvah Curtis Roebuck y Julius Rosenwald, que estaba en proceso de expansión mundial. Sus responsables llevaban dos años estudiando el mercado europeo y decidieron finalmente apostar por España porque consideraban que su economía era fuerte y creían además que la experiencia positiva adquirida en Latinoamérica sería muy útil para abrirse paso y posicionarse en su mercado. Así, en 1963 los directores de los almacenes presentaron un proyecto con un presupuesto inicial de 4 millones de dólares, previa aprobación por parte del Gobierno español para el establecimiento de relaciones comerciales al detalle. Para agilizar las licencias y autorizaciones los directivos de Sears se comprometieron a comprar mercancías españolas para estimular la industria local, crear puestos de trabajo en todos los niveles de su organización y reinvertir parte de sus ganancias en el propio país. Inicialmente y a la manera de ensayo, abrieron una oficina provisional de compras en 1964 con previsión a la apertura de sus primeros almacenes en Barcelona al año siguiente, pero los problemas burocráticos sumados al acondicionamiento del edificio hizo que finalmente el primer establecimiento se estrenara dos años después.


Previamente, el 18 de noviembre de 1966 se puso en marcha un depósito de mercancías en El Prat de Llobregat, de 10.000 metros cuadrados de superficie, destinado al almacenaje de sus productos comerciales. El gerente designado fue Francisco Cortés, que contaría con un equipo de unos 120 trabajadores, básicamente mozos de almacén, toreros, técnicos y transportistas, entre otras cualificaciones. El interior disponía de varias secciones para comprobar y examinar cuidadosamente las mercancías antes de ser entregadas a los clientes, especialmente el control de calidad de los productos recibidos de proveedores de todo el mundo. La construcción del complejo fue a cargo de Comylsa Contratistas Generales.
Tras el final de las obras y del acondicionamiento de los interiores, el 30 de marzo de 1967 se procedió a la inauguración oficial y bendición del primer centro comercial de Sears en España y de Europa, situado en la manzana delimitada por la avenida Diagonal (entonces Generalísimo Franco) y las calles de Villarroel, Urgel (actual Comte d'Urgell) y Buenos Aires, cerca de la plaza de Calvo Sotelo (actual Francesc Macià). Anteriormente este solar estuvo ocupado por la Granja Experimental, unos terrenos dotados de un jardín botánico y una granja agrícola para la formación de payeses y agricultores.
 
 
Al acto de inauguración asistieron el alcalde de Barcelona Josep Maria de Porcioles, el gobernador militar general Serrano Ariz, el presidente de la Diputación marqués de Castell-Florite, el secretario general del Gobierno Civil señor Heredia en representación del gobernador civil, y otras destacadas personalidades. Estuvieron también presentes alrededor de cuatrocientos invitados representantes de diferentes estamentos de la ciudad. Por parte de la firma Sears, asistieron su vicepresidente señor John Gallagher (que vino directamente de Chicago), el director gerente para España señor Rudy Greer, el subgerente señor Ramon Tintoré y todos los jefes de las distintas secciones del nuevo establecimiento comercial. La bendición fue a cargo de fray Matías Solà.
El nuevo edificio ocupaba 8.000 metros cuadrados de superficie repartidos en cinco plantas, cada una de las cuales estaba especializada en la venta de unos tipos de productos. Incluía además servicios como una estación de servicio y un aparcamiento subterráneo de tres plantas con capacidad para 400 automóviles. Exteriormente la construcción era completamente funcional, sin ventanas y con fachadas herméticas de placas de hormigón que impedían la entrada de luz natural. Sin embargo, el interior presentaba una estructura de planta diáfana, sin muros de separación interior que generaban una gran visión del espacio continuo y homogéneo, permitiendo así una fácil movilidad del cliente, el cual podía pasear y ver a la vez todos los productos que se encontraban a la venta.
 

