jueves, 26 de abril de 2012

No pasa nada, sólo es fútbol


No sabemos por qué pero muchos de nosotros sufrimos por el fútbol. Si lo analizamos racionalmente eso es algo que carece completamente de sentido. Sin embargo, en la mayoría de veces no lo podemos evitar: reímos, lloramos, saltamos de euforia o bien nos hundimos en la tristeza. Y todo por un deporte llamado fútbol, que consiste en un grupo de jugadores cuyo objetivo es pasarse hábilmente un balón y meterlo dentro de la portería contraria. El drama más reciente para quienes somos “culés” es la pérdida de dos títulos importantes en una sola semana. Es doloroso pero en realidad no pasa nada. Hay que ser realista y valorar globalmente la temporada, asumiendo que en partidos clave los rivales han sido excepcionalmente superiores, porque igualmente el F.C. Barcelona sigue siendo el mejor equipo del mundo. El resultado de dicha temporada 2011-2012 ha sido la Copa Intercontinental que otorgó al Barça la categoría de campeones del mundo, el Trofeu Joan Gamper, la Supercopa de España, la Supercopa de Europa, y todavía existe la posibilidad de ganar la Copa del Rey. Entre cuatro y cinco títulos. ¿Un fracaso? Y de postre, Leo Messi ha vuelto a recibir el Balón de Oro como mejor jugador del mundo. ¿Estrujamos y echamos al “Pep Team” a la papelera por un año “fallido” como si haber conseguido 13 de los 16 títulos posibles en los últimos cuatro años no tuviese mérito alguno? La Liga y la Champions se han escapado. La razón es muy sencilla: los jugadores son humanos y, por consiguiente, no infalibles, por lo que pueden fallar, perder partidos y no ganar consecutivamente todos los años el triplete o los seis títulos al ser personas vulnerables de carne y hueso y no unas máquinas de matar. Aunque esta temporada ha sido más floja con respecto a las anteriores, igualmente el equipo ha desempeñado un excelente papel y ha hecho buen fútbol, ofreciendo al público ese espectáculo que se merece y con el cual nos hemos deleitado.


Los errores son un aprendizaje para no volver a cometerlos en la próxima temporada, no un final de ciclo. El deporte es una didáctica continua desde que empiezas hasta que te retiras, porque en cada torneo se descubre algo nuevo que obliga a rectificar y a crear nuevas técnicas alternativas en función de cada situación. Y eso es algo bonito que enriquece a los deportistas y que conlleva a una ascensión hacia un nivel de experiencia superior. Si se quiere ser campeón y ganar, también hay que perder, porque alcanzar una cosa no es posible sin haber pasado inexorablemente por la otra. Este año el triplete no ha sido posible. Tal vez lo sea la próxima temporada y enseguida nos olvidaremos del presente curso. El Barça sigue siendo un gran equipo con cuerda para mucho tiempo. Basta ver la calidad de la cantera de futuras promesas, los jugadores actuales y la filosofía que ha impregnado Pep Guardiola. Gane o pierda, continuará dando alegrías a la afición. Mientras tanto, no suframos por el fútbol porque solo es deporte. Conseguir títulos no contribuirá a arreglar este país o a resolver los problemas individuales de cada uno de nosotros. El mundo ni se renovará ni se terminará. Pase lo que pase seguiremos hacia adelante, como siempre, en lo bueno y en lo malo. Sufrimos por el fútbol porque queremos, por el valor y el sentido que nosotros le otorgamos más allá del deporte, lo que no significa que sea real. Siempre he creído que lo peor que le puede pasar al deporte es cuando deja de ser precisamente esto, un deporte, se politiza y se convierte en un icono identitario en lucha a muerte contra otras identidades consideradas enemigas. Como consecuencia, a menudo una victoria o una derrota del equipo se convierten en algo personal y en determinante del bienestar o malestar del individuo o de una comunidad. Seamos racionales y nos daremos cuenta del absurdo. Nadie merece sufrir o morir por once jugadores y unos colores. Cuanto más nos alejemos del tema identitario y más nos acerquemos a la esencia real del deporte, más y mejor disfrutaremos del fútbol y más fuerte será la afición.

viernes, 20 de abril de 2012

El ateneo popular que no fue posible: el mercado del Born


Se cumplen 35 años de la ocupación de la planta asfáltica, situada entre las barriadas de Roquetes y la Trinitat Nova, por parte del vecindario del Distrito IX-b que conformaba los Nou Barris. Se luchaba para reclamar un ateneo popular. Después de unas jornadas reivindicativas traducidas en diferentes actos festivos que duraron 30 horas, aquellos terrenos se convirtieron en un equipamiento de barrio que actualmente es un importante y destacado referente cultural, especialmente en el ámbito circense. Pero el Ateneu Popular de 9 Barris no fue el único espacio que se reivindicó para usos sociales, y entre las luchas varias también hubo fracasos. Este es el caso del antiguo mercado del Born, que en el presente año prevé una apertura provisional como centro cultural de interpretación de los interesantes restos arqueológicos del barrio de la Ribera destruidos con motivo de la construcción de la fortaleza de la Ciutadella. La finalización definitiva de las obras de remodelación no será hasta el año 2014, coincidiendo con el 300 aniversario de la llegada de las tropas de Felipe V a Barcelona. El mercado del Born fue uno de los primeros y más importantes edificios de hierro erigidos en Barcelona. Su proyecto respondió al propósito de disponer de un gran espacio central de abastecimiento alimentario para toda la ciudad. Diseñado en 1873 por el arquitecto municipal Antoni Rovira i Trias, se construyó entre los años 1874 y 1878 por el maestro de obras Josep Fontserè i Mestre y el ingeniero Josep Cornet i Mas. Las columnas de fosa y los caballos metálicos fueron fabricados por La Maquinista Terrestre y Marítima. La estructura del mercado buscaba la funcionalidad, siendo un espacio amplio, cubierto, cerrado y bien aireado, hecho que ayudaba a la salubridad de los productos que se vendían. Es de estilo modernista dentro de la llamada “arquitectura del hierro”.


