sábado, 7 de marzo de 2009

Lo que un toro de contrachapado tiene que aguantar

Estos días el mítico toro de Osborne vuelve a ser motivo de controversia. En este país, no hay cosa más desgraciada y miserable que politizarlo todo, absolutamente todo. Cualquier día, politizarán hasta lo que uno come, lo que uno orina e incluso las pulsaciones por minuto del corazón. Es decir, que cualquier día valdrá más no levantar la cabeza de la almohada cuando suene el despertador, para poder seguir durmiendo lo que a uno le quede de vida hasta que el Altísimo diga “se acabó, nos largamos”. Y el motivo será que, al empezar un nuevo día, uno ya no sabrá qué hacer ni como actuar para no recibir etiquetas como balazos. Así, no será de extrañar que en un futuro no muy lejano digan que quien coma los huevos fritos sea de izquierdas y quien los coma como tortilla, de derechas, quien mee un pis clarito sea progresista y quien lo mee amarillo, conservador, y a quien su corazón bombee 60 pulsaciones por minuto sea del PSOE y quien le bombee a 90, del PP, por poner algunos ejemplos.
Estas ironías sirven para ilustrar como un elemento decorativo como el toro de Osborne, con el paso del tiempo y el arraigo cultural, se ha convertido en un símbolo cultural español, objeto de devoción para nacionalistas de estado y de repudio para nacionalistas regionales. Buena solución hubiera sido declararlos como un patrimonio o elemento de interés para su conservación y mantenimiento, al margen de unas estúpidas peleas que solo demuestran como cualquier excusa es buena para ser belicista y enfrentar a la sociedad.
El toro de Osborne ya tiene más de 50 años de existencia. En el año 1956, el grupo Osborne encargó a la agencia publicitaria Azor el diseño de un símbolo que sirviera para representar el brandy Veterano en vallas publicitarias de carretera. El artista Manolo Prieto, colaborador de esta agencia publicitaria, fue el creador de la figura del toro bravo. Actualmente, los que han sobrevivido se encuentran repartidos a lo largo de la geografía española, generalmente junto a carreteras y sobre cerros para cortar el horizonte y favorecer de ese modo su visión. En la actualidad existen noventa y un toros de Osborne distribuidos de forma irregular por todo el país. A pesar de que en el año 1994 el Reglamento General de Carreteras ordenó su retirada, diversas comunidades autónomas, municipios, asociaciones culturales, artistas, políticos y periodistas se pronuncian a favor de su mantenimiento. Es por ello que en el año 1997 el Tribunal Supremo sentenció a favor de su mantenimiento debido al interés estético o cultural.
En Cataluña, todavía existe uno, situado en el Bruc, y que resiste a los actos de vandalismo sufridos por diversos colectivos independentistas.

En definitiva, como un elemento decorativo e histórico que ha formado parte de nuestra historia, el toro de Osborne merece ser conservado. Que cada uno lo interprete como quiera. Para un servidor, solo un bonito elemento decorativo e histórico que ayuda a embellecer los espacios colindantes de las grises carreteras. Así que, hagamos entre todos una pequeña excepción: aparquemos las etiquetas políticas porque solo nos cuentan mentiras, y dejemos vivir a este pobre animal de contrachapado en paz, que siga disfrutando eternamente del paisaje y nosotros, del horizonte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La política domina todo el paisaje fascinante que nos brinda la vida. Se trata, desde luego, de una droga que no deja ver los árboles del bosque y nos somete a una esclavitud absurda. Quizá ya vaya siendo hora de apelar a la sensatez y dejar de reivindicar la visceralidad y las posturas radicales en los discursos políticos. Aunque me temo que estamos condenados a asistir a un enconamiento de las actitudes políticas por mor de que nos tachen a unos y a otros de "traidores".