Adjunto a los nuevos almacenes se construyeron un bloque de viviendas propiedad de Quinta Avenida, el edificio de Winterthur Seguros (conocido como "la casa de los párpados) y una torre de veintidós pisos propiedad del Banco de Madrid.
Tras la apertura de este complejo, Sears Roebuck de España, S.A. abrió otro centro en la calle de Serrano, en Madrid, que se inauguró el 16 de abril de 1970.
En Barcelona, la firma apostó por la apertura de un segundo centro comercial, llegando a un acuerdo con la empresa Compañía Española de Viviendas de Alquiler (CEVASA) para ocupar un conjunto arquitectónico formado por dos grandes plantas de venta y dos plantas de aparcamiento con capacidad para 400 automóviles, encima de las cuales coronaban tres torres trillizas de catorce plantas cada una destinadas a oficinas y empresas. Limitaba con la avenida Meridiana (donde había dos accesos), la calle Dublín y la actual plaza de la Tolerancia (con un acceso cada uno). Este complejo estaba integrado dentro de un conjunto de 1.180 viviendas levantadas sobre los terrenos ocupados antiguamente por la fábrica ENASA (antes Hispano-Suiza) y que habían sido liberados en 1970. Dos grandes bloques tenían fachada en la avenida Meridiana, ambos separados por la actual plaza de la Tolerancia, y otro gran bloque se ubicaba en la calle de Torroella de Montgrí. De quince plantas cada uno, en los bajos se incluyeron comercios y aparcamientos subterráneos para automóviles.

 
En septiembre de 1975 CEVASA (empresa de la familia Vaquer, dueños de la firma Inoxcrom) hizo la entrega oficial a Sears Roebuck de España, S.A. de los nuevos almacenes y el 1 de octubre siguiente se procedió a la inauguración oficial. Al acto asistieron autoridades y personalidades como el concejal presidente de la Junta Municipal del Distrito Sebastián Calvo, el diputado delegado para el Servicio de Conservación de Monumentos del Patrimonio Artístico Provincial Mariano Salmerón, el jefe de la Policía Municipal Ramón Trepat, y otras representaciones y personalidades de la vida económica, industrial y comercial de Barcelona. Por parte de Sears, asistieron su vicepresidente John Gallagher, el presidente de esta sociedad en Europa John H. Gardner, el presidente de la sociedad en España John M. Riney, los altos cargos del nuevo centro de la avenida Meridiana, el gerente del Grupo Sears de Barcelona Ángel Hueso Mora, y el gerente del centro de la avenida Diagonal Ramon Tintoré.
En el lado opuesto a los almacenes SEARS, en la misma fecha la empresa Hiperama abrió al público el hipermercado Hiper Radar, dedicado a alimentación, sobre un espacio que estaba destinado a zona verde.

 
La presencia de Sears en España preocupó a las grandes cadenas comerciales Galerías Preciados y El Corte Inglés por su política agresiva de venta a plazos y a crédito que practicaba. Es decir, por un lado se ofrecía la posibilidad al cliente de abrir una cuenta corriente sin desembolso alguno, de modo que al comprar bastaba con decir "cárguelo a mi cuenta" y luego se podía pagar en 30 días o bien hasta en 12 mensualidades. Por otro, existía la cuenta a plazos solamente entre el cliente y Sears, sin la necesidad de letras e intermediarios, pensada para grandes compras que permitían pagos en hasta 24 meses. Además, ser titular de la "Tarjeta Sears" permitía su uso en unos 2.000 puntos de venta de Sears en todo el mundo.
Sin embargo, la competencia no resultó tan peligrosa porque los almacenes Sears no consiguieron tener el gran éxito de público esperado, siendo el sector textil el que dio los peores resultados y el de los electrodomésticos el que mejor funcionó debido a sus precios muy competitivos y a las grandes facilidades de pago antes comentadas.

 
A partir del año 1979 la empresa atravesó una situación de crisis que la llevó a estar durante varios años sin beneficios económicos. Por ello, procedió a poner en venta sus tres establecimientos en España (3 centros comerciales y 21 tiendas de electrodomésticos), intentando que fueran comprados por otras cadenas de distribución, llegando finalmente a un acuerdo con Galerías Preciados durante su etapa bajo propiedad de RUMASA. Esto sucedió el 27 de enero de 1983. Para ello la empresa de José María Ruiz Mateos desembolsó una suma 2.100 millones de pesetas, previo acuerdo concertado y firmado en la ciudad de Chicago el 8 de noviembre de 1982.
A modo de anécdota, merece la pena recordar que el 8 de agosto de 1982, un grupo terrorista palestino perpetró atentados con bombas en Madrid y Barcelona ante empresas norteamericanas como Sears y el Bank of America. Como resultado de las represalias, en Barcelona una explosión de poca envergadura causó destrozos en la entrada de la calle de Dublín del centro comercial de la avenida Meridiana, sin ocasionar víctimas ni heridos.