El nuevo mercado entró en funcionamiento el mismo año 1878, desempeñando su función como centro comercial de barrio hasta que en el año 1920 se convirtió en mercado mayorista de frutas y verduras. Habiéndose quedado pequeño debido al gran crecimiento de la ciudad, en agosto de 1971 fue trasladado al polígono industrial de la Zona Franca, disponiendo de mayor superficie con instalaciones más modernas y pasando a llamarse Mercabarna. Como consecuencia, el Born permaneció en total estado de abandono, a la vez que se inició un proceso especulativo hacia los locales comerciales circundantes que dependían de él. Ante la propuesta del entonces alcalde de Barcelona, Josep Maria de Porcioles, de construir un aparcamiento, surgió un movimiento ciudadano que se opuso a la destrucción de la antigua estructura del mercado del Born y su uso privado. Al cambio de alcaldía de Porcioles por Enric Massó, once entidades ciudadanas propusieron en mayo de 1974 un concurso de ideas que partían de la conservación de la estructura metálica modernista del edificio. El Ayuntamiento, en plena discusión del Plan Comarcal, contraatacó en junio de 1975 con una contrapropuesta de su propia cuenta en la que no se exigía tal preservación. El Colegio de Arquitectos desautorizó la participación de sus colegiados y tan solo se presentaron dos trabajos. Sin embargo, el citado concurso quedó desierto. La etapa final de la lucha por la autorización pública del Born empezó en mayo de 1976 con una exposición en el Colegio de Ingenieros sobre la degradación del núcleo histórico. En el llamado Distrito I se encontraba el casco antiguo, con un 88% de la población activa formada por administrativos, empleados varios y obreros. La Associació de Veïns del Casc Antic no consiguió en el verano de ese año obtener el permiso para montar una fiesta popular. En cambio, vieron con una gran sorpresa como la Assemblea de Treballadors de l’Espectacle obtuvo fácilmente un permiso para representar los días 19, 20 y 21 de noviembre del mismo año 1976 una versión progresista de Don Juan Tenorio. En los intermedios actuaron artistas como Pau Riba, la Orquestra Platería, Rafael Subirachs y otros grupos. El último alcalde del franquismo, Joaquim Viola, asegurando que tenía una solución, configuró una comisión capitaneada por el entonces teniente de alcalde Abellán de Castro, y destinó 50 millones de pesetas del presupuesto municipal, una inversión que posteriormente se ignoró de qué modo se aprovechó.


El Born fue también deseado por la sala de baile Magic, situada justo al lado del antiguo mercado, la empresa de la cual se dedicaba a fomentar la contracultura musical: Llegaron incluso a presentar al Ayuntamiento de Barcelona una propuesta de arrendamiento. También Oriol Regàs, empresario de la sala Bocaccio, especialista en ocupar el tiempo libre de la burguesía progresista, lo deseaba para hacer un auditorio. La propuesta de la Associació de Veïns del Casc Antic para recuperar el Born se convirtió en la única que recogió los verdaderos intereses y necesidades del barrio y de la ciudad en general, propuesta que quedó esbozada al detalle en una fiesta popular celebrada el mes de enero de 1977, la cual se autorizó bajo el consentimiento del alcalde reformista Josep Maria Socías. La propuesta de ateneo popular preveía, respetando el exterior original, la construcción de dos plantas con aulas, una biblioteca, salas para seminarios y cine-forum, locales para jóvenes y jubilados, un bar, dos pistas polideportivas y también dos plazas cubiertas. Sin embargo, la nueva delegada de Cultura, Núria Beltrán, en el periódico Tele/eXprés del 14 de enero de 1977 respondió que “aunque los vecinos del Born tengan muy claro que tengan que reclamarlo para ellos, en Barcelona hay muchos más habitantes, y hay que ver qué utilización de los locales resulta más rentable, un asilo de ancianos por ejemplo”. Decir que el Born era toda Barcelona únicamente podía crear una gran confusión que favorecería a la especulación privada. Por ello se creyó que su recuperación para uso público tenía que pasar por la campaña de la Associació de Veïns del Casc Antic, la cual propuso: 1) la disolución de la Comisión Municipal que había constituida para decidir el futuro del Born; 2) la constitución de una comisión donde el papel decisivo recayera en el vecindario; 3) la restauración inmediata del mercado del Born; 4) la realización del anteproyecto de la Associació de Veïns del Casc Antic; y 5) la conversión del Born en un ateneo popular.


