sábado, 27 de junio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio VII: cine Nápoles (después Nàpols 2 sales)

Una de las pocas salas de barrio todavía existentes (y ya veremos hasta cuando aguantará) es el actual Cinema Nàpols 2 sales, que funciona como local de estreno. Sin embargo, yo lo conocí en su etapa anterior, es decir, cuando aún era sala única y ofrecía programas dobles de reestreno.
Situado en la parte alta de la Dreta de l’Eixample y cercano al barrio de Gràcia, concretamente en el número 168 de la calle de Sant Antoni Maria Claret, fue inaugurado el lunes 30 de abril de 1962 a las nueve de la noche con un programa doble: “Regreso a Peyton Place” y “Bombas sobre Montecarlo”. En los años posteriores se mantuvo como cine de reestreno ofreciendo programas dobles. Sin embargo, durante unos años muy breves el cine Nápoles se convirtió en el Cinestudio Nápoles, para una oferta de repertorio similar a la de los cines Condal, Maldà y Cinestudio Spring. Esto sucedió durante la primera mitad de la década de los ochenta. Luego, y probablemente porque no dio el resultado esperado debido al descenso de público, la sala volvió a ser nuevamente el Cine Nápoles de reestreno de toda la vida.
Recuerdo este local como un cine no muy grande, con una sola platea para una capacidad de 492 personas sentadas, y con unas butacas la verdad nada cómodas, pues no te podías apalancar porque enseguida tus rodillas quedaban oprimidas por los asientos de la fila delantera. Tenías que sentarte normal y punto. No fue un cine que frecuentara mucho la verdad, pues para mí estaba situado en un lugar geográficamente algo incómodo de llegar con transporte público, y la mayoría de películas que ofrecían las podía ver en la mayoría de salas de barrio más cercanas a mi casa. De todos modos, para cambiar un poco de aires, en pocas ocasiones había llegado a ir con mi hermano Tomás y nuestro amigo José María Robles los domingos por la tarde. Algunos de los filmes que me vienen en la memoria serían “Donde te escondes hermano” (jamás me había reído tanto con una película de terror), “Siete mujeres atrapadas”, “Posesión infernal” (entonces la película más gore de la historia del cine), y “Más allá del terror” (película española clasificada “S” que por su calidad hacía honor al título, y a destacar la versión irreverente que hacen del Padre Nuestro dentro de una catedral abandonada).
Ante la crisis del reestreno y el auge del vídeo, el cine Nápoles cerró el día 12 de diciembre de 1988 para someterse a una remodelación que lo convertiría en un cine de estreno con dos salas, pues era la moda de las multisalas, algo que sirvió para evitar el cierre definitivo de muchos cines, especialmente los del centro de Barcelona. Las obras duraron muy poco tiempo, pues el nuevo Cinema Nàpols 2 sales reabrió once días más tarde, todo un récord. El resultado fueron dos salas, una de 306 butacas y otra de 178. Recuerdo que su interior no era muy agraciado que se diga en cuanto a belleza decorativa se refiere, pues se notaba mucho que se trataba de una sala con un tabique en medio para hacer dos salas. Su interior era todo negro, y según explicaba su propietario, Enric Pérez Font, el objetivo era “dar a la sala, mediante una adecuada iluminación, una atmósfera especial y, en última instancia, acercarla todo lo posible al concepto de sala oscura, o caja negra, con la que se asocian los cines”. Solo el suelo era de otro color, concretamente malva. El citado titular también era el propietario de los cines Verdi y Verdi Park, con lo cual el nuevo Cinema Nàpols 2 sales proyectó películas de arte y ensayo pero con la diferencia de que estaban dobladas, pero también ofreció una programación más popular y comercial para no perder su público habitual. En su nueva etapa solo he llegado a ir una sola vez con un amigo para ver “El sastre de Panamá”.
Otra particularidad introducida fueron las sesiones golfas. Durante una larga temporada, debido al gran éxito de público conseguido gracias a que llegó a correr la voz entre quienes habían asistido y por el ambiente de cachondeo de sus espectadores, se proyectó la película de Peter Jackson “Bad taste”.
El 30 de septiembre de 1994, el remodelado cine de barrio de estreno inició una programación de películas en versión original subtitulada, pero actualmente ofrece cine comercial de estreno y de repertorio que atrae tanto al público general de todas las edades como al público especializado en determinados géneros y estilos.