En 1986 el hipermercado Hiper Radar fue adquirido por El Corte Inglés, que lo convirtió en el centro comercial Hipercor. Paralelamente, la empresa Galerías Preciados, tras pasar una etapa de grandes pérdidas económicas, terminó vendiendo en 1987 los antiguos almacenes de Sears a El Corte Inglés, que acondicionó el edificio de la avenida Diagonal y reconvirtió el de la avenida Meridiana en una ampliación del hipermercado Hipercor, procediendo a reformas interiores.
Este centro comercial pasó desgraciadamente a la historia por haber sufrido el peor atentado de la historia de la banda terrorista ETA, el 19 de junio de 1987, causando un balance de 21 muertos y otros 45 heridos. Tras el triste suceso, volvió a abrir sus puertas y actualmente todos antiguos almacenes que pertenecieron a Sears y a Galerías Preciados funcionan con notable éxito de público. Desde 1995 el antiguo edificio de Hiper Radar fue reformado y convertido en Tiendas El Corte Inglés. En cuanto a los almacenes de la avenida Diagonal, fueron ampliados y completamente reformados con una fachada acristalada más amable con el entorno urbano y reabiertos el 23 de noviembre de 2004.
 
 
 

sábado, 7 de septiembre de 2013

El CANÓDROMO MERIDIANA (1964-2006)


A finales de la década de 1950, los empresarios del Canódromo Pabellón (inaugurado el 6 de enero de 1953) Ramon Solé i Pelló, Antonio Blasco y José Vilar apostaron por la apertura de una nueva instalación de idénticas características en Barcelona, más moderno y que contribuyera a estimular el crecimiento de la afición de una parte de la sociedad barcelonesa por las carreras de galgos.
Para hacerlo realidad fue necesaria la búsqueda y de unos terrenos económicamente asequibles y no montañosos donde poderlo construir, alejado del centro de la ciudad y, por consiguiente, en la periferia. Finalmente, el espacio que reunía las características idóneas fue una parcela de tierra 10.000 m2 propiedad de la familia Ros, habitantes de la masía de Can Ros o Can Armera, los cuales ya habían vendido buena parte de sus antiguos terrenos rurales para la construcción de un nuevo barrio: las Viviendas del Congreso (Congrés).


Así, el nuevo canódromo ocuparía la manzana comprendida entre las calles de Ignacio de Ros (actual Can Ros), Concepción Arenal, Riera de Horta y Pardo. Entonces el terreno era un campo donde se cultivaban principalmente tomates, coles y acelgas, aparte de otras hortalizas. El emplazamiento era excelente porque estaba bien comunicado por la proximidad de la avenida Meridiana, y gracias a su ubicación a caballo de los barrios del Congrés, Vilapicina y Sant Andreu supondría una nueva demanda potencial que aseguraría su rentabilidad porque se convertiría en un equipamiento de ocio para estos núcleos residenciales. En el diseño de las modernas instalaciones se contó con lo servicios de Antoni Bonet Castellana y Josep Puig Torné, dos arquitectos especializados en arquitectura contemporánea profundamente influenciados por las corrientes de pensamiento racionalista de la GATCPAC y por autores como Le Corbusier. La condición que ambos impusieron para aceptar el encargo fue la oportunidad de diseñar unas instalaciones vanguardistas y espectaculares.


Las obras empezaron en 1961 y finalizaron dos años después. El conjunto estaba formado por un edificio de estructura parabólica de 107 metros de longitud, situado en el lado más largo de la manzana, y una pista de carreras. El edificio, que todavía existe, consta de dos plantas: la baja, planteada como una prolongación del terreno; y la superior, como un objeto completamente separado del suelo que sirve de mirador. La estructura metálica principal está compuesta por dieciocho vigas metálicas de acero de canto y longitud variable inclinadas hacia la calle según el mismo ángulo y apoyadas sobre una única línea de pilares en la zona central de la planta. Ello proporciona una imagen más esbelta y ligera del conjunto. En sentido perpendicular a la estructura principal se distribuyen unas correas de alma calada y sección triangular, formadas por cuatro redondos (dos abajo y dos arriba) conectados con un ligero estribo en zig-zag. Los forjados son de hormigón, las gradas de hormigón prefabricado y el plano de la cubierta se resuelve mediante un aglomerado autoportante (Viroterm) con tela asfáltica acabado con un árido.