Sin embargo, las reivindicaciones vecinales no obtuvieron los resultados esperados. El antiguo mercado del Born se ubicaba en pleno centro de Barcelona, y por ello no interesaba que un equipamiento cultural como el solicitado ocupara aquel espacio emplazado en una barriada destinada a convertirse en los próximos años en una zona de interés turístico lleno de hoteles y locales de diseño. El centro histórico era un lugar demasiado preciado capaz de generar muchos beneficios económicos si se remodelaba adecuadamente, pero el precio a pagar sería la expulsión de muchos vecinos y la configuración de un nuevo barrio para todos menos para los vecinos de toda la vida. El Ateneu Popular de 9 Barris, en cambio, se hizo realidad, pero a diferencia del Born, se encontraba completamente alejado del centro, en la periferia, adonde el turismo no tenía presencia alguna, es decir, adonde no podría “molestar”. A partir del año 1977 el Born fue parcialmente remozado y acondicionado por el arquitecto Pere Espinosa para acoger actividades diversas de carácter temporal mientras no se le otorgaba un uso definitivo. Entre el 1 de febrero y el 1 de marzo de 1981, se realizó una exposición de transporte público donde se exhibieron autobuses y tranvías antiguos destinados a formar parte de un futuro museo. Para ello se estableció durante los cuatro domingos del certamen un servicio especial de autobús entre la plaza de Catalunya y el mercado del Born, con un vehículo histórico de dos pisos. Otras ferias y exposiciones se dieron cita en el mercado, además de conciertos, mercadillos o desfiles de moda. Por ejemplo, en 1983 acogió la exposición “Qui és Barcelona?”, en 1985 la exposición “Catalunya, fàbrica d’Espanya”, en 1989 una exposición de cítricos llamada “La fruita torna al Born”, y entre los años 1991 y 1994 acogió consecutivamente el “Saló Internacional del Còmic de Barcelona”.


El 9 de marzo de 1996 un centenar de vecinos del barrio del Born ocuparon el mercado para reclamar un uso público y cultural, ante el incumplimiento de las promesas municipales y de la Universitat Pompeu Fabra. Ya en pleno siglo XXI, se aprobó la construcción en el interior del mercado de la nueva Biblioteca Provincial, empezando las obras el año 2002. Parecía que por fin se le había otorgado un uso definitivo al antiguo recinto y el conflicto llegaba a su final, pero al excavar el suelo se hallaron numerosos restos arqueológicos de gran valor pertenecientes al antiguo barrio de la Ribera. Después de muchas deliberaciones, el proyecto de la biblioteca se suspendió y a cambio se aprobó la conversión del Born en un museo, un centro de interpretación dependiente del Museu d’Història de la Ciutat que incluirá, además de los restos arqueológicos restaurados, diversas salas destinadas a usos culturales. El 2 de abril de 2009, se creó la plataforma “I el torn del Born?” formada por vecinos, comerciantes e intelectuales de la Ribera, que reclamaba el mantenimiento de la identidad del barrio así como una mayor intervención popular en la reforma del mercado. Por ello presentó un proyecto alternativo que permitiría mayor aprovechamiento del espacio, dejando toda la planta baja abierta al público utilizable para diferentes usos culturales, exposiciones o mercados. Se llevaron diversas acciones populares, como un desfile de camisetas “customizadas” y concurso de pancartas reivindicativas en el cual personajes ligados al barrio como Custo Dalmau y Javier Mariscal hicieron de jurado. Lamentablemente, el proyecto municipal aprobado en fase de finalización está alejado de la participación ciudadana, un ejemplo más de cómo esta crisis ha significado un retroceso democrático y una pérdida de derechos sociales. Su apertura provisional prevista para este año no quedará exenta de protestas vecinales.



sábado, 14 de abril de 2012

TITANIC: cien años del hundimiento del siglo XIX


10 de abril de 1912: el trasatlántico más grande del mundo, el RMS Titanic, de la White Star Line, zarpa a las 12:15h de Southampton (Inglaterra) con destino a Nueva York. Transporta un total de 2.227 personas a bordo más 860 miembros de la tripulación.
14 de abril de 1912: la noche es estrellada y el mar está excepcionalmente tranquilo. A las 23:40h de la noche se intenta evitar el choque contra un iceberg, pero en la maniobra de esquivo el casco roza con el duro hielo y provoca seis brechas que sentencian el barco a un inexorable hundimiento.
15 de abril de 1912: después de dos horas y cuarenta minutos, el RMS Titanic se hunde para siempre en las profundidades del océano. En total, 1.500 personas perecieron por ahogamiento o hipotermia, salvándose mayormente mujeres y niños de 1ª y 2ª clase y muriendo el 75% de los pasajeros de 3ª clase.


Desde entonces, se forjó el mito de una tragedia y marcó el final real del siglo XIX al terminar con la hegemonía de un modelo socioeconómico antiguo. Fue el inicio del siglo XX dentro del siglo XX. Aunque otros hundimientos resultaron peores en cuanto a número de víctimas mortales se refiere, como por ejemplo el del Lusitania (1914) o el del Wilhelm Gustloff (1945), no son tan recordados y solamente el Titanic ha tenido tanta repercusión, porque supuso mucho más que un hundimiento, mucho más que un accidente marítimo, mucho más que una desgracia humana en medio del océano. El “insumergible” buque insignia de la White Star Line era la síntesis de un modelo de vida llamado a la desaparición al ir en desacorde con el progreso de la humanidad, agrupado en 269 metros de longitud y 46.328 toneladas. Obra de la prepotencia, la soberbia y la vanidad humana, los materiales de construcción no eran de calidad y los sistemas de seguridad resultaban insuficientes. Se proyectó en ese barco aspirar a la perfección, a la infalibilidad y a la superioridad por encima de todas las especies vivientes habidas y por haber. Mary W. Shelley ya advirtió en su magistral obra “Frankenstein” acerca de las consecuencias de jugar a ser Dios, pero acostumbramos a ser una especie animal que olvida fácilmente la memoria histórica y no aprende la lección, así que el “moderno Prometeo” no se tradujo en la vida artificial sino en un enorme engendro mecánico de aspecto elegante y distinguido.