lunes, 22 de junio de 2009

La prepotencia intelectual de algunas salas de cine


Durante estos días se está celebrado por toda España la Fiesta del Cine. Se trata de una iniciativa desarrollada por la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales Españoles (FAPAE), la Federación de Distribuidores Cinematográficos (FEDICINE) y la Federación de Cines de España (FECE), con el propósito de hacer frente a la disminución del número de espectadores en las salas de cine.
Así, el pasado domingo día 21, por la compra de una entrada normal se hacía entrega de un pasaporte que permitía ver un numero ilimitado de películas durante tres días a un precio de tan solo 2 euros cada una.
Para esta iniciativa se han adherido la mayoría de cines de Barcelona. Sin embargo, al pasar delante de los cines Verdi y Verdi Park, en el barcelonés barrio de Gràcia, yo y unos amigos míos nos dimos cuenta de que ambas salas no celebraban esta Fiesta del Cine y, por tanto, no ofrecían el descuento. Un comunicado pegado con celo en la puerta de entrada explicaba que el motivo por el cual la empresa se negaba a adherirse a la iniciativa se debía a que ofrecían un cine de gran calidad que no era merecedor de una reducción tarifaria ni nada por el estilo, con lo cual los precios se mantendrían como hasta ahora se ofrecían. Es decir, que reducir el precio era equivalente a desvalorar la calidad de las películas en cartel, y solo el cine comercial (o sea, el "malo") era digno de hacer rebajas.
Los cines Verdi y Verdi Park llevan muchos años dedicados a exhibir ese llamado "cine de calidad". De entrada, eso es algo discutible y opinable y cada espectador o aficionado al cine puede juzgar si eso es cierto o no, y cuyas opiniones a favor o en contra deben de ser respetadas. Ahora bien, el problema radica (y no es la primera vez que lo expresan en comunicados y entrevistas) en manifestar prepotencia y creerse de algún modo superiores a los demás. Por lo visto, para ellos el único cine bueno, inteligente y de calidad es el de arte y ensayo, el alternativo, el experimental, el de vanguardia, el español, el europeo y el de cualquier otro continente que no sea el americano. El resto es basura, es cine de palomitas y Coca-Cola para necios con las mentes contaminadas por el consumismo y los trucos de la era digital. Es frecuente ver en ambas salas gracienses el perfil del público que abunda (con respeto a los auténticos aficionados al cine), muchos de ellos pijoprogres que van de intelectuales de izquierdas y que te mirarían mal o se reirían de ti si les dices que te lo has pasado bien viendo "Terminator Salvation" o "Star Treck". Pero claro, estas críticas que aquí expongo son de aquellas cosas que, naturalmente, no se pueden decir, porque criticar al cine "no comercial" es políticamente incorrecto y, probablemente, te conviertes en un capitalista reaccionario.
En definitiva, lo que quiero decir es que no todo el cine comercial es mediocre ni todo el cine de arte y ensayo y similares es bueno. Creo que un aficionado al cine debe de ser flexible y ser capaz de ver un poco de todo, pues me parece más enriquecedor que estancarse únicamente a un solo tipo de cine. Sin embargo, contra gustos no hay nada escrito y respeto a quienes optan por una cosa u otra. Yo me refiero a mi experiencia personal, porque yo tengo mis géneros favoritos pero no por ello me encierro en un solo mundo como si no existiera nada más que eso.
Reconozco la labor de los cines Verdi y Verdi Park por su oferta de un cine "diferente" al cual todo el mundo que lo desee tiene derecho a ver y a valorar, pero no por ello hay que caer en prepotencias intelectuales ni en complejos de superioridad cinematográfica. Y si otro año se celebra la Fiesta del Cine, que participen dejando a un lado esa soberbia cultural e inviten a los espectadores como cualquier otra sala, que la cultura es de todos.

