domingo, 9 de diciembre de 2012

Yo anduve por el RITZ

 

En la vida hay ocasiones excepcionales que se deben de aprovechar al instante y sin dudarlo porque tal vez solo haya una única oportunidad. Eso mismo sucedió un 2 de febrero del año 2006, en que tuve el placer de pisar el interior del hotel Palace, antiguo hotel Ritz de Barcelona. Fue con motivo de las Jornadas Internacionales sobre Sistemas Eficientes de Autobuses, que se celebró del 1 al 3 de febrero del citado año, organizado por la Associació per a la Promoció del Transport Públic (www.transportpublic.org), entidad de la que soy socio.
A las 21:00h se convocó a todas las personas asistentes a la cena oficial prevista en el restaurante del Palace. Para tal evento era recomendable ir bien vestido, por lo que tuve que ponerme un traje y un buen abrigo. La noche era bastante fría. Fui de los primeros en llegar. La entrada se ubica en el chaflán de la calle de Roger de Llúria con la Gran Via de les Corts Catalanes. Se trata de un edificio de estilo neoclásico, alto, sólido y elegante, inaugurado el 22 de octubre de 1919, obra del arquitecto Eduard Ferrés Puig. Su construcción fue promovida por Francesc Cambó con la complicidad de ilustres ciudadanos barceloneses como Gonçal Arnús, Eusebi Güell, Antoni Güell y Bosch Labrús. Tras su apertura se convirtió en el primer hotel de 5 estrellas de la ciudad, y en un símbolo de la Barcelona rica, lujosa, ostentosa y elitista.


El creador de la cadena Ritz, el suizo César Ritz, hacía un año que había fallecido. Su consideración como el padre de la hotelería no es por casualidad, pues su mérito consistió en la introducción de una nueva concepción de los hoteles como establecimientos de servicio completo y personalizado, fijando unos mínimos para el alojamiento correcto en términos domésticos, con habitaciones amplias decoradas lujosamente, todas y cada una de ellas con su propio cuarto de baño, iluminación indirecta y la supresión de los papeles pintados por pintura. Fue el introductor de la llamada atención directa al cliente centralizada en la recepción, conocida también como el servicio de habitaciones. En 1929 el hotel se amplió con la adquisición de un solar de la calle de Roger de Llúria, lo que sumó 60 habitaciones más a las 190 existentes. El Ritz solo fue popular durante la Guerra Civil española, cuando fue requisado por los sindicatos UGT y CNT que lo transformaron en el Hotel Gastronómico nº 1, habilitándolo además como hospital de sangre y cuartel de camilleros.


Entre las distintas personalidades se hospedaron personajes como los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia, los duques de Windsor, Francesc Macià, Negrín, Largo Caballero, Cantinflas, Alexander Fleming, Tyron Power, John Wayne, Whitney Houston, Sophia Loren, Ava Gardner, Gala y Salvador Dalí, Xavier Cugat, Naty Abascal, la duquesa de Feria, Woody Allen, Freddie Mercury, Françoise Hardy, Lord Lichfield, Pierce Brosnan, Frank Sinatra, Michael Schumacher, la reina Noor de Jordania, Carlos Azurra, Josephine Baker, Anthony Quinn y Mijail Gorbachov.


La puerta de entrada la preside un amable botones, muy alto, delgado y vestido con el clásico uniforme rojo. El interior, decoración hasta el más mínimo detalle y en todos los rincones, con un predominio de los colores cálidos y luces tenues. El hall, un espacio acogedor y amplio donde puedes sentarte y tomar una copa mientras esperas la cena. En los laterales, pasillos con antiguas vitrinas que acogen antiguos objetos como si se tratara de un museo. Todos los suelos estaban alfombrados. El personal, numeroso, ágil y muy amable. El ambiente de señorío impone un cierto respeto, especialmente si quieres dar la talla y estar a la altura de las circunstancias y del ambiente que te rodea.


Al llegar los invitados y mis amistades de la asociación, enseguida sonríes y te hallas bajo un ambiente más familiar. Nos dirigimos al restaurante. Precisamente, otra aportación de César Ritz fue en la restauración, pues la importancia que le confirió a la cocina y a la calidad de los vinos le llevaron a eliminar los antiguos comedores de huéspedes, dando paso a refinados restaurantes con mesas reducidas para pocos comensales, estableciendo una diferenciación jerárquica en el personal de servicio por medio de uniformes y graduaciones, desde el camarero hasta el maître. El restaurante del Palace era un salón neoclásico a imitación de los palacios franceses, con techo alto pintado con colores suaves coronado por majestuosa lámpara de araña de cristal. Los laterales estaban ocupados por grandes ventanas que daban a la calle, y tanto en el lado opuesto como en cada extremo, varias puertas de acceso a otros servicios del hotel. Todas ellas estaban cubiertas de pesadas y aterciopeladas cortinas. Un conjunto de mesas redondas para 6 u 8 comensales se distribuían en tres filas.


Todos tomamos asiento en nuestra mesa designada. El menú consistió en un aperitivo, un bloc de foie y una manzana caramelizada de primer plato, un filete ibérico a la parrilla con trufa, brócoli y patatas risotadas de segundo, y una brocheta de frutas acompañada de una crema inglesa con canela de postre. Acompañó bebida a base de vino blanco Castell de Perelada, un vino tempranillo René Barbier, un cava brut nature Freixenet, agua mineral, así como licores, digestivos y cafés a elegir. La cubertería de plata y la vajilla eran antiguas, incluso se les notaba el paso del tiempo aun estando bien cuidadas. Cucharas, cuchillos y tenedores todavía conservaban grabada la letra R de Ritz, por lo que estuve extremadamente tentado en robar una cucharilla y llevármela a casa de recuerdo como prueba de que yo una vez anduve por el Palace. Sin embargo, el servicio de camareros hacía ronda constante por las mesas, por lo que me vi obligado a descartar tal tentación. Corría el riesgo de ser atrapado a la salida del hotel, incidente que hubiese desprestigiado no solo a un servidor sino a la asociación de la que era socio que organizaba las jornadas y la cena.


La estancia fue una experiencia agradable y una oportunidad de aquellas que no se pueden desperdiciar cuando se presentan. Conservo fotografías y la tarjeta de invitación con el menú como pruebas irrefutables. Fue una noche muy especial que ignoro cuando se volverá a repetir. El tiempo lo dirá. Me marché contento porque fue una noche inolvidable y a la vez un poco triste porque el sueño había terminado.
Después de haber pasado su gestión por varias manos, el hotel Ritz fue adquirido en 1987 por la cadena hotelera HUSA presidida por Joan Gaspart, y finalmente tuvo que renunciar obligatoriamente a su denominación para pasar a llamarse Palace. Sin embargo, a nivel popular, todavía se le conoce como el Ritz. Actualmente, después de una cuidada y meticulosa restauración que ha permitido la recuperación de sus elementos arquitectónicos y decorativos originales, este histórico hotel vuele a brillar como el alojamiento más prestigioso de la ciudad e incluso a nivel internacional.



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