Las diferencias sociales quedaban perfectamente reflejadas en los compartimentos de 1ª, 2ª y 3ª clase, es decir, de las clases más pudientes hasta las más populares. La gente rica era muy poderosa e influyente, quienes realmente dirigían el rumbo del país, formados por nobles (propietarios de grandes extensiones de tierra) y burgueses (dueños de las fábricas, grandes comerciantes y banqueros). Su viaje hacia Norteamérica se debía a la adquisición de nuevas tierras para labrar o bien a la apertura de nuevas industrias, comercios o bancos en las principales ciudades estadounidenses. Generalmente (salvo excepciones como la mítica Molly Brown, llamada “la insumergible”) eran clasistas y con un sentimiento de repulsión y gran desprecio hacia la gente pobre, a quienes veían como un residuo o un “defecto” del sistema en un mundo donde solo la “gente de Dios” estaba destinada a ser algo importante en la vida. Los compartimentos de 1ª clase eran de una gran suntuosidad, a menudo la decoración de los camarotes personalizada al gusto de los pasajeros, previo pago por supuesto a decoradores y artesanos cualificados y de prestigio.


Los pequeños comerciantes, pequeños empresarios, pequeños propietarios de tierras, así como profesionales varios conformaban la clase media, que ocupaba en el barco los compartimentos de 2ª clase. A diferencia de los anteriores, mostraban más respeto hacia las clases populares y algo de recelo hacia las clases adineradas, pero al situarse en un término medio estaban condenados a entenderse con ambos colectivos. Las razones de su viaje se debían también por los mismos motivos que los anteriores, de cara a mejorar las oportunidades profesionales.


La clase proletaria era muy pobre, sin apenas derecho a acceder a la educación, a la cultura y a la sanidad, sin oportunidades de labrarse un buen futuro, condenados a ser “inferiores” como si de un designio divino se tratara. Constituían este grupo campesinos, obreros y criados. Se dice que la presencia de ratas en los camarotes y en los pasillos de la 3ª clase no se debía a la carencia de higiene de aquellos humildes pasajeros sino que fueron introducidas adrede en el barco como una perversa “ambientación” del mundo de los pobres, “la porquería con la porquería” como decían algunos. Ingenuos a menudo, la mayoría jóvenes y con toda una vida por delante llena de unas ilusiones y unas esperanzas que jamás llegarían a materializarse, creyeron en el mito del “sueño americano” para encontrar su lugar en el mundo y ser reconocidos ante una sociedad demasiado tradicional y clasista.


El pase de una sección a otra del barco resultaba muy dificultosa y extremadamente restringida porque se quería evitar a toda costa la comunicación entre clases sociales, algo parecido a las ciudades entendidas entonces como conglomerados de ghettos los cuales fabricaban su propio territorio solo para ellos.
Sin embargo, los sueños de todos se esfumaron. Los ricos fueron víctimas del “monstruo” que habían creado y los pobres, una vez más, del engaño. Aquel modelo propio de los países industrializados no podía extenderse y consolidarse porque era insostenible al resultar una herencia modernizada de un sistema obsoleto creado en el feudalismo. No se podía proongar una agonía para satisfacer a una clase dominante minoritaria aunque poderosa y cabezona.


Todavía muchos se mortifican preguntándose por qué aquel barco se hundió, quiénes tuvieron la culpa y de qué modo se podría haber evitado el mal mayor. De poco o nada sirve flagelarse y perder el tiempo en eso, porque la respuesta es muy sencilla: el hundimiento del Titanic sucedió porque tenía que suceder. En caso de no haberse producido este accidente, hubiese pasado algo similar con graves (o peores) consecuencias que igualmente habrían obligado a una reflexión autocrítica y a un replanteamiento del progreso. El mal estaba hecho y no había vuelta atrás.
El hundimiento del Titanic puso fin a la hegemonía de un modelo alargado hasta la agonía, que si bien no desapareció porque el clasismo y el tradicionalismo siempre han existido, dejó paso sin embargo a nuevas ideas y tendencias como el sindicalismo, el obrerismo, el sufragio universal, el socialismo, el nacionalismo, el nihilismo, el materialismo, el historicismo y el vanguardismo, entre otras, que cultivadas durante el siglo XIX despegaron y se expandieron o bien derivaron hacia otros tantos movimientos políticos, científicos, culturales y artísticos desarrollados a lo largo del siglo XX. Fue el punto de partida de la pérdida de la hegemonía de Inglaterra como potencia económica del planeta a favor de los Estados Unidos, hecho que culminó tras el final de la I Guerra Mundial.


El Titanic marcó el cambio de rumbo de la historia del mundo aunque a un precio demasiado alto, porque se convirtió en la barca (en este caso el barco) de Caronte. Hasta la última burbuja que el barco escupió sobre la superficie de aquellas heladas aguas, se mantuvo ese modelo tan discriminatorio, pues el número total de botes, aunque insuficiente, daba cabida a 1.178 personas, pero solo subieron 705. El proceso de evacuación era demasiado rígido, propio del sistema vigente, incluso para situaciones extremas, lo que reflejaba como aquellos valores aún siendo tan estériles y artificiales estaban por encima de las personas: las mujeres y los niños primero (o sea, los considerados débiles), y los viajeros de primera clase antes que el resto (o sea, la considerada mejor mitad). Una selección fruto de creencias irracionales.