viernes, 19 de junio de 2009

Vicente Ferrer, o el cristianismo verdadero y del siglo XXI


El pasado día 19 de este mes falleció en Anantapur (India) Vicente Ferrer i Moncho, una persona a la que se podría considerar cristiana de verdad porque a lo largo de su vida no ha hecho otra cosa más que aplicar las ideas del cristianismo en su pura esencia.
Nacido en Barcelona el 9 de abril de 1920, de joven se afilió al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y a los 16 años de edad fue llamado contra su voluntad a combatir en la Guerra Civil, participando concretamente en la batalla del Ebro. Tras la derrota del ejército republicano, marchó hacia Francia y estuvo internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Poco después, en 1939 regresó a España a través de Hendaya mediante la colaboración de las autoridades francesas, y desde allí fue en el campo de concentración de Betanzos. Una vez liberado, cumplió nuevamente el servicio militar, y empezó los estudios de Derecho, abandonándolos en 1944 para ingresar en la Compañía de Jesús.
En 1952 llegó a Bombay como misionero jesuita para completar su formación espiritual, y allí mantuvo su primer contacto con la India.
En 1970 abandonó la Compañía de Jesús para casarse con la periodista inglesa Anne Perry, que también había sido religiosa, y fundó la organización Rural Development Trust (RDT, Fondo de Desarrollo Rural). Inicialmente su trabajo obtuvo grandes simpatías entre los campesinos indios, pero no entre las clases dirigentes, económicas y políticas porque lo consideraron una amenaza para sus intereses. Gracias al apoyo de Indira Gandhi consiguió seguir adelante con sus proyectos.
En 1996 creó su propia fundación, la Fundación Vicente Ferrer, una organización no gubernamental de desarrollo formada por un equipo de profesionales dedicada al desarrollo de Anantapur, una de las zonas más pobres y desfavorecidas de la India, en el estado de Andhra Pradesh. Su forma de entender el desarrollo ha dado lugar a un modelo ejemplar en el marco de la Cooperación internacional. Entre sus principales actuaciones, destaca la proporción y desarrollo de recursos, las mejoras en la sanidad (como la construcción de hospitales), la atención especial para mujeres (como la lucha contra la discriminación sexista), la educación (como la construcción de escuelas y la alfabetización), los planes de planificación familiar, la lucha contra la discriminación de la comunidad de los Dalits, los talleres para personas con discapacidad y la construcción de viviendas dignas.


Sin embargo, a pesar de todo lo explicado anteriormente y de haber recibido más de 15 distinciones por su labor en todo el mundo, ni determinados sectores de la Iglesia Católica ni el Papa han sido capaces de reconocer a este hombre que decidió entregarse como un cristiano de verdad a una causa justa, que aplicó su cristianismo sin imponerlo como hacen los evangelizadores. Así, pues, Vicente Ferrer no hizo de la palabra de Cristo una doctrina reeducadora y uniformista sino una filosofía y una forma de vida abierta a todo el mundo, apartada de la política, del poder, del dinero y de cualquier discriminación social por cuestiones de raza, idioma, creencias, ideas, sexo, orientación sexual, etc. O sea, que aplicó el respetar y amar a todo el mundo.
Sin lugar a dudas, el cristianismo de Vicente Ferrer se podría considerar como el cristianismo moderno, reciclado y actualizado a los nuevos tiempos, sin perder claro está las enseñanzas del verdadero Jesucristo porque estas nunca envejecerán. Es el cristianismo del siglo XXI.

lunes, 15 de junio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio VI: cine Maragall


