jueves, 12 de marzo de 2009

La igualdad de la mujer: un mito y una utopía del mundo occidental


Vivimos tiempos en los que la revolución femenina encaminada hacia la igualdad de sexos es cada vez más fuerte y extendida por todo el globo. Sin embargo, en las sociedades democráticas occidentales, donde tanto se presume de que la mujer disfruta de unas libertades y oportunidades superiores a las de otros países (como los musulmanes) vemos que existe un machismo latente mucho más fuerte de lo que parece. Ya lo decía Josep Plà en una entrevista que se le hizo en la década de los años setenta, en la que respondió “no existe la igualdad de la mujer”.
Es cierto que a nivel laboral la mujer ha alcanzado unos puestos hasta hace pocos años, tradicionalmente masculinos. Sin embargo, el feminismo y la igualdad de la mujer se han convertido en un negocio rentable, en una herramienta de marketing y de publicidad para ofrecer una buena imagen y lograr prestigio. Así, pues, el hecho de que la mujer se vaya equiparando cada vez más a los hombres no significa la erradicación del machismo, el cual, como los virus, va mutando y se va adaptando a los nuevos tiempos. No se trata de un fenómeno atribuible a mentes rancias, anticuadas o conservadoras.
Vemos, por ejemplo, empresas que venden la imagen de una plantilla mayoritariamente de mujeres, como un gesto aparentemente bueno y bonito para demostrar que no se discrimina a nadie. Ese fue el caso cuando se inauguró la línea 2 del metro de Barcelona, en el año 1996. ¿Realmente no es machista una empresa que hace esto? La imagen y el saber venderse son dos estrategias fundamentales para el éxito de una empresa o de un negocio, y para ello se usará cualquier método que sirva para llegar a lo más alto, aunque sea contratar a más mujeres y a menos hombres. Así, pues, la mujer accede al puesto de trabajo y gana un buen sueldo. Hasta aquí, excelente y nada que objetar, pero desgraciadamente se ha valorado más su condición de género aunque tenga excelentes aptitudes para aquella tarea que se le ha designado. Una vez más, el machismo impera, encubierto, mostrando un rostro "feminista". Algo parecido sucede en la política cuando se habla de la paridad de sexos en los parlamentos. Especialmente son los partidos de izquierdas quienes más presumen de su aplicación, mientras que otros defienden la llegada de la paridad de forma natural, progresivamente, mediante méritos, y por ello son tachados de machistas. Yo no estoy de acuerdo, y por eso me decanto por la segunda opción.
Otro tema es la llamada discriminación positiva que, a mi parecer, no existe este concepto porque debería llamarse solamente discriminación, a secas. Es decir, se valora dar un trato de preferencia a una mujer solo por el hecho de ser una mujer. Así, ceder un asiento para demostrar que eres un caballero, detener un coche en un paso de cebra solo cuando cruza una bella moza y el resto que se fastidien, otorgarle un premio literario o de musical a una chica cuando quedan finalistas ella y el resto son chicos porque así crees que “quedas bien”, etc., son algunos de los muchísimos ejemplos que se podrían citar. En resumen, se valora el género y no el mérito, el esfuerzo, el carisma y la inteligencia de la persona para recibir un premio o un trato especial. Y lo más grave de eso es que muchas mujeres, cómplices, lo ven y se callan, lo que te hace dudar de si realmente quieren la igualdad de su género o, por el contrario, les va bien el machismo y sacan partido de él para beneficiarse, aunque sea políticamente incorrecto reconocerlo.
Lo más gracioso que se puede oír en nuestros tiempos son comentarios ridículos tales como “yo soy un hombre feminista”. A todas las mujeres que conozco siempre les digo que cuando se les presente un hombre y les diga eso, que echen a correr porque estos son los peores, ya que LOS HOMBRES FEMINISTAS NO EXISTEN. Se puede ser defensor de la mujer, de sus derechos y oportunidades, de la igualdad, de la no discriminación, de la lucha contra la violencia machista y muchas otras cosas, pero nunca ser un hombre feminista, ya que el hombre por naturaleza, haga lo que haga, y por muy bien intencionado que sea, siempre será un machista, y de esta naturaleza no se puede escapar. Y para demostrarlo siempre planteo el mismo ejemplo. Imaginaros que vais en un autobús lleno de gente, y suponed que ocupáis un asiento y viene una mujer que desea sentarse. Si le cedéis el asiento, seréis machistas porque será una discriminación positiva, el “caballero Don Quijote”, y si no lo hacéis, también porque entonces la despreciáis como si fuese alguien inferior indigno de recibir ese privilegio. Entonces, ¿cuál sería la opción correcta para salir airoso y sin ser machista, teniendo en cuenta que ambas opciones lo son? Y no vale decir que se es neutral, porque incluso esto es una forma de machismo.

Para terminar, no quiero dejar pasar la polémica acerca de la mujer y el Islam. Aunque es innegable que determinadas tendencias islamistas radicales suponen una discriminación para la mujer y que esta no goza de las mismas libertades y derechos que en las sociedades occidentales, es sorprendente que una sociedad tan machista de fondo como es la occidental, proteste tan enérgicamente cuando ven por la calle a una mujer con el velo o con el pañuelo. No dudo en absoluto de la buena fe de muchos hombres que se indignan de la situación que viven estas mujeres, pero sin embargo tampoco voy a negar que también existe una hipocresía en tanto que aquello que en fondo de su corazón (o de su pene) les fastidia es que esas mozas guapas y exóticas de pura raza aceitunada no vayan por la calle enseñando tetas y culo como las jovencitas de los institutos. ¿Se defienden realmente los derechos de la mujer musulmana? ¿La indignación porque lleven puesta la yihad se debe al deseo de liberarlas del yugo patriarcal o bien de que no puedan pasar del machismo musulmán al machismo occidental? Curioso es el testimonio de una mujer musulmana que afirmaba no sentirse reprimida ni maltratada, que ella era una pieza fundamental en la familia  la mano derecha de su marido, el cerebro de la casa, y que despreciaba a la mujer occidental europea alegando que esa "liberación" no era otra cosa que una conversión en un objeto de deseo sexual y materia de consumo. La verdad es que no iba mal encaminada.
Son una infinidad los ejemplos que se podrían exponer y que demuestran la eterna perduración del machismo, un fenómeno condenado a existir para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Disculpa, pero me parece que el ser caballeroso no es ser machista, la mujer no es inferior, pero eso sí, es físicamente más débil, así que el cederle un asiento no es para nada ser machista. Ser machista es no hacerlo, es pensar "No me voy a levantar por esta vieja". No es que se considere a la mujer inferior, es algo natural, los hombres son físicamente más grandes y fuertes, y es una confusión muy fácil dada, pero no es machismo, el machismo es usar este hecho para beneficio propio.