El “moderno Prometeo” de hierro era la síntesis del funcionamiento del mundo de aquella época representado en los camarotes y departamentos de 1ª, 2ª y 3ª clase, así como en las normativas del barco; estaba destinado a reflejar la fuerza, la potencia y el poder del ser humano (de ahí el nombre de “Titanic”); y estaba llamado a ser la mejor “criatura” jamás creada, insumergible y la más rápida, capaz de batir todos los récords habidos y por haber. En definitiva, una prueba de la hegemonía humana e intento de “dar la mano” a Dios, de pronto, como el monstruo de Frankenstein, se rebeló. Hoy día, a 4.000 metros bajo el fondo del mar descansan los restos del Titanic, un recuerdo de lo que una vez fue este mundo ahora hace tan solo cien años y nunca más debería de volver a ser. Desde aquí, un cordial homenaje hacia quienes perecieron.


lunes, 9 de abril de 2012

¿Emularía Jesucristo a Karl Marx?


Si después de tergiversar, manipular, reinterpretar e instrumentalizar el pensamiento filosófico y político de propio Karl Marx a intereses particulares, esto le llevó a afirmar decir la célebre frase “yo no soy marxista”, podríamos tener la convicción de que si alguna vez regresara Jesucristo en carne y hueso a nuestro mundo afirmaría al mundo con una frase similar “yo no soy cristiano”, tal y como lo entiende el clero, por supuesto, y no en un sentido de abjuración personal de su prédica. La festividad de Semana Santa invita a reflexionar acerca de la figura de Jesucristo, un personaje de la historia que levanta una extrema fascinación tanto para los creyentes como para los ateos, pues todavía lidera las encuestas acerca de qué personaje de la historia les gustaría conocer en persona e irían con él a tomar una cerveza. Algo debe tener para que se hable tanto y encandile a la mayoría de la humanidad, siendo analizado desde todos los puntos de vista, como un ser sobrenatural que hacía milagros e incluso como un simple agitador social pasando por visiones mágicas e incluso como un extraterrestre. Claro está que no deja indiferente a nadie, ni aún acudiendo a los textos originales de la Biblia dado que esta ha sido manipulada a la conveniencia de la Iglesia Católica. Sin embargo, parece que las Sagradas Escrituras son el principal y más importante recurso para acudir a información relativa a Jesucristo y conocer exhaustivamente todas y cada una de sus enseñanzas. Es un error afirmar que la Biblia puede tener muchas interpretaciones. Eso no es así, porque sus autores al redactar los libros quisieron transmitir un mensaje objetivo aunque usaran un lenguaje simbólico con un sentido difícil de entender para la mayoría. No se trata de un juego de adivinanzas y que cada uno lo entienda libremente a su antojo, pues en ese caso no tendría sentido estudiarla si hubiese tenido la pretensión de ser una obra subjetiva. Bastaría entonces con que todo el mundo se pronunciara como quisiera a ver quién la dice más gorda. En ese sentido, el abanico es muy amplio, desde los Testigos de Jehová que niegan cualquier simbolismo asegurando que todo lo narrado sucedió al pié de la letra, hasta entusiastas de lo sobrenatural que afirman claras referencias a avistamientos de ovnis y a la visita de seres extraterrestres en muchos versículos. A todo ello habría que tener presente los géneros literarios usados que otorgan esas expresiones tan características que la mayoría del público no entiende: narrativo, apocalíptico, sapiencial, jurídico, lírico, evangélico, profético, epistolar e histórico.


Para comprender la Biblia hay que tener en cuenta la época tan antigua en que fueron escritos los libros que la componen, la mentalidad de aquellos países y de aquellos tiempos, la cultura, tradiciones y pautas de comportamiento de aquellas civilizaciones, el estilo literario y la manera cómo se expresaban los hechos, así como las circunstancias personales y del entorno de sus autores en el momento de proceder a la redacción de las escrituras. A todo ello habría que añadir las lenguas usadas, tal y como explicó una vez en clase mi profesora de latín de tercer curso de bachillerato durante mis años de estudiante. Asegurándonos de que había leído diversas partes de la Biblia en sus lenguas originales, que por supuesto ella dominaba a la perfección, afirmó que el sentido, el espíritu y el sentimiento de fondo que se transmitía no podía ser el mismo que las ediciones traducidas al resto de lenguas del mundo, porque éstas no lo captaban. Es decir, que para entender el verdadero sentido de las Sagradas Escrituras habría que leerlas en su lengua original, previo aprendizaje. ¿Alguien se anima a hacerlo? Históricamente, la Biblia que conocemos hoy fue sancionada por la Iglesia Católica bajo el pontificado de Dámaso I, en el Sínodo de Roma del año 382. En total se aprobaron 73 libros, de los cuales 46 corresponderían al Antiguo Testamento, 7 libros serían los llamados Deuterocanónicos y los 27 restantes pertenecerían al Nuevo Testamento. Ello se confirmó en el Concilio de Hipona en el año 393 y ratificado en los Concilios III de Cartago, en el año 397, y IV de Cartago, en el año 419. Cuando reformadores protestantes lo impugnaron, el canon católico fue nuevamente confirmado por decreto en la cuarta sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546. Quedaron excluidos los llamados textos apócrifos, de los que aseguran muchos expertos que aportan importantes datos biográficos sobre la figura de Jesucristo censurados a conveniencia por la Iglesia Católica. Si a ello sumamos la alteración, reinterpretación, adición y supresión de versículos llegaríamos a la conclusión de que lo que se nos ha vendido durante tantos siglos no se correspondería al personaje real sino a lo que un lobby tan poderoso e influyente en todos los ámbitos como es el clero ha querido hacernos creer. Ello no significa que la creencia en las enseñanzas de Jesús tal y como se expresan en las actuales ediciones de la Biblia sea absurdo o una equivocación. En absoluto. Solo que merecería la pena autocultivarse recorriendo a otras fuentes alternativas de información para ampliar conocimientos e incluso (por qué no) mejorar y enriquecer la fe cristiana, más allá (o acerca del sentido del cristianismo no debería de asustar por miedo a perder la fe, pues esta en vez de desaparecer simplemente se transformaría, pero nadie que es verdaderamente cristiano dejaría de serlo.