Si alguna sala de proyecciones cinematográficas de reestreno y de barrio llegó a ser especial y algo diferente a las demás con respecto a las que entonces existía, esa fue sin lugar a dudas el cine Maragall.
Curiosamente, se trata de uno de los cines de periferia obrera más antiguos, pues su apertura se efectuó en enero del año 1947, en plena posguerra, en un despoblado paseo de Maragall más dominado por los tranvías que por los coches, a la altura de los números 83-85. La apertura de este local se hizo a cargo de sus empresarios Andreu Serralta y Rafael Casajús. Inicialmente tenía capacidad para 1200 personas.
A partir del año 1974 en que se procedió a una reforma y modernización de su interior, redujo su capacidad a 1000 butacas.
En mi infancia y adolescencia se convirtió en uno de esos cines que llegué a concurrir en varias ocasiones porque ofrecía una doble programación diferente al resto de locales de reestreno de barrio. Ello me brindó la posibilidad de ver en pantalla grande muchas películas clásicas que ya no se exhibían en el resto de salas convencionales. Fue, de algún modo, la prolongación de una reminiscencia del pasado para el presente dedicada a los nostálgicos de lo clásico.
La fachada del cine Maragall era a la vez funcional y neoclásica, fea y nada llamativa, de obra vista, con una gran entrada principal y los laterales aprovechados para colocar los carteles de las películas a exhibir y los paneles con los fotocromos. Su interior tenía un vestíbulo pequeño con taquilla que enseguida daba a una alargada platea sin anfiteatro. En el lateral izquierdo se encontraban el bar y los servicios.
Tras la jubilación del propietario Andreu Serralta, su hija Rosa continuó con el negocio y, posteriormente, encargó a dos críticos de cine conocidos, Àlex Gorina y Pablo López (éste fallecido) para que se encargaran de confeccionar la programación semanal. El resultado fue que convirtieron el cine Maragall en una sala de repertorio similar a cines como el Céntrico, el Cinestudio Spring, el Loreto y el Maldà, es decir, con películas de reestreno no solo comerciales sino también de arte y ensayo. De lunes a miércoles, se exhibían las películas para un público más selecto, incluso en versión original subtitulada, y de jueves a domingo se programaban las más comerciales pensando en una mayor afluencia de público, sobre todo joven. Este cambio en la oferta se inició hacia 1981 y duró hasta el cierre definitivo de la sala, el 4 de noviembre de 1985. Actualmente en su lugar hay un bloque de viviendas.
De lunes a miércoles, cuando se exhibía la programación selecta, recuerdo haber ido en algunas ocasiones en sesión de noche con mi madre, mi hermano Tomás y mi hermana Griselda a ver algún programa doble de bastante calidad. Incluso nos llevábamos los bocadillos de casa y cenábamos dentro de la sala. Luego tomábamos algo en el bar al terminar la primera película.
Los fines de semana, sobre todo los domingos por la tarde yo solía ir con mi hermano Tomás, y a veces con mi padre o bien con amigos a ver algún programa doble de entretenimiento más comercial. El único problema que teníamos era que el cine estaba mal comunicado, pues las paradas de autobús estaban lejos y muchas veces salíamos de casa e íbamos andando hasta el cine. En verano, cuando apretaba el calor, la caminata se hacía más larga.
Algunas de las películas que recuerdo haber visto son, entre otras, “Dersu Uzala”, “El desafío de las Águilas”, “Ha llegado el águila”, "Papillón", "Los duelistas", "La plaça del Diamant" y curiosos programas dobles como “Solo ante el peligro” y “Atmósfera cero” (que tenían en común un protagonista que pide ayuda para combatir a sus enemigos), “Doce del patíbulo” y “La fuga de Logan”, y “Vive y deja morir” y “Desde Rusia con amor” (es decir, una de Roger Moore y otra de Sean Connery, respectivamente).

lunes, 8 de junio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio V: cine Diamante

Sin duda alguna, del cine de barrio del que más recuerdos de infancia y adolescencia tengo es el que se encontraba a cuatros pasos de mi casa: el Diamante.
Abierto el año 1964, era propiedad de Anna Ibáñez Beltrán, la cual impulsó su apertura. Mencionar como anécdota que esto frustró la apertura de un cine situado en una plazuela interior comprendida en las calles de Felip II, Riera d’Horta, Sant Pasqual Bailón y Arnau d’Oms, local que finalmente se aprovechó para albergar la sede de la Asociación de Vecinos del barrio del Congrés.
El cine Diamante se emplazaba en el número 44 de la calle de la Riera d’Horta, en los bajos de un edificio de viviendas. Su diseño era bastante moderno. Se entraba libremente desde la calle (no había puertas), situándose a la derecha el panel con las fotografías de las películas que se exhibían, y a la izquierda la taquilla. Atravesando unas puertas se llegaba a un pequeño vestíbulo que contenía el bar, y enseguida ya se salía a una poca inclinada platea, sin anfiteatro, con una capacidad para 736 personas. Su interior muy rojo, tanto el terciopelo de las paredes como el tapiz de las butacas.
En sus inicios, este cine se concibió como una sala de reestreno, con programas dobles, pero a partir del 1 de diciembre de 1975, la cadena Cinesa se hizo cargo de la sala y lo convirtió en un local de estrenos, función que desempeñó hasta el año 1981, aunque a menudo combinaba una película de estreno con una reposición.

