martes, 19 de junio de 2012

Las lenguas inventadas


Una vez más, la derecha españolista ha lanzado nuevas ofensivas contra las lenguas minoritarias para generar crispación allá donde no hay. La estrategia a seguir consiste primeramente en cambiar la denominación de la lengua por otra que no existe, luego fomentar las modalidades territoriales para debilitarla y finalmente eliminar la vehicularidad para dejarla como un residuo folclórico. Este españolismo, como nacionalismo de estado que es, ha creado un victimismo contra Cataluña como si esta fuese la culpable de una situación presuntamente impositiva, y cualquier reacción contra la anterior estrategia la consideran una declaración de secesionismo contra España o de atropello contra la “lengua común”, el castellano.
Recientemente el gobierno balear presidido por José Ramón Bauzà ha creado una doble línea lingüística o de doble inmersión, pero le ha salido el tiro por la culata porque alrededor del 85% de la población de les Illes ha optado por la línea escolar en catalán, incluyendo a votantes del PP que además reconocen el mallorquín, el menorquín, el ibicenco y el formenterense como lengua catalana. Ahora le ha tocado el turno al gobierno del PP de Aragón con el apoyo del PAR, que ha presentado un borrador de la nueva Ley de Lenguas donde el catalán pasaría a denominarse como aragonés oriental, además de eliminar su condición de vehicular junto con el aragonés o chapurreau. Dijo una vez Esperanza Aguirre que el PP era el partido que mejor defendía las lenguas minoritarias porque no hacía un uso político de ellas a diferencia de otras formaciones. ¿Cómo es posible que un partido político haga política sin politizar? ¿Se podría celebrar una corrida de toros sin los toros? Si eso es posible, debería patentarlo.


El rechazo del término “catalán” en los territorios de influencia lingüística no catalanes se atribuye a una reacción contra el pancatalanismo, movimiento al que acusan de imponer la modalidad lingüística y normativa de Cataluña así como la identidad cultural de dicho territorio con fines asimilacionistas. Sin embargo, a efectos prácticos el pancatalanismo es más virtual e imaginario que real. He tenido el placer de pisar tierras valencianas y mallorquinas y por lo poco que he podido conocer, puedo asegurar que por la calle no existe persecución alguna de compatriotas catalanes hacia las gentes levantinas e insulares. La sociedad catalana tiene cosas mejores que hacer como para perder el tiempo en tonterías como estas. La sencilla razón es que eso no ocurre porque las relaciones entre catalanes, valencianos y baleares es mayormente de cordialidad, y mientras no se demuestre lo contrario, en Valencia, en las Baleares y en Aragón no gobierna la Generalitat de Catalunya sino los políticos que su ciudadanía ha elegido a través de las elecciones democráticas. Esa es la única realidad, y es a los gobiernos de estas autonomías a quienes hay que pedirles explicaciones. Los catalanes no somos culpables de sus problemas por lo que no es justo que sus gobernantes y los sectores españolistas nos los achaquen a nosotros. Si alguna vez se ha producido injerencia catalana, ha sido a través de grupos políticos minoritarios encaminados a construir el mito de los Països Catalans. El mismo Tarradellas llegó a posicionarse contrario a este concepto y solo admitió que la lengua y el haber formado parte de la antigua Corona de Aragón era prácticamente lo único que teníamos en común.


Suscribo lo dicho, y a ello debo responder que la mayoría de catalanes, incluyendo a nacionalistas e independentistas, reconocen y respetan tanto la identidad como el hecho diferencial de Valencia, Baleares y la franja de Aragón, así como su forma de hablar la lengua. Salvo pequeñas excepciones que confirman la regla, aunque políticamente muy poderosas e influyentes a través de los medios de comunicación, cualquier catalán con dos dedos de frente es capaz de reconocer que valencianos, aragoneses de la franja y baleares no son catalanes y que poseen su propia cultura, historia, tradición y folclore que nada tiene que ver con Cataluña. Entiendo que en estos territorios exista una postura contraria hacia una minoría política pancatalanista, pero de ahí a no reconocer la lengua catalana es un tremendo error. No se tiene en cuenta que en estos territorios también hay mucha ciudadanía que todo y denominar a las lenguas propias como valenciana o balear la consideran derivadas del catalán. Es legítimo y de justicia que en Valencia y Baleares no se imponga la normativa de Pompeu Fabra y utilicen su propia normativa lingüística porque desde siempre han usado una pronunciación y un vocabulario propio y exclusivo, fenómeno similar al de los países de Latinoamérica con respecto a la lengua castellana, Estados Unidos y Canadá con respecto al inglés o Brasil con respecto al portugués, y no por ello se habla de la existencia de un idioma argentino, chileno, cubano, brasileño, estadounidense o neozelandés.


No es positivo generar un conflicto con la lengua porque ello divide a la sociedad y genera crispación, algo que un partido que tanto alardea de garantizar la unidad nacional y la estabilidad de todos los españoles debería evitar dando ejemplo real de lo que dice en vez de adentrarse en libros de caballería. Aunque no soy nadie para juzgar la política que hace un territorio vecino, creo poder valorar igualmente su línea de actuación. Aunque soy catalán y se puede reprochar al gobierno de la Generalitat que el castellano no sea lengua vehicular en Cataluña, negar la oficialidad del catalán y el aragonés en Aragón así como la vehicularidad en la enseñanza es un error, pues todas las lenguas son un patrimonio cultural y un enriquecimiento humano que contribuyen a mejorar culturalmente la sociedad. Aunque todas y cada una de las lenguas habladas en el mundo desempeñan diferentes funciones en base al número de hablantes y de su expansión geográfica, ninguna está exenta de un valor especial único e irrepetible, una historia y una producción cultural que ha mejorado la comunicación y el entendimiento. La derecha españolista no debería olvidar que la lengua castellana es una de las más ricas en cuanto a vocabulario se refiere gracias al contacto que ha tenido con otros idiomas, y a eso debe de agradecerse en parte la aportación de las lenguas minoritarias, que tanto les parece estorbar. Dicen algunos que no debería hablarse de derechos lingüísticos porque no son las lenguas quienes los tienen sino las personas, pero no olvidemos que marginar una lengua supone marginar a toda una comunidad que la habla.


3 comentarios:

Eastriver dijo...

Los fachas no se aguantan. Yo, hace tiempo, me indignaba con estas cosas. Ahora me río.

A mí me parece bien lo que cada uno elige. ¿No es catalán lo que hablan en la franja? Pues vale, decidido está (ya ves que ni reivindico mi profesión de filólogo). Que llamen a esa lengua como les dé la gana: lo único curioso es que yo entenderé todas y cada una de las palabras de ese idioma presuntamente extraño, pero bueno... será que también hablo el aragonés oriental y no lo sabía.

¿Que otros quieren llamar Paisos Catalans a las zonas en que se habla el catalán en la península? Pues mira, tampoco me voy a quejar, porque si unos pueden crear lenguas otros pueden crear países, no?

Sólo me ocupo de lo que yo creo y siento. Y, aquí en Catalunya, es cada día más mayoritario, me parece. Porque tonterías como estas ayudan y mucho.

Buena entrada.

carme dijo...

un artícle molt intereesant amb quines conclusions coincideixo plenament. Felicitats.

Ricard dijo...

Gràcies pels vostres comentaris. Efectivament, ara resulta que de sobte som multilingües i parlem català, valencià, balear, aragonès... quines coses.