El edificio tiene la planta lenticular y es muy transparente, lo que otorga al conjunto la imagen de unas alas de avión y un aspecto muy dinámico. La planta superior consta de gradas en la zona central y unas terrazas laterales con buena visibilidad. El forjado de la cubierta soporta una estructura colgante con lamas de protección solar, a modo de brise soleil. La cubierta está soportada por unos tirantes que unen las vigas al forjado inferior y evitan el balanceo. Su forma reglada está desarrollada por el desplazamiento de una recta entre dos líneas directrices: una parabólica en planta y horizontal en alzado (sobre la fachada exterior del edificio, hacia la calle de la Riera de Horta) y otra parabólica en alzado y recta en planta (la fachada interior). El brise soleil hace de contrapeso.
Los acabados decorativos eran de gran crudeza, con carpinterías de perfilarías laminadas y estructura de color gris plomo, paneles de aglomerado natural, revocos blancos a la tirolesa y cerámica vidriada en tonos marrón y ámbar. Posteriormente, en las zonas cerradas se instaló aire acondicionado.


La pista de carreras para ocho galgos tenía un perímetro interior de 265,70 metros, una recta de 70 metros y dos curvas de 62,85 metros. En la parte exterior había instalado el monorraíl donde se hacía correr la figura del conejo.
Cuando el canódromo funcionaba, la planta baja estaba dedicada a los espacios de servicio, perreras, lavabos, oficinas, taquillas y un restaurante junto a la escalera vecina a la zona del paddock (lugar de exhibición de los galgos), desde donde era posible contemplar los galgos en posición de descanso. Sobre la explanada cubierta de la planta alta, se situaban la zona de apuestas y el bar que cerraba las vistas a la calle de la Riera de Horta, envolviendo la terraza y las gradas a modo de gran concavidad, desde las cuales se disfrutaba de una excelente vista de la pista ubicada hacia el sur. Un altillo coincidente con la zona de meta, permitía alojar el espacio de los jueces, el speaker o altavoz, los cronometradores, los controles y el fotógrafo.
Una vez terminado, antes de su inauguración el Fomento de las Artes Decorativas (FAD) le otorgó un Premio FAD de Arquitectura.


Coincidiendo con el XXV aniversario de la Paz de Franco, el 2 de abril de 1964 el canódromo abrió al público. Popularmente llamado "el casino de los pobres", enseguida se convirtió en un punto de encuentro, de relaciones sociales y de ocio. El hecho de que en los alrededores faltaran parques y zonas verdes propició su uso como zona de paseo familiar. La entrada era libre para todas las edades y no era obligatorio apostar. En el recinto trabajaban 60 empleados, aparte la gente de las oficinas, y disponía de unos 700 galgos, los cuales solían descansar en una perrera ubicada en Santa Coloma de Gramenet, formada por unas cuadras y unos caminos para paseo, que creó el mismo empresario Antonio Blasco.
A nivel empresarial, Ramon Solé i Pelló fue el primer gerente. Antonio Blasco y José Vilar también formaban parte de la empresa, incorporándose los familiares de ambos en la gestión económica y administrativa. Los directores de carreras eran los señores Vergé y Cervantes.


Durante sus años activos se celebraron carreras de galgos de carácter nacional e incluso internacional. Habitualmente se hacían apuestas de parejas de perros. El recinto funcionaba durante todas las tardes y se celebraban hasta 16 carreras. Los martes, jueves, sábados y domingos también había sesiones matinales. Anualmente, cada 12 de octubre, desde el año 1965 se celebraba el Derby Español Galguero, presidido por el delegado nacional de Educación Física y Deportes, Joan Antoni Samaranch. Año tras año el campeonato fue adquiriendo prestigio hasta colocarse en tercera posición en cuanto a importancia se refiere, tras los celebrados en Irlanda e Inglaterra, dos naciones donde las carreras de galgos estaban consideradas el segundo deporte nacional. En la competición participaban galgos del país, y otros procedentes de los canódromos de White City de Londres (representados por la National Greyhound) y Selbourne Park de Dublín (representados por la Bord Greyhound). El galgo ganador del campeonato recibía el "Collar de Oro" que le otorgaba el título.