Recuerdo en mi infancia que cuando salía de la escuela para ir hacia mi casa, a menudo entraba para ver la cartelera y las fotografías de las películas. Debido a la censura de la época, era frecuente pintar con un rotulador negro encima de los pezones de los pechos femeninos y de otras partes íntimas. Durante los años de la Transición, el cine Diamante se dedicó a la exhibición de películas clasificadas “S”, pues fueron los tiempos del destape y de la sangre a chorros. En ese caso, muchas veces no habían fotografías de las películas, solo un cartel situado a la derecha de la entrada con una enorme letra “S” y un escrito que unas veces decía “Rigurosamente prohibida a menores de 18 años” y otras veces “Advertimos a los señores espectadores que el contenido o temática de las películas que se exhiben en la presente sala pueden herir la sensibilidad del espectador”.
Mi abuela, por las tardes, cuando estaba aburrida y no tenía nada que hacer le decía a mi madre “nena, me’n vaig al cine” y así, sin más, se largaba al Diamante sin consultar siquiera la cartelera. Simplemente, iba al cine para pasar la tarde. Cuando llegaba a casa, mi madre le preguntaba qué tal había ido y ella a menudo respondía “ves, mira, tot són llits”. Una vez fue a ver “El señor de las bestias” y regresó comentando que “mira que la ma dreta em fa molta i molt falta, però si em donessin a escollir entre tallar-me la ma i tornar a veure aquesta pel·lícula, jo diria: talli!” (extendiendo la mano derecha). Esa sí que fue una buena crítica.
Referente al cine “S”, me sucedía lo mismo que a mucha gente menor de edad, que picaba la curiosidad por lo prohibido, y por ello tenía más ganas que nunca de ir al cine a ver una película de sexo y sangre. Era la época en que no dejaban entrar a los menores a ver ciertas películas. Así, por ejemplo, recuerdo que estrenaron en este cine “Un hombre lobo americano en Londres”, entonces clasificada para mayores de 16 años, y yo solo tenía 10. Mi madre, como solución al problema, llamó por teléfono al cine y tuvo una buena y amistosa conversación con la taquillera, una mujer a la que conocíamos todos nosotros desde hacía años y que, por cierto, era buena persona. Finalmente, ella no tuvo ningún inconveniente en hacer una pequeña excepción y vendernos la entrada a mí y a mi hermano Tomás, que entonces contaba con 16 años de edad. Y así fue como entramos al cine a ver esta película y disfrutar por primera vez de los espectaculares efectos de maquillaje de Rick Baker, una transformación a hombre lobo que causó impacto en aquellos tiempos porque era lo nunca visto al romper con el clásico y anticuado efecto del fotograma a fotograma.

Acerca de películas clasificadas “S” recuerdo títulos como “Sueca bisexual necesita un semental”, “Tragedia sexual de una menor”, “Holocausto caníbal”, “Emmanuelle”, “Bragas calientes”, “La pitoconejo”, “Las hijas de Drácula”, “No me toques el pito que me irrito”…
Entre las diversas películas que recuerdo haber visto, destacaría la trilogía de Star Wars (”La guerra de las galaxias”, “El imperio contraataca” y “El retorno del Jedi”), “Lo mejor de Benny Hill”, “Alerta misiles”, “Llámame Dragón”, “I como Ícaro”, “Mister Woo”, "Supersonic Man", "El submarino", "La muerte tenía un precio" y la gran obra maestra del cine freaky: “El ete y el oto”, de los hermanos Calatrava.
En algunas ocasiones había ido en sesiones de noche con mi hermana Griselda, mi hermano Tomás y mi madre, llegando incluso a llevarnos los bocadillos de casa. Luego, la bebida la comprábamos en el bar. Una de esas veces fue para ver la película “Saturno 3”, donde mi madre comentaba que por fin Kirk Douglas conseguía de una vez por todas enseñar el culo.
El cine Diamante siempre fue, por lo general, tranquilo, salvo en algunas ocasiones. Eso era algo que la taquillera lo comentaba, indignada porque no se podía hacer nada al respecto ya que esos grupos de gamberros pagaban la entrada y, por consiguiente, no se les podía prohibir el acceso. La sala se conservó siempre en buen estado, aunque ya en los últimos años algunas butacas estaban rajadas. Mi hermano Tomás (si me lo permite) me comentó que una vez cogió un trozo de espuma del relleno de la butaca, se lo metió en la boca y se lo tragó.
Finalmente, ante la crisis de las salas de barrio, el local cerró definitivamente sus puertas el 30 de junio de 1984. Después de unos cuantos años con la persiana bajada y de rumores sobre la posible instalación de un bingo, actualmente en su lugar hay un supermercado de la cadena Condis. Solo el local de al lado, el Bar Diamante, recuerda por el nombre la existencia de este cine que pasó un poco desapercibido.