Al contrario, el cristianismo es una forma de vida vigente en todos los tiempos y perfectamente compatible y adaptable en el actual mundo moderno. Nada que ver con la doctrina eclesiástica y su política del miedo, el puritanismo, la represión, el castigo y la venganza. Cuando eligen nuevo Papa siempre se habla de la existencia en el seno de la Iglesia del sector conservador, del sector moderado, del sector progresista y de muchos otros que se podrían citar, aparte claro está de las distintas iglesias surgidas a lo largo de la historia por discrepancias entre unas y otras formas de fe que tantas muertes y desgracias humanas ha conllevado. ¿Qué significa esto, teniendo en cuenta que el mensaje de Jesús fue uno único e igual para todos? No cabe la menor duda de que dichos “sectores” no deberían de existir porque ninguno de ellos se corresponde a la realidad. La Iglesia, alejada del verdadero cristianismo, continúa su cruzada interfiriendo en las decisiones políticas de los estados democráticos, viviendo al margen de la democracia y de la evolución natural de una humanidad a la que jamás ha comprendido. Los clasismos, los nacionalismos, el racismo, el machismo, la homofobia, el puritanismo, el rechazo al progreso y los prejuicios hacia otras religiones o formas de fe son vigentes cuando el  cristianismo siempre lo rechazó. En definitiva, si Jesucristo descendiese de los cielos y contemplara el actual panorama emularía a Karl Marx afirmando que no es cristiano tal y como hoy día se entiende a través de la Iglesia.

lunes, 2 de abril de 2012

“Gomas y lavajes” del Barrio Chino


Quienes hemos conocido el viejo y auténtico Raval de la Barcelona de antaño cuando se le llamaba popularmente Barrio Chino habremos visto en varias ocasiones singulares y extraños locales cuya entrada se hacía a través de una discreta y estrecha puerta pequeña. Arriba coronaba un rótulo donde aparte de señalar que se trataba de un consultorio médico, una clínica venérea o una clínica de vías urinarias no faltaba mención a las “gomas y lavajes”, expresión que el cantautor Joan Manuel Serrat popularizó en su entrañable canción “Temps era temps”. Lugares de parada de prostitutas y clientes, fueron el símbolo de una época llena de miseria, marginación y pobreza, negocios de un negocio y producto de una necesidad en tiempos de insalubridad y epidemias.


Orígenes y expansión
La existencia de estos populares locales estuvo vinculada a la prostitución. Desde el año 1400 ya existían burdeles tolerados y protegidos por el gobierno aunque bajo un severo control y regulación tanto municipal como real. Se decía por aquél entonces que era un “mal necesario” que evitaba otros mayores. Barcelona se encontraba en una buena posición económica y comercial, siendo el comercio marítimo muy importante y un motor de desarrollo de primer orden. Ello comportó la llegada de numerosos negociantes extranjeros y, por tanto, de una mayor demanda de clientes para el sexo. Si bien gracias a esta regulación las prostitutas tenían el deber de ser periódicamente reconocidas por un médico, este negocio callejero llegó a crecer hasta tal punto que los especialistas no daban al abasto. El antiguo Hospital de la Santa Creu tampoco era suficiente, pues ya acogía a numerosa población enferma en unos tiempos en que epidemias e infecciones imperaban dentro de la ciudad amurallada. De ahí que como solución al problema empezaron a proliferar establecimientos especializados para la atención de enfermedades sexuales donde prostitutas y clientes serían los principales usuarios. Eran de entrada discreta, si bien algunos disponían de escaparate donde se exponía sin pudor toda clase de preservativos y artilugios médicos. Estos espacios se dedicaban a la venta de preservativos, entonces muy rudimentarios, fabricados con intestino ciego de borrego, cabra o ternera, vejiga natatoria de pescado o bien con funda de tela, cosidos en un extremo y algo caros de comprar. En cuanto a las curas de enfermedades venéreas e infecciosas, se ofrecían lavativas con vinagre y soluciones jabonosas varias. El llamado lavaje consistía en introducir en el interior del pene o de la vagina una cánula de cristal muy fino (al final del cual había una pera de goma) con el fin de depositar en el interior de los genitales la solución acuosa desinfectante, así como la limpieza general del pene y la vagina. Este “servicio” de limpieza costaba la mitad de precio que un servicio sexual. Es fácil imaginarse que en aquellos tiempos estos remedios de poco servían para prevenir los contagios e infecciones.