Aparte de esta, otras titulaciones celebradas eran el Trofeo Conde de Torrepalma, el Trofeo José Luís Rubio, el Memorial Antonio Blasco, el Gran Premio Gráficas Mendoza, el Gran Premio Delator, el Gran Premio Internacional de Barcelona, el Campeonato Canódromo Meridiana, el Campeonato de Cataluña y el Campeonato Nacional de Liga.
Con la llegada de la liberalización del juego a finales de la década de 1970 llegó una etapa de crisis, pues hasta aquél entonces no había oferta de ocio, y mucho menos para apostar. Tras la apertura masiva de bingos y locales para loterías primitivas los dos canódromos de Barcelona empezaron a perder público hasta el punto que el perfil cambió pasando a predominar gente jubilada en detrimento de familias y grupos de jóvenes, cada vez más minoritarios.
En 1979 la empresa gestora del canódromo se convirtió en una sociedad anónima, bajo el nombre de Canódromo Meridiana Sociedad Anónima. En 1984 la presidencia y la gestión pasó a manos de Ramón Gargallo, y en 1997 a manos de Josep Lluís Navarro. En 1999 cerró definitivamente sus puertas el Canódromo Pabellón, de modo que el Canódromo Meridiana se convirtió en el único de Barcelona y de toda España que permanecía activo. La clausura de aquél repercutió a un aumento de un 24% la asistencia de público.


Finalmente, tras un año en conversaciones con la Generalitat por la deuda fiscal de la empresa que ascendía a 1,68 millones de euros, pero la decisión de subir la tasa de apuestas del 3% al 10% hacía inviable su continuidad. Todo ello sumado a una campaña animalista iniciada por determinados partidos políticos contra el canódromo propició su clausura definitiva el 22 de febrero de 2006. La empresa quedó liquidada el 27 de diciembre siguiente. Como consecuencia, los empleados se quedaron en la calle y los galgos fueron recuperados por la entidad SOS Galgos que procedió a su mantenimiento y adopción para evitar un posible sacrificio en la perrera municipal.
A modo de curiosidad, este canódromo fue el escenario para el rodaje de algunas escenas de las películas "Va a ser que nadie es perfecto" (2006) de Joaquín Oristrell y "Petit Indi" (2009) de Marc Recha, esta última realizada tras el cierre del recinto. Igualmente, fue también el escenario de inspiración literaria para escritores como Manuel de Pedrolo (en su novela "Falgueres informa" de 1989) y Pere Guixà (en su obra "L'embolic del món", de 2002).


Tras el cierre, se generaron numerosos movimientos vecinales para la recuperación del edificio del canódromo empleándolo como espacio cultural para el barrio. Un total de hasta 35 entidades de los barrios del Congrés y Els Indians trabajaron conjuntamente para decidir qué equipamientos eran necesarios. Por ello, en el año 2009 se procedió a efectuar una primera rehabilitación del edificio bajo la dirección de los arquitectos Xavier Monteys, Josep Maria de Lecea, Laura Aybar y Marta López. Los trabajos fueron muy conservadores, pues al tratarse de un edificio catalogado como patrimonio histórico de la ciudad no se podían efectuar modificaciones de su estructura original. Solo desapareció la pista y los muros que cerraban el recinto, convirtiéndose en un espacio para el paseo y la práctica del deporte, así como la habilitación de una zona infantil.


La intención del Ayuntamiento de Barcelona era convertir el edificio del canódromo en un centro de arte contemporáneo para exposiciones y laboratorio de artitas emergentes. Igualmente empezó el proceso de expropiación de las pistas de tenis situadas enfrente, en la calle de Can Ros y detrás de la masía, para construir una guardería, un polideportivo y un centro cívico. Sin embargo, la crisis económica fue la excusa para frenar cualquier proyecto, por lo que el edificio permanece cerrado y en desuso a la espera de tiempos mejores. No obstante, la Asociación de Vecinos del Congrés-Indians reclamó su apertura y por ello el 16 de junio de 2012 organizó una concentración lúdico-reivindicativa en la que asistieron más de 200 personas y que sirvió para presentar un manifiesto y recoger firmas. Actualmente, la lucha vecinal continúa para hacer realidad los equipamientos de barrio y otorgarle al antiguo canódromo el uso que se merece.


Procedencia de las fotografías: grupo de Facebook "Jo vaig viure a les vivendes del Congrés".