miércoles, 3 de junio de 2009

Memorias de un cinéfilo de barrio IV: Dante Cinema (después Lauren Horta)


Otro de los cines de barrio que llegué a concurrir en algunas ocasiones durante mi infancia fue el cine Dante, actualmente Lauren Horta, emplazado en los números 415-417 del paseo de Maragall, entre las calles del Tajo y de Dante Alighieri. Esta sala tenía prevista su apertura para el día 23 de diciembre de 1965, pero por problemas administrativos diversos su inauguración se retrasó hasta el 24 de febrero de 1966. El propietario era el empresario Josep Ribó i Corretja, y el diseño de la sala obra del arquitecto Antoni de Moragas i Gallissà. En sus inicios empezó proyectando películas solamente durante tres días a la semana: los jueves, los sábados y los domingos. La mayoría de público que frecuentaba este cine era sobre todo gente de las barriadas de Horta, el Carmel i el Turó de la Peira, aunque con el tiempo se fueron incorporando clientes de otros puntos de la ciudad que acudían por el atractivo de sus programas dobles. Con el aumento de usuarios, la programación se extendió para toda la semana.
Mis recuerdos entrañables se remontan a principios de los años ochenta, cuando yo y dos compañeros de escuela, Mario y David, quedábamos los domingos por la tarde para ir a ver un programa doble en el cine Dante. David y yo solíamos citarnos en casa de Mario, y desde allí los tres emprendíamos camino hacia arriba por todo el largo paseo de Maragall, desde el punto llamado “Los Quince” hasta la barriada de Horta. Subiendo dicho paseo, a mano izquierda, bajo las columnas de un feo bloque de viviendas se encontraba nuestro cine. El precio era muy económico, sobre unas 150 o 200 pesetas, pues de lo contrario difícilmente hubiésemos podido ir tan a menudo en aquella época. La sala era bastante grande, sin anfiteatro, con una capacidad para 1.300 personas y unas prestaciones de confort, modernidad, sonido y pantalla nada envidiables a las salas de estreno del centro de Barcelona. Podríamos decir que se trataba de un caso equiparable al del cine Astor, en cuanto a poseer una excelente relación calidad-precio se refiere: bajo precio, buenos programas dobles y gran calidad de las instalaciones. Las películas programadas eran muy comerciales y entretenidas, especialmente para aquellas personas que no hubiesen visto ninguna de las dos. Los domingos por la tarde había bastante afluencia de público, el cual no era especialmente conflictivo, sino más bien familiar y de todas las edades, aunque la juventud era la más predominante.
La mayoría de dichas películas que llegué a ver en el cine Dante, nunca más las he vuelto a ver, ni por la televisión ni en vídeo. Algunas eran de serie B de ciencia ficción italianas, como “2019 tras la caída de Nueva York” o “Roma año 2020 los gladiadores”, un buen par de joyas del séptimo arte a caballo entre el futuro oscuro y artificial de “Blade Runner” y el catastrofista de “Mad Max”. Otras cintas que recuerdo son, por ejemplo, “Johnny peligroso” y “Ciudad muy caliente”, de más calidad que las anteriores.
En realidad no llegué a ir tan a menudo como hubiese deseado, pues al terminar los estudios de EGB, los compañeros de clase nos dispersamos durante años hasta que no nos volvimos a reencontrar.
A partir de los años noventa, el cine Dante fue una de las poquísimas salas de reestreno supervivientes a la vorágine del vídeo que se mantenían abiertas en Barcelona. Modernizó el sistema de sonido con la incorporación del Dolby Stereo y la renovación de las viejas butacas. Sin embargo, el progresivo descenso de público obligó a cerrar la sala todos los lunes, hasta que finalmente la cadena Lauren Films compró el cine, lo reformó y lo reabrió en el año 1999 convertido en una moderna multisala de ocho salas de estreno llamada Lauren Horta. Lo que hoy existe, nada tiene que ver con lo que llegó a ser una vez este cine, que solo se mantiene vivo en el recuerdo de los nostálgicos como nosotros porque lo hemos llegado a vivir.