A pesar de intentar prohibir el preservativo como ya se pretendió en el año 1803 por parte de las autoridades civiles, estos locales siempre los continuaron dispensando incluso llegando a desafiar las normativas gubernamentales, adquiriéndolos a través del contrabando. Entre finales del siglo XIX y el primer tercio del XX continuaron proliferando más locales de “gomas y lavajes” como una parte intrínseca de aquel paisaje urbano de un Raval muy marginal pero cada vez más urbanizado donde el mercado del sexo se consolidaría gracias a la apertura de numerosas bodegas, tabernas, cafés, cafés-concierto, cafés de camareras, casas de dormir, casas de lenocinio y pensiones. El negocio estaba garantizado, pues además se mejoró la calidad de los métodos profilácticos con la venta de condones hechos de látex indio, más efectivos, disponibles y económicos, la llegada de supositorios de quinina y las lavativas con carbonato sódico. La visita de empresarios e industriales durante el certamen de la Exposición Universal de 1888 y de la Exposición Internacional de 1929, así como la llegada de europeos refugiados con motivo de la I Guerra Mundial comportó una nueva demanda de clientes, aunque temporales. Ello trajo consigo a prostitutas extranjeras, principalmente alemanas, inglesas, italianas y sobre todo polacas que frecuentaban los locales más selectos contribuyendo al cosmopolitismo sexual. Durante la década de 1920 las prostitutas dejaron de permanecer recluidas en los prostíbulos para pasear por la calle e incluso por la Rambla pudiendo entrar en diversos locales donde siempre se las había vetado, y ya en la II República tuvieron la oportunidad de reconocerles mayores derechos sociales. Solo las que ejercían en la calle en vez de en un prostíbulo quedaron en la marginalidad y la extrema miseria.



Algunas de las clínicas más populares
Merece la pena hacer un breve repaso de algunas de las casas de “gomas y lavajes” más famosas establecidas en el Barrio Chino, denominación popular que adquirió el Raval a partir del año 1925 gracias a un reportaje del periodista catalán Paco Madrid editado en la revista “El Escándalo”, donde se equiparaba su marginalidad a la de los Chinatowns de las ciudades norteamericanas. Según el libro de Paco Villar “Historia y leyenda del Barrio Chino” las clínicas venéreas más populares fueron las siguientes:
• La Mundial: en la calle de Espalter nº 6. Uno de los locales más emblemáticos, permanecía abierto hasta las tres de la madrugada. Ofrecía la más completa serie de gomas, incluso de importación como las alemanas de la marca Neverrip, los polvos mataladillas de la marca Rapid, y un servicio permanente de lavajes e irrigaciones mediante un procedimiento norteamericano. A menudo se anunciaba en algunas revistas y ofrecía condones por correspondencia con tramitación mediante sellos de correos como forma de pago. • Clínica Oriental: en la calle de Sant Pau nº 53-55. Poseía una entrada reservada por un portal antiguo, y de esta manera evitaba que los clientes se sintiesen intimidados.
• El Cupido: en la calle de Sant Pau nº 110. En un cartel publicitario se podía leer “Gomas higiénicas, gaste un real y ahorrará mil”.
• La Favorita: en la calle de Sant Ramon nº 10.
• La Previsión: en la calle de Sant Ramon nº 6.
• La Mascota: en la calle de Sant Ramon nº 1. Se anunciaba como “la primera casa que se dedica a la venta de gomas higiénicas de todas las marcas. Mataladillas en polvo”.
• La Normanda: en la calle de Sant Oleguer nº 22.
• La Especial: en la calle del Marquès de Barberà nº 22. Se anunciaba como la “única casa en Barcelona que enseña a sus clientes por un procedimiento científico la manera de comprar los preservativos y también como se han de usar”.
• La Cosmopolita: en la calle de Robador nº 43.
• Clínica Bola de Oro: en la calle de Robador nº 47. Según cuenta Ramon Draper Miralles en su libro “Guía de la prostitución femenina en Barcelona”, este local “atraía a sus clientes mediante el sistema de tener a dos empleados recorriendo las calles de la zona y hablando al que salía de los prostíbulos allí establecidos de los graves riesgos que corría si después de copular con una meretriz no se hacía un lavaje. Cuentan que el dueño de esa clínica era homosexual y que llevaba a cabo el lavaje con un esmero sin par, lavaje que en muchísimas ocasiones terminaba convirtiéndose en una práctica bucal, ejercitada también con gran maestría”. Lo que hoy llamamos un “final feliz”.


• Clínica Gallego: en la calle Nou de la Rambla nº 18.
• Instituto Medical Femenino: en la calle Nou de la Rambla nº 23.
• Clínica San Antonio: en la calle Nou de la Rambla nº 47.
• La Corona: en la calle Nou de la Rambla nº 95.
• Consultorio Paulino Alcántara: en calle de la Unió nº 19.
• Clínica Balart: en la calle de la Unió nº 7.
• La Japonesa: en la calle de Arc del Teatre nº 1. Fundada en 1924 por el doctor E. Holeado. Según cuenta Josep Maria Carandell en su libro “Nueva guía secreta de Barcelona” el interior comprendía tres habitaciones minúsculas: el recibidor, con una mesa y un armario; la rebotica, rebosante de productos; y el laboratorio, desordenado y viejo. Antes de la guerra no cerraba nunca. Disponía de ayudantes que abastecían de preservativos, ofrecían lavados con permanganato de sosa, inyecciones mensuales de Douginón para evitar embarazos e inyecciones de “apiolina chapoteaud” para provocar la menstruación, entre otros remedios. A partir de la década de 1950 todo esto desapareció y dio paso a la píldora anticonceptiva. En este local se vendían también toda clase de preservativos, consoladores a pilas e incluso órganos sexuales de goma de distinta aplicación de patente argentina llamados “Paris viril”, que tuvo clientes tan famosos como Salvador Dalí, Ava Gardner, Luís Miguel Dominguín, los hermanos Goytisolo, la Chunga e incluso Rommy Schneider (¡que compró hasta seis!).



Continuismo y decadencia
Al estallar la Guerra Civil, muchas prostitutas participaron como militantes del bando republicano y como acompañantes sexuales de los milicianos. Precisamente los locales de “gomas y lavajes” se vieron obligados a atender a muchos de ellos por haber contraído enfermedades venéreas. Por aquel entonces se expedían preservativos de látex. La llegada de las tropas franquistas en Barcelona el 26 de enero de 1939 prohibió inicialmente la prostitución lo cual perjudicó a las clínicas venéreas por falta de negocio. Poco después las mismas autoridades vieron necesaria la reapertura de los prostíbulos, lo que propició también a la apertura de las llamadas casas de citas. Proliferó la prostitución no profesional por necesidades vitales, es decir, para conseguir dinero, comida o favores o bien para obtener la libertad de un familiar. Las llamadas “profesionales” tardarían más en reaparecer. Ese nuevo auge del mercado del sexo durante la posguerra provocó una rápida difusión de enfermedades venéreas, por lo que se vio necesario que las casas de “gomas y lavajes” volviesen a funcionar como antes por una cuestión de higiene pública. A pesar de las restricciones económicas, llegaron a duras penas y con muchas dificultades los antibióticos así como un nuevo espermicida de acetato de fenilmercurio y los lavados con permanganato de sosa. Toda prostituta debía de pasar obligatoriamente una revisión semanal y ante la falta de más clínicas venéreas que habían cerrado sus puertas durante el conflicto bélico se tuvieron que habilitar nuevos centros sanitarios provisionales. Todas debían de tener expedida una Cartilla de Sanidad, requisito indispensable para trabajar en los prostíbulos.


A partir de la década de 1950 las casas de “gomas y lavajes” disponían de mejores medicamentos como la penicilina, además de vender preservativos de más calidad, lubricados y con espermaticida, incluso condones japoneses con varios colores y texturas, y ofrecer surfactantes como espermicidas. Continuaron teniendo clientela para atender y curar, pues mucha de ella procedía de la llamada “Tierra Negra” situada al pie de Montjuïc, donde se concentraban las peores prostitutas de la ciudad, las “ilegales” al no poseer la Cartilla de sanidad, siendo aquel territorio un auténtico nido de enfermedades venéreas. Además, la llegada de soldados norteamericanos de la Sexta Flota no solo fue el primer gran turismo de masas para Barcelona sino también una excelente fuente de ingresos tanto para las prostitutas como para las clínicas venéreas. A pesar del cierre de prostíbulos en base al Decreto-ley de 3 de marzo de 1956, estos negocios perduraron para garantizar la higiene sexual porque la prostitución siguió existiendo, aumentando la de la calle. En pleno Desarrollismo, las décadas de 1960 y 1970 supusieron la decadencia progresiva de estos locales, algunos de los cuales empezaron a cerrar definitivamente sus puertas. La diversificación de la prostitución hacia otros lugares de Barcelona, la apertura de nuevos meublés más grandes y limpios, pensiones, bares de alterne, casas de masajes y salas de fiesta en otros barrios, especialmente en la zona alta de la ciudad, propició un progresivo abandono del mercado del sexo en un Barrio Chino muy degradado e inseguro. Las prostitutas más jóvenes (y caras) se desplazarían hacia espacios de mayor categoría para atender a una demanda más selecta y exigente reacia a ir hacia las zonas marginales, mientras que las más veteranas (y económicas) permanecerían para la clientela más “barriobajera”.


Desde la instauración de la democracia hasta nuestros días la presencia de locales de “gomas y lavajes” pasó a ser puramente testimonial, un recuerdo del pasado ligado a unos tiempos de escasez sanitaria que afortunadamente quedaban muy lejanos. La mayoría de los médicos que habían regentado aquellas pequeñas clínicas durante toda su vida se jubilaron o fallecieron y bajaron la persiana definitivamente para dar paso a sex-shops o bien a comercios alimentarios o bazares de inmigrantes. La mejora sanitaria de las casas dedicadas a la prostitución incidió en una notable bajada de enfermedades sexuales, gracias al uso generalizado del preservativo y a la disponibilidad de lavabos con bidet y habitaciones con sábanas limpias. Solo sobrevivieron los que se transformaron en condonerías, pues de cara a tratarse enfermedades venéreas e infecciosas tanto prostitutas como clientes acuden a los centros hospitalarios públicos donde ofrecen de terapias y tecnología médica que aquellos locales no podían disponer por anticuados. La nueva prostitución de chicas procedentes de los países de este, Marruecos, Latinoamérica y Senegal no ha contribuido a remontar esta clase de negocios. La extensión del preservativo es generalizada y prácticamente ninguna prostituta accede a ofrecer sexo sin protección alguna, lo cual ha prevenido notablemente la expansión de enfermedades y, por consiguiente, una drástica disminución de clientes en las clínicas venéreas. Para la cura y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, en el barrio del Raval existen la Unitat de Malalties de Transmissió Sexual y la Unitat de Tuberculosi, además de entidades de ayuda, orientación y asesoramiento para prostitutas incluyendo programas de reinserción sociolaboral. Todo ello ha puesto punto y final a los míticos locales de “gomas y lavajes”, ahora solo un recuerdo del pasado que la memoria histórica debe rescatar.